Las incertidumbres en el futuro político de Ucrania
En Europa se está viviendo una situación que podemos definir como dramática. Los antiguos y nuevos nacionalismos se enfrentan, reviven hechos del pasado, muestran actitudes segregacionistas y discriminatorias, y en casos extremos incluso llegan a confrontarse militarmente. Este tipo de situaciones han desencadenado conflictos encarnizados con muchos muertos y heridos, destrucción de viviendas e infraestructuras e incluso desarticulación de la economía y desmembración social.
Eso es lo que está pasando en Ucrania y que desembocó en una guerra, que por ahora involucró solo a Rusia y Ucrania, pero que puede afectar directa o indirectamente a otros estados que tienen o pueden tener intereses políticos o militares en el conflicto. Esto se ha podido comprobar a través de la amplitud del involucramiento de la Unión Europea y los EEUU en la situación ucraniana, a través de sanciones a Rusia y asistencia militar al gobierno de Ucrania.
Es importante recordar que Ucrania está localizada en una zona fronteriza de antiguos imperios europeos. Una parte del país, el oeste, se mantuvo bajo control del imperio austríaco desde hasta 1917. El resto del país estaba integrado al territorio controlado por la Rusia zarista.
La población ucraniana formaba parte del continuo lingüístico de las culturas eslavas orientales que abarcaba las lenguas ucraniana, bielorrusa y rusa. El idioma ucraniano no había tenido la oportunidad de establecerse institucionalmente como lengua oficial, y el ruso pasó a ser el idioma más utilizado, particularmente después de la revolución bolchevique y soviética. Si bien el gobierno soviético promovía las lenguas nacionales en todo el territorio le daba preeminencia al ruso que era la lengua franca de toda la confederación.
Por su parte, conviene recordar que Ucrania es un país muy extenso. Tiene una superficie de 603,628 km2 lo que lo hace el segundo país más extenso de Europa después de Rusia. Tiene una población de 41.3 millones de habitantes concentrados en algunas zonas urbanas, en particular en Kiev, su capital, donde habitan 3.5 millones de habitantes
Debido a que las políticas multilingüísticas soviéticas, a que nos referíamos anteriormente, solo se mantuvieron en forma irregular, hubo períodos en que fue la lengua rusa la que se impuso en la educación y la administración. Como resultado de esta situación cuando Ucrania se declaró independiente de la Unión Soviética en 1992, en la práctica era un país bilingüe donde un porcentaje elevado de la población, más de la mitad, había cursado la enseñanza en ruso y que por lo tanto se expresaba habitualmente en ese idioma..
Esta situación se mantuvo intermitentemente hasta 2014 en que hubo un cambio de gobierno en que se impuso un partido con fuertes tendencias nacionalistas y sentimientos anti-rusos.
En unos pocos años, llegamos a la situación actual.
Si bien el ucraniano es la lengua nativa de 67.5% de la población, el idioma ruso es hablado por casi toda la población y es el idioma nativo del 29.6%.
La mayor parte de los hablantes nativos de ruso habitan las provincias del sureste (el Donbass) con un área de 53,201 km2 y 6.2 millones habs
Precisamente, en las provincias del Donbass, 80% de la población habla ruso y un 17% ucraniano.
Cuando el gobierno nacionalista tomó el poder en Kiev, comenzó a exigir la lengua ucraniana en la docencia escolar y en los trámites administrativos prohibiendo el idioma ruso.
Esta decisión produjo una fuerte reacción en las provincias del sureste que eran Donetsk y Luhansk donde predominantemente se hablaba ruso. Se crearon milicias y rápidamente estas provincias, se organizaron y declararon unilateralmente su independencia con los nombres respectivos de República Popular de Donetsk y República Popular de Luhansk. A los efectos informativos señalo que Donetsk tiene un área de 26,517 km2 y 4,100,000 habitantes y Luhansk de 26,684 km2 y 2,100,000. Las principales ciudades de ambas provincias son respectivamente Donetsk con 900,000 habs y Luhansk con 400,000.
Una situación aún más ilustrativa sobre esta predominancia étnico-lingüística del ruso se dio en Crimea donde la población de habla rusa constituía 84% de la población, y que frente a la instalación del gobierno nacionalista en Kiev que imponía el idioma ucraniano decidió realizar un referéndum para incorporarse a la Federación Rusa que finalmente fue aprobado por 96.7 % de los votantes dando lugar a la integración de Crimea a Rusia.
El gobierno ucraniano protestó ante la incorporación de Crimea a Rusia pero sin embargo no intentó ninguna medida de fuerza para impedirlo. Su actitud fue diferente ante las provincias rebeldes de Ucrania oriental. El ejército ucraniano avanzó militarmente para recuperar el control de estos territorios pero solo logró éxitos parciales en una ofensiva que causó miles de muertos y heridos pero terminó en un impasse que fue formalizado en los llamados acuerdos de Minsk. Aunque con interrupciones breves esta pausa continuó hasta el mes de febrero de este año (2022).
El gobierno de Rusia no se había inmiscuido directamente en el conflicto aunque de alguna manera había colaborado permitiendo los intercambios fronterizos y haciendo llegar alguna ayuda, tal vez incluso de tipo militar, pero sin reconocer a estas nuevas repúblicas y sin intervenir en las confrontaciones.
Al mismo tiempo, el gobierno ucraniano había solicitado la intervención de la Unión Europea, el Reino Unido y los EEUU, países que rápidamente se prestaron a colaborar tanto económica como militarmente. Basado en ese apoyo el gobierno ucraniano inició una invasión militar de Donetz y Luhansk que en definitiva fue la gota de agua que provocó la intervención de Rusia desencadenando la operación militar o invasión que ya lleva más de 3 meses.
En los hechos, dado el contexto geopolítico regional e internacional parece que el riesgo principal para Ucrania, no es solo que se concrete la ocupación de parte de su territorio por Rusia, sino que puede estar en juego la propia supervivencia del propio estado ucraniano.
Las provincias del sureste, lo que se llama el Donbass, son claramente simpatizantes de la operación militar rusa mientras que otras regiones del sur, como Jerson e incluso Odesa, es probable que se plieguen apoyando este avance de los ejércitos prorrusos.
En el resto de Ucrania, la situación es diferente. Claramente, en extensas zonas, la población ha desarrollado sentimientos anti-rusos desde hace tiempo dificultando o incluso haciendo imposible el avance de las fuerzas pro-rusas hacia el norte y el oeste.
Tal vez el problema se haría más grave si, con pretexto de colaborar con el gobierno ucraniano, se concretara la intervención del ejército polaco en las regiones que anteriormente habían estado bajo su soberanía, como Leópolis (Lvov) y la Galizia.
Del mismo modo hay una importante minoría húngara en la Transcarpatia cerca de la frontera de Hungría que podría agregar inestabilidades políticas a esa región.
En conclusión, en el futuro de Ucrania hay muchas incertidumbres que no son solamente las que introdujo el Kremlin con la invasión actualmente en curso.
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