Danilo Antón
La teoría
del calentamiento global, así como sus supuestas consecuencias
catastróficas, se basa en datos incompletos y parciales y parece
tener como fin favorecer los intereses personales e institucionales
de las empresas, universidades y ONGs que se beneficiarían con los
recursos financieros volcados para resolver estos hipotéticos
problemas.
Durante los últimos
años se ha extendido la teoría de que se está produciendo un
calentamiento global, provocado, de acuerdo a la opinión de algunos,
por la emisión de dióxido de carbono de origen antrópico producto
de la combustión de hidrocarburos y otros combustibles.
Al mismo tiempo, se
señala que, debido a dicho calentamiento, se generan profundos
cambios climáticos a nivel global con fusión de los hielos polares
y ascenso continuado de los niveles oceánicos creando una grave
amenaza para las zonas costeras.
La conclusión lógica de
este modelo hipotético es que nos estamos aproximando a la
ocurrencia de un desastre de carácter dramático e irreversible.
Esta creencia, que prácticamente se ha elevado al rango de dogma, ha
provocado una alarma generalizada a muchos niveles desencadenando
todo tipo de iniciativas y proyectos, así como decisiones políticas
y económicas en muchos gobiernos y agencias internacionales.
Sin embargo, cuando se
analizan los datos rigurosos y fríos, sin preseleccionarlos para
acomodarlos a las conveniencias, este modelo teórico no parece
confirmado por la realidad.
Cuando se habla de
calentamiento global se señala que ello está probado por los
incrementos registrados de las temperaturas en los numerosos
observatorios instalados a través del mundo. Sin embargo, cuando se
analizan los datos meteorológicos sin prejuicios, ese aumento
generalizado de la temperatura no parece tan obvio. Disponemos de un
conjunto de series térmicas ubicadas en las más variadas
localizaciones geográficas, excluyendo los datos de zonas
urbanizadas que deformarían los resultados, que no muestran ningún
aumento claro de la temperatura. A los efectos de ilustrar esta
incertidumbre nos remitimos a las investigaciones de John Daly, hace unos 15 años, y que están profusamente inventariadas en el sitio www.john-daly.com
Si bien en ciertos
estudios se han logrado demostrar procesos de disminución de
glaciares y calotas polares en contextos locales, su fusión
generalizada tampoco ha sido demostrada. Por el contrario, hay varios
trabajos científicos que concluyen que ni en la Antártida ni en
Groenlandia se ha producido una disminución de los volúmenes
congelados. Hay numerosas referencias al respecto entre las cuales
destacamos los trabajos de Thompson, D.W.J. and Solomon, S.
2002, Rohling
et al. (2003),
Dahl-Jensen
et al (1998),
Wagner
and Melles (2001)
Lassen
et
al.
(2004),
Chylek
et
al.(2004),
Taurisano
et
al.
(2004),
Hanna
and Cappelen (2003),
Laidre
and Heide-Jorgensen (2005).
Con relación a los
niveles marinos, que se supone estarían ascendiendo, sucede algo
similar. Hay muchas incertidumbres que se relacionan con la
dificultad que existe para medir apropiadamente dichos niveles con
precisión. En efecto, las oscilaciones periódicas que producen las
mareas, vientos, etc, y el dinamismo de los bloques continentales que
están permanentemente hundiéndose o elevándose por motivos
tectónicos y geológicos varios, impiden obtener certezas. Las
cifras de elevación del nivel oceánico que se manejan no exceden
los 2 milímetros anuales, lo cual parece demostrar lo exagerado de algunas afirmaciones que pronostican la sumersión futura de algunas áreas urbanas costeras.. También en este tema abundan las referencias en
donde se presentan gran diversidad de datos y opiniones mostrando el
carácter dudoso de las estimaciones (ver S. J. Holgate, 2006, Russel
S.Hannon et al, 1981)
Por su parte, el aumento
del C02 en la atmósfera, que ha sido registrado durante
las últimas décadas, es en realidad poco significante al considerar
las cifras globales atmosféricas (apenas dos millonésimos por año),
existiendo fuertes discrepancias acerca de su rol efectivo como gas
invernadero frente a otros factores que parecen más importantes
(p.ej. la presencia de vapor de agua y condensaciones en nubes,
aerosoles, etc). También en este tema una revisión de la
bibliografía permite apreciar una diversidad de opiniones (ver en
Wikipedia: Global Warming and Carbon Dioxide, también en C. R. de
Freitas, 2002 y Thomas Gold, 1999).
En cuanto la idea del
“cambio climático” no se trata de ninguna anomalía. Los climas
planetarios han “cambiado” durante toda la historia geológica y,
por supuesto, siguen cambiando. Se encuentran numerosos testimonios
sedimentarios y fosilíferos que representan los vestigios de los
diversos climas que se han sucedido desde tiempos primigenios. En
cuanto al tipo de cambio que se estaría produciendo y su intensidad,
considero que no tenemos elementos todavía para definirlo. En todo
caso, los cambios que se han producido (aún no confirmados) parecen
pequeños frente a las grandes modificaciones climáticas que
ocurrieron en la historia planetaria.
Resumiendo podemos decir
que las temperaturas de la atmósfera muestran aumentos en las zonas
urbanizadas (que es una pequeña parte del área planetaria) y
prácticamente ninguna en el resto de la superficie terrestre.
Tampoco se ha contabilizado un balance negativo del volumen de agua
inmobilizada como hielo en las zonas polares. Por el contrario hay
quien sostiene, con datos serios, que la cantidad de hielo está
aumentando. Los supuestos incrementos de los niveles marinos a nivel
global tampoco han sido demostrados, alejando la alarma de presuntos
riesgos catastróficos en las zonas costeras.
En los hechos, hemos
asistido a una campaña mediática, impulsada por intereses
económicos y políticos, tendiente a demostrar que se aproxima un
desastre para la humanidad debido al consumo exorbitante de
combustibles (a nuestro juicio mal llamados “fósiles”) de origen
mineral.
Estaríamos en presencia
de otro gran pecado humano que se va a manifestar a través de un
castigo ecológico que “nos” merecemos por nuestra
irresponsabilidad ambiental.
Tal vez hay algunos,
incluso muchos, “pecados” humanos que están causando daños y
sufrimientos, pero no estoy de acuerdo que para identificarlos o
explicarlos se modifiquen los datos de la realidad dándoles un
carácter científico que no tienen.
Este supuesto desastre
que nos augura la elite académico-política mundial podrá venir o
no, tal vez ocurra algún otro desastre que ni siquiera imaginamos,
pero lo que no se puede aceptar es la deshonestidad en la
argumentación y en el manejo de la información.
Parece cada vez más
claro que, en los hechos, esta campaña alarmista y seudocientífica
tiene como fin principal beneficiar los intereses personales e
institucionales de las empresas, universidades y ONGs que recogen los
beneficios financieros volcados para solucionar estos supuestos
problemas aún no demostrados.
Referencias
- Chylek, P., Box, J.E. and Lesins, G. 2004. Global warming and the Greenland ice sheet. Climatic Change 63: 201-221.
- C. R. de Freitas, 2002; Are observed changes in the concentration of carbon dioxide in the atmosphere really dangerous? School of Geography and Environmental Science, University of Auckland, PB 92019, Auckland, New Zealand, Bulletin of Canadian Petroleum Geology; June 2002; v. 50; no. 2; p. 297-327
- Dahl-Jensen, D., Mosegaard, K., Gundestrup, N., Clow, G.D., Johnsen, S.J., Hansen, A.W. and Balling, N. 1998. Past temperatures directly from the Greenland Ice Sheet. Science 282: 268-271.
- Daly, John L., Still Waiting for Greenhouse; A lukewarm view of global warming, mainly 2004; www.john-daly.com
- Gold, Thomas, 1999; The deep hot biosphere; Copernicus Books
- Hanna, E. and Cappelen, J. 2003. Recent cooling in coastal southern Greenland and relation with the North Atlantic Oscillation. Geophysical Research Letters 30: 1132.
- S. J. Holgate, 2006, On the decadal rates of sea level change during the twentieth century; Proudman Oceanographic Laboratory, Liverpool, UK, Geophysical Research Letters, Vol. 34, 2007
- Laidre, K.L. and Heide-Jorgensen, M.P. 2005. Arctic sea ice trends and narwhal vulnerability. Biological Conservation 121: 509-517.
- Lassen, S.J., Kuijpers, A., Kunzendorf, H., Hoffmann-Wieck, G., Mikkelsen, N. and Konradi, P. 2004. Late-Holocene Atlantic bottom-water variability in Igaliku Fjord, South Greenland, reconstructed from foraminifera faunas. The Holocene 14: 165-171.
- Rohling, E.J., Mayewski, P.A. and Challenor, P. 2003. On the timing and mechanism of millennial-scale climate variability during the last glacial cycle. Climate Dynamics 20: 257-267.
- Russel S. Harmon* et al, 1981, Bermuda sea level during the last interglacial
- Nature 289, 481 - 483
- Taurisano, A., Boggild, C.E. and Karlsen, H.G. 2004. A century of climate variability and climate gradients from coast to ice sheet in West Greenland. Geografiska Annaler 86A: 217-224.
- Thompson, D.W.J. and Solomon, S. 2002. Interpretation of recent Southern Hemisphere climate change. Science 296: 895-899.
- Wagner, B. and Melles, M. 2001. A Holocene seabird record from Raffles So sediments, East Greenland, in response to climatic and oceanic changes. Boreas 30: 228-239.
- Wikipedia, 2007; Global Warming and Carbon Dioxide
No hay comentarios:
Publicar un comentario