Una geografía ignorada, el mapa de la América profunda todavía está pendiente
Hay más de 35 estados en el continente americano cuya existencia se relaciona con la historia de su colonización por las potencias europeas. Hay 18 que surgieron de la subdivisión del imperio colonial español, y por tanto utilizan el idioma español como lengua oficial, hay un gran estado de lengua portuguesa (Brasil) que ha heredado los territorios coloniales portugueses indivisos. A éstos hay que agregar varios estados de lengua inglesa, dos de los cuales (los Estados Unidos y el Canadá) poseen dimensiones subcontinentales y el resto son unidades políticas mucho menores (p.ej. Guyana, Trinidad y Tobago, Jamaica y otras islas más pequeñas) y un par de estados territoriales relacionados con la antigua colonización francesa (Haití) y holandesa (Surinam). Los geógrafos debemos empezar a reconocer que al lado del mapa político oficial, existe un mapa cultural real, diferente y profundo, que incluye todas las Primeras Naciones sobrevivientes en el marco de sus territorios tradicionales.
Este mapa no está hecho. Apenas existen algunas cartas denominadas etnográficas
en donde se incluye la localización aproximada de los pueblos indígenas o mapas
políticos que reducen la nacionalidad de las Primeras Naciones a los débiles
contornos de sus reservas, prácticamente indistinguibles de los límites de las
grandes fazendas o concesiones mineras.
En realidad, el mapa verdadero de América está por hacerse. Este mapa ha de
mostrar claramente todas las naciones de América, sin exclusiones. Debe mostrar
el país mapuche. Hay todavía hoy un millón y medio de mapuches, muchos de los
cuales se resisten a identificarse con los estados que los conquistaron y
oprimieron: Chile y Argentina. La nación mapuche no ha podido obtener su
estado. Tampoco ha logrado que se la incluya en ningún mapa. Debe mostrar el
país guaraní. Existen todavía varios centenares de miles de guaraní
distribuídos en varios cientos de comunidades: los mbya desperdigados a lo
largo y a lo ancho de su antiguo territorio ancestral que ahora se llama
Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, los ava chiripá y los pai tavyterá/
kaiova en la banda occidental del Alto Paraná, los ñandeva y ava-guaraní en el
chaco occidental. No tienen territorio, ni autogobierno, ni siquiera el derecho
a viajar en su propia tierra sin los documentos que les exigen los estados que
hoy ocupan sus antiguos territorios. Tampoco hay un mapa que incluya a la
antiquísima nación de los tobas, emparentada con los mocovíes actuales y con
los desaparecidos (?) abipones y charrúas. Ningún mapa nos muestra donde está
la nación de los quechua. Su antiguo territorio: el Tahuantisuyu, hoy está
pintado de varios colores correspondiendo a varios países que se llaman: Perú,
Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina. Tampoco aparece la nación aymara, cuyos
representantes han quedado divididos en tres países (Perú, Bolivia y Chile) por
sendas fronteras artificiales. Lo mismo se puede decir de los arawaks y caribes
desperdigados a lo largo de las selvas desde los chaná del sur (terena y guaná)
hasta los guajiros del norte de América del Sur.
Del mismo modo, no existe un mapa de América Central o Meso-América que pinte
de colores el territorio de los kuna en el istmo de Panamá e islas vecinas, ni
el territorio maya en Guatemala, México y Belice, ni el país de los nahuatl en
el valle de México o el hogar de la nación purépecha, en el estado mexicano de
Michoacán. Tampoco figura en ningún mapa político la numerosa nación de los
navajos, la confederación iroquesa o la hermosa patria de los Haida, el
archipiélago de Haidaway, que figuró injusta y grotescamente hasta hace muy
poco en los mapas con el nombre irrelevante de Queen Charlotte Islands.
El nuevo mapa de colores del continente americano está pendiente. Por supuesto
que están pendientes muchas otras cosas: entuertos que enderezar, derechos a
reconocer, historias a revisar. Sin embargo, los geógrafos podemos y debemos
cumplir con nuestra cuota parte enesta necesaria rectificación de la cultura
geográfica de América. Desdibujar fronteras, pintar nuevos colores, mirar con
otros ojos los viejos territorios y la naturaleza que nos rodea. Tal vez ese es
el primer paso para construir la nueva sociedad en donde se acepten y
reconozcan todas las diversidades. D.Antón, Las Primeras Naciones del Sur,
Piriguazú Ediciones. Continúa en daniloanton.blogspot.com y daniloanton-en.blogspot.com
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