Las esporas bacterianas en el espacio interestelar
Danilo Antón
Los estudios espectroscópicos de los nubes interestelares de polvo cósmico
llevados a cabo por varios observatorios astronómicos en los últimos años han
permitido comprobar que los hidrocarburos son muy abundantes en el universo.En particular, las investigaciones del astrónomo inglés Fred Hoyle y otros miembros de equipo científico del Instituto de Astrobiofísica de Cardiff en Gran Bretaña aportaron datos trascendentes acerca de varias moléculas orgánicas encontradas en estas nubes, incluyendo algunas que presentaban comportamientos espectrales sorprendentes, similares a los de las esporas de ciertas bacterias.
En 1968 se realizaron estudios del polvo interestelar donde fueron detectadas moléculas de aromáticos policíclicos (Donn, 1968 1).
Cuatro años después, en otra investigación (Johnson, 1972), se obtuvieron elementos que confirmarían la presencia de porfirinas en este polvo espacial.
En 1974 Wickramasinghe probó la existencia de polímeros orgánicos complejos en condiciones espaciales, en particular poliformaldehidos. Se hace notar que estas moléculas están emparentadas con las celulosas que son muy abundantes en la bioquímica terrestre.
Finalmente, ya en 1975, Hoyle y Wickramasinghe llegaron a la conclusión de que los polímeros orgánicos constituían una importante proporción del material del polvo.
En ese momento las conclusiones de ambos autores fueron consideradas altamente especulativas.
En la actualidad, aunque con reservas, son en general aceptadas. Incluso en un trabajo reciente de Wickramasinghe se describe el hallazgo de polímeros hetero-aromáticos en polvos interestelares por los instrumentos de la sonda Stardust que de acuerdo a la interpretación de los autores constituirían fragmentos de paredes celulares rotas luego de impactos a 30 km por segundo contra las superficies de los detectores.
Luego de sus primeros trabajos a mediados de la década de 1970, Hoyle y Wickramasinghe continuaron sus investigaciones y concluyeron que el espectro de absorción luminosa del polvo interestelar contenía una inflexión que podía ser explicada si los granos tuvieran un cierto tamaño y fueran huecos.
En 1979, luego de intentar comparaciones con numerosas substancias estos autores encontraron una gran similitud con esporas bacterianas secas. Estas últimas refractan la luz como esfera huecas irregulares y tienen una gama de tamaño de grano apropiada. En función de estos datos concluyeron que una proporción importante de los granos de polvo interestelar podía estar constituida por esporas de bacterias congeladas.5
Este hallazgo fue considerado ridículo en su época y aún hoy es generalmente ignorado. Incluso hubo quienes pensaron que «el pobre Fred Hoyle había perdido la brújula».
En los últimos 15 años de su vida, hasta su muerte en 2001, Hoyle se dedicó a estudiar las implicaciones de esta hipótesis. Su alumno y sucesor, Chandra Wickramasinghe y los discípulos del Centro de Astrobiología de Cardiff continúan explorando estos aspectos audaces e innovativos de la vida en el espacio.
Piensan Hoyle y Wickramasinghe que
la vida se habría originado en el momento de la formación de las galaxias, tal
vez de la nuestra (“la Vía Láctea”) o del conjunto de las galaxias del universo
conocido, y a partir de ese momento se habría difundido contenida y
transportada en los pequeños cuerpos cometarios “sembrando” los planetas que
tenían las condiciones apropiadas . La Tierra recibió sus primeras
semillas devida hace casi 4,000 millones de años, evolucionando en diferentes
direcciones de acuerdo a las condiciones de los ambientes encontrados. Según
Wickramasinghe (1974), el polvo interestelar es esencialmente orgánico y existe
vida de tipo bacteriano por doquier.
Estos organismos y materia orgánica
estarían llegando a la atmósfera terrestre en forma regular, modificando y
enriqueciendo el stock genético planetario.
Ello explicaría la presencia de
compuestos orgánicos detectados al quemarse algunos meteoritos a 80 quilómetros
de altura , y el reciente hallazgo de bacterias vivas a 16,000 de altitud.
Este último autor y Fred Hoyle
interpretan como de origen orgánico la coloración rojiza de ciertos satélites
planetarios cuya superficie está cubierta de hielo (p.ej. Europa, Calisto y
Charon9 ), y de otros astros ubicados en el llamado cinturón de Kuiper10 .
De acuerdo a ambos astrónomos, el interior de estos planetoides (cuya
temperatura exterior es inferior a –200° C), estaría “entibiado” por los
procesos de desintegración radioactiva de sus minerales, permitiendo la
existencia de agua líquida en su interior, y por ende, de procesos biológicos.
Piensan estos autores que la vida puede sobrevivir la congelación profunda por
mucho tiempo, tal vez decenas o cientos de millones de años.
Extraido de "Pueblos, Drogas y
Serpientes", Danilo Antón, Piriguazu Ediciones
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