¿Vivos o muertos? La eternidad de la vida bacteriana
Cuando las bacterias de los niveles más profundos fueron
cultivadas en disco de Petri no se logró hacerlas sobrevivir o reproducirse.
La hipótesis es que debido a la escasez de nutrientes y de
oxígeno y la estabilidad del ambiente su metabolismo es extremadamente lento.
Se señala que la energía necesaria para que cada uno de
estos microorganismos pueda vivir es pequeñísima, calculada en 10-21
watts (o sea 0.00000000000000000000 watts). Este nivel
seria la energía diaria que necesita una bacteria habitando los niveles
profundos de los sedimentos oceánicos.
Por el contrario una bacteria en la superficie del planeta,
por ejemplo una bacteria que viven en las gargantas humanas requiere 10-10
watts o sea que necesita 1,000,000,000 de veces más energía que una bacteria
ultraprofunda del fondo marino. Eso porque en la superficie las bacterias y
otros organismos que allí viven utilizan la energía del sol que obtienen
directamente a través de la fotosíntesis o indirectamente a través de los
proceso de descomposición biológica y química. Esta fuente de
energía depende de los ciclos de variaciones diurnas y anuales con
períodos de tiempo muy rápidos, a los que los organismos han debido adaptarse.
Ello no ocurrió en la biósfera profunda, donde en la actualidad la situación es de una gran
estabilidad.
Eso quiere decir que su escala de tiempo metabólica es
millones o miles de millones de veces más rápida en la biósfera superficial que
en la bióstera ultraprofunda.
Para comparar podemos recordar que un ser humano para vivir
necesita aproximadamente 100 watts diarios.
Relacionando las bacterias de sedimentos marinos
ultraprofundos con las hipertermobacterias que habitan en los poros o fisuras
de las rocas (que fueran definidas por Thomas Gold en The Deep Hot Biosphere)
podemos llegar a una conclusión similar.
Estas bacterias, que están en el interior de las rocas
profundas (hasta varios miles de metros), reciben sus nutrientes de la
alteración de los minerales o de los fluidos intergranulares o interfisurales.
Estos fluidos circulan con extrema lentitud (milímetros por año o por siglo) y
por ende proporcionan muy lentamente sus compuestos o nutrientes que permiten
la vida de estos organismos de la profundidad. Por esa razón,
habiéndose adaptado a este medio, probablemente tengan un gasto de energía
metabólica similar o incluso mucho menor al de las bacterias de los lodos
oceánicos profundos. Esto puede querer decir que algunas funciones
metabólicas (p.ej. la reproducción) pueden ocurrir en períodos muy
prolongados, de decenas, cientos o miles de años.
En otras palabras, en profundidad existe una diferente
flujo del tiempo,
Como la vida en la superficie recibe su energía directa o
indirectamente del sol las funciones metabólicas se han acelerado por factores
de millones, cientos o miles de millones de veces.
La vida en profundidad, tanto en los sedimentos oceánicos
como en las fisuras y poros de las rocas profundas, se parecería bastante a la
que nos imaginamos en la difusión vital a través de la panspermia en cometas,
asteroides o meteoritos. Para que estos fenómenos de transporte de la vida
entre sistemas estelares pudieran tener lugar se requerirían organismos (bacterias) que
tuvieran un metabolismo extremadamente lento, medible en millones o cientos de
millones de años para que la dispersión puede efectivamente realizarse.
(1) (1) Teoría originalmente desarrollada por John Parkes, ecólogo
microbiano británico. Referencias: https://www.ted.com/talks/karen_lloyd_this_deep_sea_mystery_is_changing_our_understanding_of_life
https://www.sciencenewsforstudents.org/article/living-long-beneath-sea
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