El opio y la amapola
Danilo Antón
Se trata de una planta herbácea
anual que crece naturalmente en el Asia Menor y en otras regiones del
Cercano y Medio Oriente. Sus semillas
son edibles y no
son psicoactivas. Sin embargo, cuando se araña la cápsula sale un
material lechoso y gomoso que al endurecerse se vuelve marrón. Esta
substancia, que tiene propiedades muy especiales, se llama opio.
La amapola fue domesticada en tiempos muy antiguos. Hay
registros sumerios en Mesopotamia (hace 6,000 o 7,000 años) que
mencionan la amapola, y las tabletas medicinales asirias se refieren
a su poder curativo. En el siglo XVII a.e.c. un tratado médico
egipcio prescribía el opio para los niños que lloran, del mismo
modo que, muchos siglos más tarde, las niñeras de la época
victoriana habrían de utilizar opiatos para calmar a los bebitos.
Históricamente, el opio no se fumaba, sino que era más
bien bebido con vino o tragado como píldoras. Se le usaba para
calmar el dolor, lograr un estado de euforia o como afrodisíaco.
En Creta antigua se plantaba la amapola desde tiempos
minoicos (tercer y segundo milenio antes de la era común).
Existen jarras de cerámica del año
1,500 a.e.c. provenientes de Chipre que muestran incisiones
estilizadas con la forma de las cápsulas de amapola18 .
También se han encontrado pipas de marfil del siglo XII a.e.c. en un
templo de esta misma isla que según se piensa eran utilizadas para
inhalar los vapores del opio (uno de los pocos ejemplos de «pipas de
fumar» de que se tiene noticia en el Mediterráneo, anteriores a la
expansión europea en América).
La deidad femenina griega Demeter, la Diosa Madre, era
al mismo tiempo Diosa de los granos y de las amapolas.
En Grecia y Roma el opio era habitualmente administrado
como calmante del dolor. Con ese fin era recomendado por los
fundadores de la medicina europea: Hipócrates (c.400 a.c.),
Dioscórides y Galeno (130-200 d.c.).
Se piensa que la poción que
preparaba Helena de Troya en la Odisea de Homero «para
acallar el dolor y la pena y traer olvido a cada malestar»
estaba preparada en base al opio de amapola. Del mismo modo, hay
quien sostiene que el vinagre mezclado con «hiel» que se ofreció a
Cristo en la Cruz (Mateo 27:34) también contenía esta sustancia. Es
sintomático que en el antiguo idioma hebreo, la palabra utilizada
para designar la «hiel», rôsh,
se usaba también para denominar al opio.
A partir de los siglos VII y VIII, la medicina del opio
también formó parte de la civilización islámica. Los comerciantes
árabes difundieron el opio en Persia, la India, el país malayo y
finalmente China.
En el año 1530 el médico
suizo-alemán
Paracelsus19
desarrolló un nuevo tipo de medicina que, en cierto modo, integró
las prácticas clásicas y medievales. Paracelsus era un admirador
de los poderes del opio al que llamaba «la piedra de la
inmortalidad» que siempre transportaba en «el pomo de la silla de
montar».
El medicamento basado en el opio que tuvo más
trascendencia fue la tintura de láudano que se prepara disolviendo
opio en alcohol. Este receta de Paracelsus tuvo éxito singular
difundiéndose rápidamente en todo el continente europeo.
Durante más de tres siglos el láudano fue «la»
medicina que no podía faltar en ningún botiquín médico. Su
consumo se extendió a las clases acaudaladas en todos los estados
del continente, a los clubes de sociedad de Londres y París y a las
altas esferas políticas y militares. Durante casi todo el siglo XIX
la mayor parte de los aristócratas se habían hecho aficionados al
láudano, o sea, al opio con alcohol.
El avance musulmán llevó el consumo del opio hasta la
India, país que, con el tiempo, habría de terminar siendo el mayor
productor mundial de amapola. En los siglos diecisiete y dieciocho,
los monarcas mogules le deban opio a los soldados, y el propio
emperador Shah Jahan, constructor del Taj Mahal, bebía opio en su
vino. Todavía hoy, en ese país, los trabajadores de la construcción
y los peones agrícolas se introducen una pequeña pelota de opio en
la boca ingiriéndola con su té. Sin embargo, en el subcontinente
hindú, el consumo del opio nunca alcanzó la dimensión social que
luego habría de alcanzar en China, sobre todo durante el siglo XIX.
De "Pueblos, Drogas y Serpientes", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.
Blog in English: daniloanton-en.blogspot.com
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