¿Cuántas plantas de celulosa son sostenibles en Uruguay?
Por Eduardo Blasina
Mantener buena calidad de aguas y una ganadería capaz de
producir la carne más diferenciada del mundo es a largo plazo una estrategia
que agrega más valor
Aunque con dudas, he sido defensor del proyecto UPM. Me ha
costado muchas críticas y hasta una situación tragicómica cuando en la facultad
de Psicología al empezar a dar mi punto de vista durante un debate empecé a
escuchar un ruido extraño. Pensé que sería una alarma de esas que se disparan
en la ciudad ocasionalmente, quedé medio desconcertado, hasta que logré darme
cuenta de que eran dos muchachas que por defender esta planta me abucheaban
ante la pasividad de los moderadores. Es bueno que el Uruguay agregue a sus
exportaciones nuevos rubros de gran escala, atraiga inversiones de países
cultos del norte de Europa, y genere polos de desarrollo en el centro del país,
donde ha sido más difícil el desarrollo.
Estos emprendimientos suponen un fuerte desafío ambiental.
El ecosistema soporta cierta presión, pero no más que una determinada presión.
Si cruzamos el umbral de carga soportable el sistema colapsa.
La defensa del proyecto UPM, en mi caso tenía que ver con la
importancia de la cultura finlandesa, cuidadosa en todo sentido. Por otra parte
mi apoyo, que mantengo, tiene que ver con generar un polo de desarrollo estratégico
en el centro del país, donde generar puestos de trabajo en ciudades como Paso
de los Toros, donde fuera del cuartel y la intendencia, no es fácil para un
joven conseguir empleo.
También mantengo la esperanza de que en el mediano plazo se
pueda, en base a la tecnología finlandesa, generar algo más que la mera
celulosa. Hay finlandeses sumamente expertos en las tecnologías del papel y en
agregarle valor a la madera. ¿Por qué no casas y muebles?, ¿por qué no resinas
y perfumes? ¿Y por qué no convencer a los finlandeses de que ayuden a
investigar la flora nativa en alianza con la academia uruguaya? Me parece
positivo dar la señal al mundo de que un país nórdico invierte en Uruguay y
ratifica la inversión. También me parece muy interesante que los productores
ganaderos puedan forestar una parte de sus campos, cobrar una buena renta,
diversifiquen el riesgo y eventualmente hagan ganadería bajo los árboles,
incluyendo el silvopastoreo. Tal vez en unos años cobren por el carbono
capturado por los árboles del aire. La tercera planta de celulosa asusta por la
presión sobre la cuenca del Río Negro (que hoy tiene, como todos los ríos de la
zona, una bajante impresionante), pero como soy un tecnooptimista, creo que
esos desafíos se superan en base a reglamentaciones y ciencia aplicada. Y es la
forma de agregar valor a una inmensa masa forestal que ya está en el
territorio, y de promover el mayor uso del papel en lugar del plástico.
Por supuesto que en todas las decisiones importantes la
balanza tiene dos platos y en este caso no comparto el trazado de las vías
férreas que no respetan a los centros urbanos, ni las erogaciones gigantescas
que tiene que hacer el Estado uruguayo.
Puesto todo en la balanza y dada la necesidad de mantener la
economía desarrollándose y sosteniendo una lógica de confiabilidad, estabilidad
y recepción de inversiones serias, contabilizando además la captura de carbono
de los bosques, mi postura ha sido favorable al desarrollo forestal. Pero
aceptada esta tercera planta de celulosa y casi que al otro día de anunciada la
renegociación, parece que ya estamos por pasar de tres plantas ¡a cinco!
¿Qué pasará con la ya grave situación de las aguas de
Uruguay, que tienen dos plantas de celulosa en funcionamiento y está
construyendo una tercera, que será la más grande de todas, si se sigue a una
cuarta y una quinta? ¿Hay relación entre estos proyectos y la inesperada
urgencia por achicar las áreas protegidas que nunca se propuso durante la
campaña?
Al comenzar esta semana, en plena ofensiva por achicar las
áreas protegidas, nos enteramos a través del Senador Guido Manini Ríos,
entrevistado en el programa En Perspectiva que dirige Emiliano Cotelo, que ya
se habla de una cuarta y una quinta planta de celulosa en territorio uruguayo.
El anuncio lo hizo al explicar su proyecto de ley que plantea prohibir la
siembra de eucaliptos en determinadas zonas del país, con suelos de alto
potencial. Será solo un rumor, pensé, recordando la canción del Cuarteto de
Nos.
Pero al día siguiente en Océano FM las dos nuevas plantas de
celulosa fueron confirmadas por el exdirector de forestación del Ministerio de
Ganadería, Pedro Soust. En entrevista con el periodista Nicolás Delgado, Soust
ratificó la existencia de los proyectos para una cuarta y quinta planta de
celulosa: “las posibilidades existen, son reales, como no”. Y argumentó que “el
sector forestal ha aportado muchas cosas positivas al país, lamentablemente hay
detractores, opinólogos que le han tirado algún petardo, pero en lo que
significa en la protección a los trabajadores, en los salarios de los
trabajadores, en la tecnología que se emplea, hasta ahora ha marchado
excelente.”
Tal parece que Uruguay está tomando definiciones
estratégicas de crucial importancia y sin que la ciudadanía tenga datos
fundamentales. ¿De qué tamaño serían estas industrias? ¿Dónde se ubicarían?
¿Quiénes instalarían esas plantas de celulosa? ¿Qué pasará con la ya grave
situación de las aguas de Uruguay, que tienen dos plantas de celulosa en
funcionamiento y está construyendo una tercera, que será la más grande de
todas, si se sigue a una cuarta y una quinta? ¿Hay relación entre estos
proyectos y la inesperada urgencia por achicar las áreas protegidas que nunca
se propuso durante la campaña?
La ganadería uruguaya que genera sus productos en convivencia
con la vida silvestre, quedará cada vez más reducida? ¿Cuántas hectáreas de
campo natural se perderán para siempre en los próximos años? ¿Podrá la
ciudadanía participar de estas decisiones que definen el paisaje que podrán ver
(o no) nuestros nietos?
Ya que sabemos poco, por lo menos sepamos que hay cosas
importantes que están pasando y de las que no nos estamos enterando. Aunque es
posible que la ley que propone no sea adecuada, hace bien Manini en poner el
tema sobre la mesa, antes de que se trate de hechos consumados. ¿Qué va a pasar
con la producción ovina en Uruguay? ¿Qué va a pasar con los paisajes que desde
hace millones de años son características únicas en el mundo y nos diferencian?
¿Qué relación tienen estos proyectos con la ofensiva por achicar las áreas
protegidas?
Como siempre la lógica debe ser la de compatibilizar y
buscar sinergias. El desarrollo forestal es algo positivo y lo notaremos
especialmente en estos dos años en los que nos permitirá salir del sacudón de
la pandemia más rápidamente. Pero el mantener una buena calidad de aguas y una
ganadería que es histórica y capaz de producir la carne más diferenciada del
mundo es en el largo plazo una estrategia que agrega seguramente más valor.
El debate sobre el Uruguay de mediano plazo parece
imprescindible, ¿cuántas plantas de celulosa son sustentables en el país?
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