Los humanos tenemos un prejuicio de seres que viven en la superficie de un planeta y creemos (mal) que es la única opción de la vida
"Los seres humanos somos animales de superficie y tenemos un prejuicio de seres «superficiales», nos imaginamos que toda la vida debe ser superficial, cuando en realidad la mayor parte de la vida es subterránea." (Thomas Gold)
Los ecosistemas hidrotermales
submarinos están constituidos por complejos sistemas biológicos
cuyo funcionamiento es poco conocido.
Muchos de estos ecosistemas se
sitúan a gran profundidad, generalmente entre 1,000 y 4,000 metros, asentados a
lo largo de las dorsales y en otras zonas volcánicas submarinas.
Son zonas de emergencia de
fluidos ricos en hidrocarburos, gases y sales de azufre y otras sustancias
minerales.
A pesar de la aparente hostilidad
de las condiciones de temperatura, presión y composición química del agua,
estos ecosistemas poseen una rica biodiversidad.
Las especies presentes incluyen
grandes mejillones y almejas de 30 centímetros de longitud, enormes gusanos
tubulares con largos pedúnculos (superando los dos metros de largo), corpulentos
cangrejos y otros invertebrados. Todo el ecosistema reposa en una flora
bacteriana muy rica que aprovecha la energía química y térmica de las
emanaciones para desarrollar su metabolismo y que, a menudo, vive en relación
simbiótica con los organismos pluricelulares locales.
Las fuentes de energía en dichos
ambientes son sobre todo de tipo químico basadas en la oxidación e hidratación
de hidrocarburos (en particular del metano, generando hidratos de metano) y
sulfuro de hidrógeno. En algunos casos las emanaciones son calientes, pero
también existen sitios donde hay manantiales fríos de petróleo, gases
hidrocarbonosos y de azufre.
Muchas de estas bacterias
pertenecen al gran grupo de las arqueobacterias (archaea), incluyendo las
denominadas genéricamente «hipertermófilas». Las hipertermófilas pueden vivir
en temperaturas muy elevadas de 45o. centígrados o más. Algunas
incluso se desarrollan mejor con
temperaturas por encima de los 80º centígrados.
Señala T. Gold que sus membranas
cerosas permiten los intercambios a temperaturas elevadas (a temperaturas más
frías se endurecen y no funcionan apropiadamente).
Este autor hace notar que la
temperatura de ebullición del agua, que en la superficie es de 100º grados centígrados
sube a 300º a tan sólo 876 metros de profundidad en el mar. El punto crítico en
donde la fase vapor y agua-líquida aparecen indiferenciadas se encuentra a
2,250 metros de profundidad.
En muchas comunidades
hidrotermales submarinas el agua es un fluido «supercrítico» y por lo tanto no
hay problemas de ebullición del agua que podría afectar los procesos vitales,
como ocurre en la superficie.
Por esa razón, sostiene Gold, es
posible imaginar que en los poros de las rocas, a gran profundidad, tal vez
hasta 6 o 10 km. exista una abundante población de hipertermófilas que utilicen
la energía química disponible, en particular, la que se puede extraer
de la oxidación del metano y
otros hidrocarburos.
El metano es un combustible
biológico particularmente deseable en profundidad porque su densidad aumenta
considerablemente.
A 6 kilómetros de profundidad el
metano es 400 veces más denso que en la superficie. Con esa densidad las
chances de que las moléculas de metano atraviesen las membranas de las
«arqueas» son muchísimo mayores.
En la superficie los metanótrofos
(consumidores de metano) son grupos poco comunes, sin embargo, en profundidad
probablemente sean la base misma del sistema subterráneo.
Este sistema biotérmico profundo
es lo que Gold llama «la biosfera profunda y caliente» (the deep hot
biosphere).
En muchas perforaciones se han
detectado comunidades hipertermófilicas a gran profundidad. El autor mencionado
proporciona dos ejemplos: un pozo petrolero de Alaska donde se pudo registrar «biología activa» a una profundidad de 4,200
metros y una temperatura de 110 º centígrados y un pozo de 5,200 metros en
Suecia donde se comprobó la presencia de microorganismos anaeróbicos con
temperaturas de 60 º a 70 º.
En las fuentes hidrotermales
continentales (no-oceánicas, a menudo sub-aéreas) existen otros ecosistemas que
también dependen de la energía química.
El ejemplo de los manantiales
hidrotérmicos de Yellowstone en los Estados Unidos es conocido. Las comunidades
termofílicas de estos lagos termales fueron estudiadas detalladamente desde la década
de 1960. Una de las bacterias hipertérmicas identificadas y descriptas en
Yellowstone en esa época, la Thermus aquaticus, permitió las primeras réplicas
rápidas de ADN que posibilitaron el desarrollo de la industria biológica
molecular de fines del siglo XX y principios del siglo XXI.
Las bacterias que habitan dichos
manantiales calientes utilizan los minerales en estado químico reducido y
agentes oxidantes para desarrollar su metabolismo. En los lagos termales
también habitan otros organismos que, en la mayor parte de los casos, también
son dependientes directa o indirectamente de las termo-bacterias antes mencionadas.
En una primera instancia, estos
ambientes hidrotermales submarinos y continentales aparecen como ambientes
extremos y anómalos.
En la opinión de Gold estos
ecosistemas son la mera expresión superficial de una enorme biosfera profunda.
No serían rarezas de la biología,
sino por el contrario la modalidad más común de la vida en la Tierra (y en
otros planetas también).
Sostiene este autor, con fuertes
argumentos, que en la inmensa mayoría de los casos la vida se basa en la
energía química, y que la verdadera «rareza» biológica es la vida de base
fotosintética.
Los seres humanos somos animales
de superficie y tenemos un prejuicio de seres «superficiales», nos imaginamos
que toda la vida debe ser superficial, cuando en realidad la mayor parte de la vida
es subterránea.
La presencia de vida superficial
en la Tierra es un fenómeno muy poco común que se dió debido a las particulares
características de temperatura, presión y composición gaseosa - líquida de la atmósfera
e hidrósfera que tiene este planeta.
Comprender este hecho será muy
importante cuando llegue el momento de explorar otros cuerpos celestes con el
propósito de encontrar otras manifestaciones del fenómeno vital.
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