La visión oficial acerca de la historia de la humanidad está construida desde un punto de vista masculinista y falso.
Gran parte de los antropólogos e historiadores repiten
una versión que procura enfatizar el rol del varón y relegar a un segundo plano
el papel que cumplieron y cumplen las mujeres.
De acuerdo a ella, los
primeros “hombres” (sic) fueron cazadores y recolectores. La tarea más
importante y (supuestamente) difícil de la caza quedaba en manos de los
varones, mientras que las mujeres estaban apenas “relegadas”
a la recolección de frutos y hierbas.
Hoy sabemos que esta
visión es errónea.
Algunas
investigaciones rigurosas recientes sobre pueblos tradicionales cazadores y
recolectores muestran que la actividad femenina de la recolección es
fundamental, que ocupa la mayor parte del tiempo de trabajo comunitario, luego
de las interacciones sociales, y proporciona el grueso de la alimentación.
La
caza aparece como una actividad relativamente secundaria que contribuye de
forma limitada a la alimentación del grupo y tiene más que nada el fin de mantener a los varones coordinados en el rol de defensa física de la comunidad.
Siempre de acuerdo a
la versión oficial masculinista, en tiempos posteriores, el “hombre” aprendió a
cultivar las plantas, inventó el arado (revolución neolítica), descubrió los
metales, creó los estados, permitiendo el desarrollo de las primeras “civilizaciones”.
En esta versión de la
historia los varones conservaron su rol protagónico en todo momento: manejaban los arados, forjaban las
herramientas metálicas, dirigían los ejércitos, gobernaban los estados y
controlaban los movimientos religiosos.
Los libros
generalmente considerados sagrados, como la Biblia y el Corán tienden a
confirmar este punto de vista masculinista. En el Génesis, el primer hombre no
fue parido por una mujer (!!) sino que ésta fue creada por Dios a partir de una
costilla del varón.
La Santísima Trinidad
evangélica, incluye un Padre y un Hijo (varones), y el Espíritu Santo, cuyo
sexo permanece indefinido.
Este tipo de enfoque es común a las principales
religiones del desierto (judaísmo, cristianismo e Islam).
La Madre no figura.
El enfoque machista
continuó a lo largo de los siglos. La historia, que es sobre todo un relato erudito
que trata de la política de los estados, aparece protagonizada por hombres (o
mujeres masculinizadas, que a sus efectos es lo mismo).
Los reyes, generales,
líderes políticos, filósofos e ideólogos mencionados en los textos son
predominantemente individuos del sexo masculino. Las escasas mujeres que
aparecen, salvo honrosas excepciones, lo son en general en carácter de hijas,
madres o esposas de “hombres famosos”.
La
versión oficial exclusivamente basada en los roles masculinos no es verdadera,
surge de una secuencia de falsificaciones y se extiende a las culturas
contemporáneas deformando la historia con el fin no confesado de mantener a los
varones en una situación de predominancia y poder.
Reproducido del libro "Pueblos, drogas y serpientes" de D.Antón, Piriguazú Ediciones.
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