un antiguo pueblo desplazado y discriminado por sucesivos invasores
Danilo Antón
Los !kung san, que habitan los desiertos del Kalahari y Namib en el suroeste de África, son actualmente un remanente antrópico arrinconado en localizaciones marginales. Forman parte de la primera y más antigua civilización del sur de Africa, que se remonta, probablemente, a más de 100,000 años.
Los !kung san son las verdaderas Primeras Naciones del continente africano (y tal vez del planeta).
Esta cultura sobreviviente está organizada en pequeñas comunidades de unas veinte o treinta personas durante los períodos de lluvias, concentrándose en número mayor en la época seca. Se alimentan de pequeños animales y recolectan plantas, en particular las nueces del árbol de “mongongo” (Schinziophyton rautanenii) que proporcionan la mayor parte de su alimentación. Esta planta de porte arbóreo, raíces profundas y resistente a la sequia, que puede llegar a una altura de 15 a 20 metros, crece en los suelos arenosos del Kalahari o del Namib. Sus frutos poseen corteza dura y puede ser almacenados y consumidos luego de varios meses.
Al igual que muchas sociedades tradicionales que viven en estrecho contacto con la naturaleza y viven en comunidades familiares y tribales, los !kung san otorgan un profundo sentido espiritual a los elementos naturales, a la libertad individual y a la solidaridad con los demás miembros de su grupo. No son sociedades jerárquicas y por lo tanto no tienen jefes ni subordinados. Estas características no son exclusivas de esta nación del Kalahari.
Existieron y existen muchas otras con similares atributos en todos los continentes. Los humanos en pequeños grupos y en estrecha dependencia con la naturaleza tienden a desarrollar los mejores rasgos gregarios de la especie: la coordinación de los individuos para obtener el sustento para todos, el respeto a la libertad de los miembros del grupo, la solidaridad con los más débiles,
La invasión de África del Sur por el avance bantú primero, y la colonización europea después, dio lugar a la expulsión de los !kung san de sus tierras ancestrales y a su marginación económica y social.
Hoy los !jung san están limitados a los ambientes desérticos del desierto de Kalahari y Namib y sus derechos territoriales y culturales son desconocidos por los gobiernos de Sud´África, Botswana y Namibia. Apenas son visitados por antropólogos para sus estudios y por cineastas para mostrar la interesante curiosidad que significan para las culturas urbanas del mundo. Los que emigran a las ciudades pasan a formar parte de los sectores más pobres y excluidos de las sociedades donde habitan.
Antropología de los ǃkung
Los ǃkung o san, también llamados bosquimanos a varios
pueblos africanos,
que hablan alguna de
las lenguas joisanas noroccidentales, caracterizadas
por incorporar sonidos de chasquido o cliqueos. La palabra
bosquimano deriva del afrikáans boschjesman,
‘hombre del bosque’.1
No constituyen, por lo tanto, un único grupo, sino varios
pueblos, muy relacionados con los khoikhoi (hotentotes),
con los que conjuntamente forman un grupo mayor, denominado joisán.
Según cálculos recientes, son por lo menos 95.000 personas:
40.000 en Botswana,
33.000 en Namibia,
8.000 en Angola,
7.500 en la República Sudafricana, 1.500 en Zambia y 500
en Zimbabwe.
El gobierno de Botswana no es el primero en implementar
políticas y sistemas que afectan a los basarwa ǃkung. Durante 2 000 años, los
hablantes bantú (granjeros y pastores) y los europeos han influido en los
hablantes san (“bosquimanos”) del sur de África. Edwin Wilmsen (1989) argumenta
que a muchos ǃkung descendientes de pastores se les empujó a vivir en el desierto
debido a condiciones de pobreza y opresión. Él ve a los ǃkung de hoy como una
subclase rural en un sistema político y económico más grande dominado por
productores de alimentos europeos y bantúes. Como resultado de dicho sistema,
muchos ǃkung ahora cuidan ganado para los bantúes más ricos en lugar de
recolectar de manera independiente. También domesticaron animales, lo que
indica un movimiento que los alejó de su estilo de vida recolector. Susan Kent
(1992, 1996) destacó una tendencia a estereotipar a los forrajeros, que a la
par los amenaza. Éstos han sido tildados de aislados y primitivos
supervivientes de la "edad de piedra". Un nuevo estereotipo los concibe como
gente necesitada de cultura confinada en la marginación por los estados, el
colonialismo o los acontecimientos mundiales. Incluso si esta última concepción
raya con frecuencia en la exageración, es probablemente más adecuada que la
primera. Los forrajeros modernos difieren sustancialmente de los
cazadores-recolectores prehistóricos. Kent (1996) hizo hincapié en las
variaciones entre los forrajeros, al centrarse en la diversidad temporal y
espacial entre los ǃkung. La naturaleza de la vida san ha cambiado
considerablemente desde las décadas de 1950 y 1960, cuando una serie de
antropólogos de la Universidad de Harvard, en los que se incluye a Richard Lee,
se embarcaron en un estudio sistemático de la vida en el Kalahari. Lee y otros
estudiosos documentaron muchos de esos cambios en varias publicaciones (Lee,
1979, 1984, 2003; Silberbauer, 1981; Tanaka, 1980). Tal investigación
longitudinal enfrenta variación temporal, mientras el trabajo de campo en
muchas áreas san ha revelado variación espacial. Uno de los contrastes más
significativos se halló entre los grupos establecidos (sedentarios) y los
nómadas (Kent y Vierich, 1989). A pesar de que el sedentarismo se ha incrementado
sustancialmente en años recientes, algunos grupos ǃkung (de las regiones
ribereñas) ya habían sido sedentarios por generaciones. Otros, incluyendo a los
Dobe Ju/’hoansi san estudiados por Lee (1984, 2003) y los Kutse san con los que
Kent trabajó, han conservado su estilo de vida. Los
forrajeros modernos no son reliquias de la edad de piedra, fósiles vivientes,
tribus perdidas o buenos salvajes. Sin embargo, en la medida en que el forrajeo
ha sido la base de su subsistencia, los ǃkung contemporáneos y
recientes muestran los vínculos entre una economía forrajera y otros aspectos
de la sociedad y la cultura. Por ejemplo, los grupos ǃkung que todavía son
móviles, o que lo fueron hasta hace poco tiempo, enfatizan la igualdad social,
política y de género. Un sistema social basado en el parentesco, la
reciprocidad y el compartir es apropiado para una economía con pocas personas y
recursos limitados. La búsqueda nómada de plantas salvajes y animales tiende a
desalentar los asentamientos permanentes, la acumulación de riqueza y las
distinciones de estatus. En ese contexto, las familias y bandas han sido
unidades sociales adaptativas. Las personas tienen que compartir carne cuando
la consiguen; de otro modo se pudre. Bandas forrajeras, pequeñas unidades
sociales nómadas o seminómadas se reúnen estacionalmente cuando las familias
nucleares que las componen se juntan. Las familias particulares en una banda
varían año con año. Lazos de parentesco se crean entre los miembros de diferentes
bandas. El comercio y las visitas también los vinculan. Los líderes de banda
son líderes sólo de nombre. En tales sociedades igualitarias los tratos se
celebran entre pares. En ocasiones éstos brindan consejo o toman decisiones,
pero no puede forzar el que sus decisiones se cumplan.
De "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.
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