El cambio climático: hechos y ficciones
D.A.
Durante los últimos años se ha extendido la teoría de que se está produciendo un cambio climático a nivel global que estaría modificando las condiciones ambientales planetarias intensamente con graves riesgos para las civilizaciones humanas.
Esta afirmación no introduce
ningún elemento nuevo. Los climas planetarios han “cambiado” durante toda la
historia geológica y, por supuesto, siguen cambiando. Se encuentran numerosos
testimonios sedimentarios y fosilíferos que representan los vestigios de los
diversos climas que se han sucedido desde tiempos primigenios. En cuanto al
tipo de cambio que se estaría produciendo y su intensidad, considero que no
tenemos elementos todavía para definirlo. En todo caso, los cambios que se han
producido (aún no confirmados) parecen pequeños frente a las grandes
modificaciones climáticas que ocurrieron en la historia planetaria. El cambio
que se identifica ahora estaría provocado por la emisión de dióxido de carbono
proveniente de la combustión de hidrocarburos lo cual implicaría un aumento de
la temperatura atmosférica planetaria.
Al mismo tiempo, se señala que,
debido a dicho calentamiento, se generan profundos cambios climáticos a nivel
global con fusión de los hielos polares y ascenso continuado de los niveles
oceánicos creando una grave amenaza para las zonas costeras. Esta teoría ha
provocado una alarma generalizada a muchos niveles desencadenando decisiones
políticas y económicas internacionalesl y de muchos gobiernos.
Sin embargo, cuando se analizan
los datos rigurosos este modelo teórico no parece confirmado por la realidad.
En los hechos, en los datos meteorológicos, ese aumento generalizado de la
temperatura no parece tan obvio. Disponemos de un conjunto de series térmicas
ubicadas en las más variadas localizaciones geográficas, excluyendo los datos
de zonas urbanizadas que deformarían los resultados, que no muestran ningún
aumento claro de la temperatura.
La fusión generalizada de
glaciares no ha sido demostrada. Hay varios trabajos científicos que concluyen
que ni en la Antártida ni en Groenlandia se ha producido una disminución de los
volúmenes congelados.
Con relación a los niveles
marinos, que se supone estarían ascendiendo, sucede algo similar. Hay muchas
incertidumbres. Las oscilaciones periódicas que producen las mareas y vientos,
así como el dinamismo de los bloques continentales que están permanentemente
hundiéndose o elevándose por motivos tectónicos y geológicos varios, impiden
obtener certezas. Por otra parte, las cifras de elevación del nivel oceánico
que se manejan no excederían los 2 milímetros anuales y la información recogida
en las islas bajas del Pacífico tiende a mostrar una relativa estabilidad de
los niveles marinos en dicha región.
Por su parte, el aumento del CO2
en la atmósfera, que ha sido registrado durante las últimas décadas, es en
realidad poco significante al considerar las cifras globales atmosféricas
(menos de dos millonésimos por año), existiendo discrepancias acerca de su rol
efectivo como gas invernadero frente a otros factores que parecen más
importantes como la presencia de vapor de agua y condensaciones en nubes y los
aerosoles naturales y antrópicos.
Resumiendo podemos decir que las
temperaturas de la atmósfera muestran aumentos en las zonas urbanizadas (que es
una pequeña parte del área planetaria) y prácticamente ninguna en el resto de
la superficie terrestre. Tampoco se ha contabilizado un balance negativo del
volumen de agua inmobilizada como hielo en las zonas polares. Por el contrario
hay quien sostiene, con datos serios, que la cantidad de hielo está aumentando.
Los supuestos incrementos de los niveles marinos a nivel global tampoco han
sido demostrados, alejando la alarma de presuntos riesgos catastróficos en las
zonas costeras.
En los hechos, lo que sí ha
quedado expuesto es la persistencia de una campaña mediática, impulsada por
intereses económicos y políticos, tendiente a demostrar que se aproxima un
desastre para la humanidad debido al consumo exorbitante de combustibles de
origen mineral. Para evitar caer en errores en el futuro a la hora de tomar las
decisiones y definir las estrategias, la humanidad necesita apoyarse más en los
datos de la ciencia y menos en los conveniencias coyunturales de carácter
económico o político.
De "Cambio climático:
hechos y ficciones", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.
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