viernes, 6 de noviembre de 2015

Los imperialismos criollos también existen

Danilo Antón

No debe creerse que los únicos imperialismos son los imperios globales, aquellos que se repiten en discursos y folletos. Por supuesto, los principales son reconocidos por todos: el imperialismo estadounidense, el antiguo y hoy renaciente imperialismo ruso, su frustrado sucesor, el imperialismo soviético, los anacrónicos imperialismos inglés y francés.
Sin embargo ahí no se termina la lista, en realidad hay muchos más. Los hubo y los habrá.
Numerosos estados modernos se constituyeron en base a una acción imperialista para con sus vecinos. Eso lo saben muy bien los saharahuís que sufren bajo el sojuzgamiento del imperialismo marroquí, que no es de ahora, sino que es heredero de los antiguos imperios moros que se extendían de Tánger a Timbuctú.
También lo saben los pobladores católicos y luso-parlantes de Timor Oriental que luego de sacudirse el yugo antiguo del imperialismo portugués, debieron continuar luchando para sacarse de encima el ejército invasor de Indonesia que impuso su control imperial allá en 1975. Parece que los timoreses han logrado su objetivo. Los papúas de Nueva Guinea todavía continúan su lucha de liberación con el gobierno indonesio de Jakarta en condiciones desiguales. Los kurdos repartidos entre tres países, Irán, Turquía e Irak, llevan muchas décadas en conflicto para establecer su propio estado, todavía sin éxito. Los tibetanos procuran liberarse del apretado abrazo chino.
En nuestra América Latina los ejemplos de reclamaciones territoriales abundan.
Algunos casos son relativamente recientes. Tal el caso de Belice que tuvo enorme dificultades para asegurar su independencia de la codicia territorial de la dictadura militar guatemalteca, o del débil y empobrecido estado de Guayana que hasta hace poco debía defender sus derechos soberanos sobre la mayor parte de su territorio frente a las aspiraciones expansionistas de Venezuela. Afortunadamente estos reclamos han cesado, beliceños y guayaneses parecen estar gozando tranquilos de su relativa independencia.
Si nos remontamos a la historia podríamos aumentar la larga lista.
Todavía hoy nuestros compatriotas boricuas de Puerto Rico permanecen en el limbo colonial de “estado asociado” de los EE.UU..
No ignoramos el destino extraño de la antigua California hispano-mexicana, que después de mucho tiempo de inmigración transoceánica y transcontinental y “yanquización”, parece repoblarse de una demografía indo-americana. Millones de chicanos de “raza” orgullosamente mestiza están gradualmente reocupando los antiguos parajes en Los Angeles, San Diego y otros lugares, para ir creando una nueva California cuyo destino final el tiempo nos dirá. Y hablando de México y Estados Unidos no queremos olvidar que la demarcación de esa frontera fue el resultado del genocidio y usurpación de los territorios ancestrales apaches perpetrados por ambos ejércitos (de los EE.UU. y la República Mexicana) en la segunda mitad del siglo XIX. Muchos de los estados latinoamericanos actuales se constituyeron avasallando naciones indígenas antiguas. Un ejemplo es la mal llamada “Campaña del Desierto” de Julio Argentino Roca en Argentina (un “desierto” habitado por pueblos antiguos que ejercían su independencia en forma aceptada desde hacía mucho tiempo) que culminara con la conquista de la Patagonia por Buenos Aires.
La “Confederación de Salinas Grande” bajo el liderazgo mapuche de Kalfukurá y su hijo Namunkurá, que se extendía de océano a océano, fue salvajemente invadida y conquistada por el ejército de Roca y sus secuaces en 1879. La guerra duró siete años y terminó con la muerte de miles de pobladores mapuches y tehuelches, su esclavización, el saqueo de sus ganados y bienes, y el arrebato permanente de sus tierras.
Poco después comenzaron las “otras guerras” en el norte. Gradualmente las naciones chaqueñas: tobas, mocovís, pilagás, wichís, cayeron bajo el ímpetu imperialista de Buenos Aires.
Brasil se expandió hacia el oeste a costas de los kayapó, los chavantes y tantos otros. La invasión de la Banda Oriental fue frustrada por los orientales de Lavalleja en 1825. Chile amplió sus fronteras hacia el sur conquistando los estados australes mapuches más allá del Bío Bío.
En la región paraguaya los límites actuales de Argentina y Brasil se nutrieron de territorios anexados al antiguo estado del Paraguay luego de la Guerra de la Triple Alianza. Debemos aclarar que en realidad fue la Guerra de la Doble Alianza porque Uruguay (cuya soberanía agredida fue la causa de la intervención solidaria de Paraguay) estaba invadido por Brasil en esa época.
En una guerra similar Bolivia perdió su acceso a la costa frente a los ejércitos chilenos.
En fin, los estados criollos se han construido a través de la guerra, del avasallamiento y del saqueo.
Supuestamente los apetitos imperiales de las repúblicas latinoamericanas para con sus vecinos y pobladores nativos han cesado. Aparentemente se estableció un orden internacional más o menos respetado por todos que hace mucho más difícil las agresiones y las prepotencias (aunque no debemos olvidar que fronteras adentro las naciones indígenas siguen siendo agredidas).
Los procesos de integración también ayudan a crear nuevos marcos jurídicos regionales y renovadas instancias de discusión y diálogo.
Sin embargo, no hay que confiarse demasiado. Tal como lo enseña la historia, la política tiene infinitos vericuetos. Eso lo debemos recordar los uruguayos.
Nuestros vecinos son nuestros amigos y hermanos. Pero no hay garantías de que los sucesivos gobiernos también lo sean.
Debemos cultivar las alianzas con todos los que podamos, en el continente o fuera de él. Movernos con mucha cautela y habilidad.
Y a la vez fortalecernos para adentro. Este fortalecimiento es un tema de defensa nacional, pero sobre todo es un tema de economía y de cultura.
Por un lado necesitamos crear las condiciones de pujanza productiva y calidad de vida que nos den un motivo más para defendernos en caso necesario
Y por otro continuar forjando una identidad cultural propia e intransferible para trasmitir a nuestros descendientes. De esa forma podremos crecer para adentro que es la mejor forma de existir....

Danilo Antón
Montevideo
dantonster@gmail.com

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