UNA GEOGRAFÍA IGNORADA
Las categorías geográficas utilizadas para subdividir, regionalizar e
interpretar el continente americano se construyeron sobre criterios
basados en la configuración política de sus estados-territoriales y
sus límites aceptados tanto a nivel internacional como
supranacional.
Utilizando estas categorías se obtienen los llamados
mapas políticos en donde se incluyen los diferentes estados
reconocidos, representados por diferentes colores que dan la
sensación de que realmente existente grandes diferencias más allá
o más acá de las fronteras así definidas cartográficamente. Estas
unidades políticas son denominados de varias maneras: países,
naciones, estados-nacionales, etc, aunque nosotros preferimos obviar
el término nación o nacional, dado que prácticamente ninguno de
ellos reune las condiciones de unidad cultural e identidad que se
considera un elemento fundamental para definir una "nación" Nosotros preferimos utilizar el término "estados-territoriales", pues de eso se trata, "estados" que controlan "territorios".
Estos
mapas de colores incluyen grandes unidades políticas como Brasil,
Argentina o los Estados Unidos, que tienen superficies de varios
millones de quilómetros cuadrados y poblaciones de decenas de
millones de habitantes y otras muy pequeñas, de apenas unos cientos
de quilómetros cuadrados y poblaciones de menos de un millón (como
algunos estados-islas del Caribe).
En
total hay más de 35 estados en el continente americano cuya
existencia se relaciona fundamentalmente con la historia de su
colonización por las potencias europeas, modificada por
acontecimientos geopolíticos posteriores. Del total de estados del
continente hay 18 que surgieron de la subdivisión del imperio
colonial español, y por tanto utilizan el idioma español como
lengua oficial, hay un gran estado de lengua portuguesa (Brasil) que
ha heredado los territorios coloniales portugueses indivisos. A éstos
hay que agregar varios estados de lengua inglesa, dos de los cuales
(los Estados Unidos y el Canadá) poseen dimensiones subcontinentales
y el resto son unidades políticas mucho menores (p.ej. Guyana,
Trinidad y Tobago, Jamaica y otras islas más pequeñas) y un par de
estados territoriales relacionados con la antigua colonización
francesa (Haití) y holandesa (Surinam).
Además
de la explicación histórica que permite entender porqué
surgieron
los diferentes estados, no es fácil encontrar una lógica que nos
habilite para justificar
ecológica, social, cultural y/o geográficamente la existencia,
validez y legitimidad esencial de los mismos. Por ejemplo, ninguno
de estos estados tiene una lengua propia que los diferencia de sus
vecinos. Como mencionábamos antes, en casi todos ellos, el idioma
nacional es un idioma extracontinental, que además es compartido
por varios otros estados del propio continente americano. Apenas un
retazo de viejos imperios desmenuzados por los avatares de la
historia.. Desde el punto de vista socio-cultural antes señalado es
difícil reconocer diferencias de tal magnitud como para justificar
la existencia o validez racional de la mayoría de los llamados
países independientes. Son obvias las semejanzas entre Argentina y
Uruguay, Perú y Bolivia, Colombia y Venezuela, los estados de
América Central entre sí, las islas de habla inglesa del Caribe,
etc. Tampoco hay grandes diferencias en los espacios físicos o
ecosistémicos. El territorio de la selva amazónica es compartido
por 8 estados-territoriales (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador,
Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam) y una colonia (Guianne
Française). El Chaco está compartido por Bolivia, Paraguay y
Argentina. La cadena andina recorre siete estados (Venezuela,
Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Argentina). De todo ello
se desprende lo dicho anteriormente: los estados americanos no
tienen fundamentos sólidos desde el punto de vista físico-ecológico
o cultural, y solo pueden ser explicados como un producto
circunstancial (pero duradero) de las divisiones y subdivisiones de
los territorios de los imperios europeos. En otras palabras, los
estados sustituyeron a las antiguas provincias coloniales
representanto una continuación de las viejas divisiones
administrativas, y a partir de su independencia trajeron consigo el
bagaje político, militar, social y adminnistrativo de sus imperios
originarios.
A
pesar de ese origen eminentemente administrativo y burocrático
estos estados han sido legitimados por los poderes mundiales desde
que lograron sus respectivas independencias. Fueron autorizados a
firmar tratados, a concurrir a conferencias internacionales y a
participar en los foros continentales y mundiales sin que se
discutiera su legitimidad.
Para "justificar" como tales, estos estados han buscado desarrollar una cultura "patriótica" legitimadora. Esta es una elaborada versión de las circunstancias
de sus orígenes en un marco "patriótico". Se sanitizó la historia, se crearon héroes y anti-héroes, himnos,
escudos y banderas. Luego de 180 años de evolución "independiente
los estados territoriales han impuesto una legitimidad irrecusable.
Sin
embargo, a pesar de esta consolidación evidente, la realidad
profunda es muy distinta. El objetivo de este trabajo es
precisamente llamar la atención sobre la flagrante incorrección de
un enfoque que solo tiene en cuenta estos estados ignorando las
otras (verdaderas) y antiquísimas naciones del continente, mucho
más enraizadas en ambientes y territorios y por ende con una
legitimidad que no requiere de la invención de símbolos
artificiales, ni de falsos patriotismos.
En
primer lugar, América estuvo ancestralmente poblada por
numerosísimas naciones de variados tipos y tamaños desde tiempos
inmemoriales. Estos pueblos ocupaban territorios propios y poseían
culturas claramente diferenciables de sus vecinos: lenguas y
religiones, prácticas culturales y productivas y otras
características
Una
estimación conservadora permite situar el número de Primeras
Naciones americanas a la época de la llegada de los europeos en una
cifra superior al millar. Algunas de estas naciones eran muy
numerosas, con poblaciones de varios cientos de miles de habitantes
o millones: quechuas, aymaras, taínos, mapuches, iroqueses y otros
poseían todos complejas culturas muy antiguas, que ocupaban sus
territorios desde hacía varios siglos, e incluso milenios.
Los
imperios europeos invadieron los territorios de esta naciones
basados en su superior fuerza militar y "fundaron" colonias que a la postre se habrían de transformar en los futuros "países"
La
invasión europea determinó la disminución rápida de las cifras
demográficas. Algunas naciones fueron completamente aniquiladas
(caso de los taínos en Santo Domingo) y otras vieron sus números
dramáticamente reducidos. Sin embargo, a pesar de dicha
disminución, muchas de estas sociedades mantienen poblaciones
numerosas conservando los elementos centrales de sus respectivas
culturas.
Es
el caso de la grandes naciones andinas de los quechuas y aymaras que
aún hoy reúnen poblaciones de varios millones cada una. Otras
Primeras Naciones relativamente numerosas son los mayas, purépechas,
mapuches, los nahuatl, los kuna, los guaraní, los arawak, los toba,
los iroqueses, los navajos y otros.
Estos
pueblos poseen su propia lengua, sus costumbres y creencias y han
desarrollado prácticas productivas adaptadas a los ecosistemas
existentes en sus tierras. Sin embargo, a la hora de reconocer sus
derechos nacionales,
políticos,
civiles y religiosos
las Primeras Naciones americanas son dejadas voluntariamente de
lado. No hay un solo estado-territorial que coincida con ninguna
Primera Nación americana. Los quechuas están en Perú, en Bolivia
y en Ecuador, pero carecen de su propia expresión política. Los
mapuches están en Chile y Argentina, pero su lengua no se enseña
en las escuelas, habiendo perdido la mayor parte de sus territorios
ancestrales hace más de un siglo. Los tobas están divididos por la
frontera Paraguayo- Argentina (el río Pilcomayo) y no tienen
ninguna posibilidad real de participación en la política de sus
respectivos "países".
Los
geógrafos debemos empezar a reconocer que al lado del mapa político
oficial, existe un mapa cultural real, diferente y profundo, que
incluye todas las Primeras Naciones sobrevivientes en el marco de
sus territorios tradicionales.
Este
mapa no está hecho. Apenas existen algunas cartas denominadas "etnográficas" en donde se incluye la localización aproximada de los pueblos indígenas o mapas políticos que reducen la nacionalidad de las Primeras
Naciones a los débiles contornos de sus reservas,
prácticamente indistinguibles de los límites de las grandes
fazendas o concesiones
mineras.
En
realidad, el mapa verdadero
de América está por hacerse. Este mapa ha de mostrar claramente
todas
las
naciones de América, sin exclusiones. Debe mostrar el país
mapuche. Hay todavía hoy un millón y medio de mapuches, muchos de
los cuales se resisten a identificarse con los estados que los
conquistaron y oprimieron: Chile y Argentina. La nación mapuche no
ha podido obtener su estado. Tampoco ha logrado que se la incluya en
ningún mapa. Debe mostrar el país guaraní. Existen todavía
varios centenares de miles de guaraní distribuídos en varios
cientos de comunidades: los m'bya
desperdigados a lo largo y a lo ancho de su antiguo territorio
ancestral que ahora se llama Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay,
los ava chiripá y los pai tavyterá/ kaiova en la banda occidental
del Alto Paraná, los ñandeva y ava-guaraní en el chaco
occidental. No tienen territorio, ni autogobierno, ni siquiera el
derecho a viajar en su propia tierra sin los documentos que les
exigen los estados que hoy ocupan sus antiguos territorios. Tampoco
hay un mapa que incluya a la antiquísima nación de los tobas,
emparentada con los mocovíes actuales y con los desaparecidos (?)
abipones y charrúas. Ningún mapa nos muestra donde está la nación
de los quechua. Su antiguo territorio: el Tahuantisuyu, hoy está
pintado de varios colores correspondiendo a varios países que se
llaman: Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina. Tampoco aparece
la nación aymara, cuyos representantes han quedado divididos en
tres países (Perú, Bolivia y Chile) por sendas fronteras
artificiales. Lo mismo se puede decir de los arawaks y caribes
desperdigados a lo largo de las selvas desde los chaná del sur
(terena y guaná) hasta los guajiros del norte de América del Sur.
Del
mismo modo, no existe un mapa de América Central o Meso-América
que pinte de colores el territorio de los kuna en el istmo de Panamá
e islas vecinas, ni el territorio maya en Guatemala, México y
Belice, ni el país de los nahuatl en el valle de México o el hogar
de la nación purépecha, en el estado mexicano de Michoacán.
Tampoco figura en ningún mapa político la numerosa nación de los
navajos, la confederación iroquesa o la hermosa patria de los
Haida, el archipiélago de Haidaway, que figura injusta y
grotescamente en los mapas con el nombre irrelevante de Queen
Charlotte Islands.
El
nuevo mapa de colores del continente americano está pendiente. Por
supuesto que están pendientes muchas otras cosas: entuertos que
enderezar, derechos a reconocer, historias a revisar. Sin embargo,
los geógrafos podemos y debemos cumplir con nuestra cuota parte en
esta necesaria rectificación de la cultura geográfica de América.
Desdibujar fronteras, pintar nuevos colores, mirar con otros ojos
los viejos territorios y la naturaleza que nos rodea. Tal vez ese es
el primer paso para construir la nueva sociedad en donde se acepten
y reconozcan todas las diversidades.
BIBLIOGRAFÍA
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Blog in English: daniloanton-en.blogspot.com
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