sábado, 11 de enero de 2020


Teoría integradora
de la evolución planetaria

Danilo Antón

Un paradigma que se resiste a ser cambiado


El paradigma de la ciencia normal definido por Thomas S. Kuhn  es el conjunto de teorías, reglas, procedimientos y conocimientos que impregnan una sociedad determinada en un momento concreto de su historia.  En la actualidad se refiere al “modelo” científico adoptado en forma generalizada en la sociedad globalizada contemporánea. 
El tema de la  evolución planetaria, actualmente restringida a la generalmente aceptada “teoría de la tectónica de placas”, con un planeta de volumen constantecomplementada con la hipótesis del origen biológico (“fósil”) del petróleo constituyen ámbitos paradigmáticos establecidos que se resisten a ser modificados a pesar de los numerosos datos que deberían inducir a su revisión radical y profunda.
En esta sociedad “globalizada” se supondría que la construcción científica oficial funcionaría a través de la acumulación de datos científicos que permitirían “avanzar” en el conocimiento, en particular lograr un mayor detalle en la aplicación concreta de los modelos científicos aceptados.
Desafortunadamente, no existe ningún método en este paradigma oficial (ni en ningún otro paradigma dominante)  que permita descartar “todo el modelo”  para poder aceptar otras teorías y aplicar otras reglas o procedimientos que terminen modificándolo radicalmente.
Por esa razón, en el campo de la geología planetaria, resulta muy difícil replantear la validez de muchos conceptos cuya vigencia está siendo desmentida cotidianamente por la realidad.
La dificultad de cambiar el paradigma oficial estriba en que esta modificación también  altera las relaciones de poder.
A nivel político, quienes detentan «el poder paradigmático», son los mismos que controlan los mecanismos decisorios.
Desde el punto de vista  económico ellos son los que se benefician de las decisiones que se toman basadas en los postulados aceptados oficialmente
En la esfera académica son las personas que defienden su prestigio y la seguridad económica que dan las posiciones profesionales o universitarias que ocupan y que eventualmente se  verían amenazadas por un posible cambio de paradigma (Lovelock, 1988).
No tenemos dudas que tarde o temprano el cambio paradigmático se producirá. Cuando la masa crítica de investigadores y científicos y el apoyo de la opinión pública sea suficiente, cuando pasen las décadas y  se disponga de nuevos datos confirmando la nueva visión acerca de la historia y dinámica de nuestro planeta, las estructuras del poder cederán y el nuevo paradigma basado en los datos de la realidad será aceptado oficialmente.
En ese momento se crearán las condiciones para replantear las estrategias políticas y económicas que permitan  desarrollar y establecer un nuevo enfoque de las relaciones humanas con los recursos y ambientes del planeta.
Todo comenzó hace unos 4,500 millones de años en el sistema solar en formación.  Un gran  número de cuerpos sólidos y masas gaseosas derivaban en los campos gravitacionales del sol y materias subordinadas.   Con el transcurrir de algunos millones de años se fue produciendo la agregación y compactación de estos cuerpos y masas gaseosas (asteroides, cometas y meteoritos, comúnmente denominados “planetesimales”) dando lugar a varios proto-planetas, uno de los cuales es el que hoy llamamos “La Tierra”.
En ese período,  los diversos cuerpos impactantes e impactados, sufrieron cambios mineralógicos de sus componentes debido a su historia previa y las condiciones físicas en que se produjo la agregación y los impactos. Estos cambios tendieron  a dar lugar a la formación de estructuras cristalinas compactas formando minerales densos o “impactitas”. En ello influyó la composición inicial, predominantemente silicatada, y la fuerza de los impactos.  En los primeros millones de años estas estructuras cristalinas se mantuvieron relativamente estables debido a la presión creciente de la masa planetaria en formación.
Los principales minerales que integraron este cortejo proto-planetario fueron de tipo silicatado denso. Se conocen varias especies cristalinas que probablemente formaron parte de la composición originaldel planeta. De lo anterior se puede deducir  que en todo el manto y en la corteza predominarían los minerales silicatados.
Entre los minerales silicatados de alta densidad identificados se destacan las siguientes:
·         Coesita: SiO2, mineral con simetría monoclínica, densidad: 2.92 (la densidad del cuarzo de igual composición es de 2.65).
·         Stishovita: SiO2,  mineral con simetría tetragonal, densidad: 4.35 (muy superior a la densidad del cuarzo de igual composición: 2.65).
·         K-Na Holandita:  (K,Na) AlSi3O8, minerales con simetría monoclínica, prismáticos, densidad aproximada: 4.5 (muy superior a la densidad del feldespato Na –Albita (2.61) y a la del feldespato K – Ortosa (2.56).
·         Perovskita silicatada: es una fase estable de la perovskita. Se trata de un mineral de alta densidad compuesto por silicatos de magnesio y hierro (Mg,Fe) SiO3 y silicatos de calcio (CaSiO3). Densidad aproximada: 4.0.
·         Post-perovskita (es una fase de alta presión del silicato de magnesio: MgSiO3; pPv). Densidad aproximada: 4.0.
Otra fuente de información que aporta para el conocimiento de la probable composición mineralógica del planeta en sus orígenes lo proporcionan los meteoritos, en particular los más comunes, llamados L-Condritas  que incluyen varios minerales silicatados entre los cuales los principales, en orden de abundancia, son los siguientes:
1.      Olivino: (Mg, Fe)2SiO4  Densidad: 3.27-3.37
2.      Hipersteno (Mg,Fe) SiO3  Densidad: 3.3-3.9
3.      Troilita  FeS   Densidad 4.67-4.79
4.      Cromita  FeCr2O4    Densidad: 4.5-4.8
5.      Feldespato sódico:  NaSi3AlO8   Densidad; 2.61
6.      Fosfato cálcico: Ca(H2PO4) 2  Densidad: 2.2 aprox.
Esta composición condrítica da una idea aproximada del manto terrestre original reafirmando la noción del predominio de los minerales silicatados con contenidos abundantes de hierro y magnesio. En menor grado se encuentran los sulfuros y óxidos, los  alumino-silicatos sódicos y los fosfatos cálcicos.
Expansión y formación de la corteza
La composición mineralógica inicial constituida sobre todo por minerales densos era relativamente inestable. Esa inestabilidad se expresaba con mayor intensidad en las capas externas del planeta sometidas a menores presiones y temperaturas que los niveles profundos.
Fue allí, en estas capas cercanas a la superficie que probablemente comenzó a producirse una variación a nivel de las estructuras cristalinas de los minerales silicatados pasando de las fases densas (coesita, stishovita, K-holandita, Na-holandita, perovstkita sillicatada, psot-perovskita, etc) a fases  menos densas (cuarzo, feldespatos potásicos, sódicos, cálcicos, olivinos, piroxenos). Estos cambios implicaron un aumento de volumen debido a la disminución de la densidad, provocando una expansión en las masas rocosas superficiales[1].
Debido a la dilatación del manto superior se fue generando una zona superficial expandidade menor densidad. Corresponde al elemento estructural que llamamos “corteza”.  En ese sentido se puede definir la corteza terrestre como la porción del manto donde disminuyó la densidad debido a los cambios de fase de los minerales.
Estos procesos de transformación mineral con disminución de la densidad fueron aumentando el volumen del planeta dando lugar al hinchamiento preferente de ciertas zonas. Estos sitios serían probablemente  las regiones donde se establecerían los escudos antiguos que geológicamente habrían de constituir las bases de los continentes.

El aumento de volumen que llevó a la expansión del planeta dio lugar a que nuevas masas  magmáticas del manto superior se incorporaran a la corteza y provocaran presiones ascendentes que se expresaron a través de incipientes fracturas que más tarde darían lugar a las dorsales oceánicas.
 Origen de los fondos oceánicos
De acuerdo a la teoría de las placas tectónicas los fondos oceánicos se habrían formado a partir de materiales expulsados en las fracturas “dorsales” que fueron creando  una capa rocosa (basáltica) de menor espesor concomitantemente con el alejamiento de los bloques de corteza originales (masas continentales).
En la teoría de las placas tectónicas el diámetro del planeta no experimentó variaciones y por lo tanto concomitantemente con esa formación de los nuevos fondos marinos basálticos con separación de los continentes se habría producido la “subducción” de las placas oceánicas más densas por debajo de las capas continentales menos densas. De acuerdo a esta hipótesis las placas se renovarían en las zonas divergentes y se sobrepondrían unas a otras en las zonas de convergencia.
Sin embargo, este enfoque no es compartido por muchos autores (entre ellos S.W.Carey
y J. Maxlow) que sostienen que el volumen de La Tierra ha aumentado durante el curso de los tiempos geológicos y que por lo tanto no es necesario recurrir a procesos de subducción (de unas placas por debajo de otras) para explicar la evolución de la corteza planetaria.
De acuerdo a estos autores la expansión planetaria terrestre llevó a la generacióngradual de cortezas oceánicas separándose las placas continentales hasta llegar a la situación actual. Estos procesos están ilustrados por las formas de los continentes que, eliminando los océanos, coinciden como un gigantesco puzzle planetario.
Como testimonio dinámico de lo anterior, en los océanos, que comenzaron a crearse en esa misma época, se pueden observar en la actualidad un sistema de fracturas/ dorsales con extrusiones volcánicas que vertebran las cuencas oceánicas. Una de dichas dorsales se extiende de norte a sur en el océano Atlántico central a una distancia análoga de las costas africanas y sudamericanas. Otra dorsal con características similares se encuentra en el océano Pacífico central, también extendiéndose en el sentido de los meridianos.
Debido a estas sucesivas efusiones volcánicas, en los fondos oceánicos las edades de las rocas se presentan en franjas simétricas a ambos lados de las dorsales (las formaciones más modernas en proximidad de las dorsales y las más antiguas más en posiciones más alejadas).
Este proceso, que generó los océanos y dio lugar a la separación de los continentes,  parece haberse iniciado (por lo menos) hace unos 200 millones de años (que es la edad de los basaltos oceánicos más antiguos) y continúa en la actualidad.
De acuerdo a Sánchez Cela esta fusión de las masas rocosas del manto superior (nueva corteza) que generó las erupciones basálticas en las dorsales oceánicas se produjo debido al calor generado por la conversión exotérmica de minerales de mayor densidad a minerales de menor densidad.
Siempre de acuerdo a dicho autor,  los materiales graníticos fundidos en ascenso «digieren» los sedimentos oceánicos constituidos por calizas y margas (ricas en CaCO3 y MgCO3) y diversos porcentajes de arcillas) dando lugar a los basaltos (que en cierto modo pueden ser definidos como granitos enriquecidos en calcio, hierro y magnesio) .
Hay que notar que la principal diferencia  (aunque no la única) entre basaltos (oceánicos) y granitos en sentido amplio (rocas continentales) está señalada por la mayor cantidad de calcio, magnesio y hierro y consecuentemente menor cantidad de sílice de  los primeros.
Cuando no se incorporan sedimentos calcáreos a las masas fundidas que ascienden a través de las fracturas no hay erupciones basálticas sino intrusiones de granitos, granodioritas y sienitas en profundidad y efusiones riolíticas, dacíticas y traquíticas en la superficie.
Lo anterior ocurre porque en el granito predominan los feldespatos potásico- sódicos (Si3 AlO8K y Si3AlO8Na) ricos en sílice, mientras que en los basaltos predominan los feldespatos cálcicos relativamente pobres en sílice  (Si2 Al2O8Ca).
Como señalábamos antes el aumento de volumen a nivel del manto superior y de la corteza inferior dio lugar a un incremento del volumen terrestre.
Además de los cambios de fases a nivel del manto, esta expansión volumétrica terrestre pudo haberse intensificado por el aporte continuo de material extraplanetario:  micrometeoritos y polvo interplanetario/interestelar, meteoritos, asteroides, cometas y varias partículas de origen cósmico. Estos incorporaciones de material extraterrestreseguramente contribuyeron (y contribuyen) a aumentar la masa del planeta y alimentar la tendencia expansiva.
Si bien se considera que estos aportes son de menor magnitud, no es excluyente la hipótesis de puedan haber sido mucho mayores en otros tiempos geológicos. Incluso, debido a uno o más impactos (p.ej. de asteroides o cometas) hipotéticos pero posibles, es probable que se hayan desencadenado los procesos de disyunción continental antes mencionados.  
Esta interpretación que desarrollamos en párrafos anteriores tiene en cuenta los aportes fundamentales de V.Sánchez Cela y  se complementa con las teorías de expansión planetaria de W.H. Carey y J. Maxlow (ver a continuación).
La teoría de la tectónica de placas
La teoría de evolución planetaria generalmente aceptada es la teoría de la tectónica de placas.  En ella se sostiene que la corteza terrestre está dividida en placas tectónicas rígidas (algo más que una decena de ellas) que se mueven horizontalmente. Estas placas descansarían sobre una capa de roca caliente y plástica (astenosfera) que fluiría lentamente impulsando su movimiento horizontal. En sus bordes divergentes las placas se separan dando lugar a la formación de nueva corteza por ascenso de magma desde el manto superior. Esta nueva corteza tiene composición basáltica, es más delgada y más densa que la corteza continental dando lugar la formación de fondos oceánicos.
De acuerdo a esta teoría en los lugares en que dos placas convergen puede suceder que  una de ellas sea de tipo oceánico y la otra de carácter continental. En esos casos la placa oceánica (más densa) subduce por debajo de la placa continental. Si la convergencia se da entre placas continentales se produce un “choque” de placas  con orogénesis generalizada en la zona de contacto (bordes).
Se supone que la  causa interna que produciría el movimiento de las placas  y la generación de nueva corteza sería el flujo convectivo (ascendente) de las masas rocosas del manto y corteza profunda que a su vez es generado por la evacuación del calor interno terrestre.
Estos flujos ascendentes gradualmente se transformarían en horizontales al llegar cerca de la superficie dando lugar a un movimiento lateral de las placas como señalábamos anteriormente.
Algunos problemas han sido señalados por los críticos de esta teoría. Uno de ellos es la difícil explicación del proceso de convección de materiales rocosos sólidos en el interior del manto y muy especialmente la subducción de unas placas por debajo de otras.
Algunos autores, como S.W. Carey, J. Maxlow y V. Sánchez Cela,  consideran imposible desde el punto de vista físico la ocurrencia de tales procesos.
Para S.W.Carey y J.Maxlow no existe subducción. La generación de nuevos fondos oceánicos da lugar a la expansión planetaria (aumento de volumen de La Tierra). Para  V.Sánchez Cela no hay convección sino cambio de fases minerales en las capas superiores mantélicas que al principio dan lugar a la formación de corteza granítica y luego al “hinchamiento”  por continuado incremento del volumen. También este autor pone en duda los movimientos de deriva continental.

La expansión planetaria
La teoría de la expansión planetaria, que (al igual que la teoría de la tectónica de placas) en gran medida se basó  en la hipótesis desarrollada por Alfred Wegener en 1929, fue propuesta teóricamente por el geólogo australiano W. H. Carey (1988) y  en tiempos más recientes por el geólogo, también australiano, James Maxlow (en su tesis de 1995, y en varias publicaciones de tiempos posteriores).
De acuerdo a W.H.Carey y J. Maxlow la Tierra ha estado expandiéndose desde su formación. Por la configuración actual de los continentes parecería altamente probable que así haya sido, por lo menos en los últimos 200 millones de años.
Si eliminamos gradualmente los fondos oceánicos de acuerdo a la edad geológica de sus rocas basales (comenzando por las más recientes hasta las más antiguas),para reconstruir la evolución pasada del planeta,notamos que a medida que vamos hacia atrás en el tiempo los continentes parecen irse acercando.
Cuando llegamos al período jurásico hace unos 200 millones de años los continentes aparecerían juntos y los océanos desaparecerían coincidiendo los perímetros continentales entre sí para formar un solo continente que ocuparía toda la superficie terrestre.
De acuerdo a este ejercicio de reconstrucción paleogeográfica en el período jurásico toda la corteza habría sido continental. Aparentemente en ese momento no había cortezasoceánicas.
Esta reconstrucción regresiva hacia el pasado permitió deducir a los autores antes mencionados que en ese momento (período jurásico) el volumen del planeta era menor que el actual. Este volumen aumentó gradualmente desde entonces hasta llegar a su tamaño presente. Este proceso de expansión habría durado (por lo menos) unos 200 millones de años.
En ese mismo período se desarrolló la corteza oceánica,presumiblemente inexistente hace unos 200 millones de años. Dicha corteza habríaido aumentando su superficiehasta ocupar aproximadamente 70% del área planetaria. 

La evolución anterior a los 200 millones de años es más difícil de deducir porque no existen piezas corticales actuales que se puedan combinar de la misma forma como sucede desde el jurásico hasta nuestros días. De todas maneras, de acuerdo a los autores antes mencionados, esta evolución expansiva habría sido continua desde la formación planetaria hace 4,500 millones de años (en esa época remota el  tamaño planetario habría sido mucho menor aún).
Obviamente en el planeta monocortical pre-jurásico sin océanos había agua superficial y mares que se extendían por vastas áreas, aún mayores que las que cubren los océanos actuales, pero eran mares de menor profundidad.
Es probable que los volúmenes de agua existentes en ese momento fueran menos abundantes
que los actuales. En secciones posteriores explicamos cómo  pudo haber aumentado la cantidad de agua planetaria debido a un incremento de la oxidación del metano generado en el manto (el metano se oxida produciendo H2O y CO2).
Todo parece indicar que durante los 4,300 millones de años anteriores a la disyunción continental (200 m.a. antes del presente) los cambios de fase de los minerales mantélicos provocaron:
1)  Un aumento de volumen generalizado del planeta desde su interior profundo hasta la superficie.
2) La formación de una corteza granítica cuyo espesor fue creciente durante este largo lapso de evolución planetaria (pasando de unos pocos km -p.ej.1 a 5 km- a 50 km o más).
3)  Consideramos que los cambios de fase mineral también ocurrieron en las profundidades del manto e incluso (tal vez) del núcleo generando un aumento acumulativo de volumen en el interior.
4) Este aumento de la presión expansiva aunado al establecimiento de una corteza rígida creó las condiciones para la ruptura relativamente abrupta de la corteza terrestre y comienzo de formación de los fondos oceánicos.
5) A esta evolución interna es probable que haya que agregar el aporte de polvo cósmico cuya intensidad puede haber variado durante la historia geológica del planeta. Es razonable inducir que esta contribución extraplanetaria haya sido muchísimo mayor en ciertos períodos generando un aumento de masa considerable con impacto en la aceleración gravitacional en la superficie.
6)También es importante considerar la posibilidad de ocurrencia de eventos de origen astronómico (particularmente en los períodos jurásico y cretácico) que pudieron haber desencadenado las primeras geo-fracturas. Estos eventos ocasionados porel impacto de asteroides o cometas, algunos de los cuales están confirmados geológicamente, alteraron la frágil estabilidad de la corteza rígida que ya estaba tensionada por la expansión mantélica.

El aumento de la gravedad
El incremento del volumen planetario que en parte fue causado por cambios de fase minerales también fue ocasionado por aportes de materiales cósmicos que dieron lugar a un aumento de masa. Estos procesos y sus implicaciones sobre la evolución biológica terrestre fueron descriptos en forma contundente por Stephen Hurrell en su libro Dinosaurs and the Expanding Earth
De acuerdo a Hurrell no es posible que algunas especies de animales que vivieron en la Era Mesozoica, en particular ciertos dinosaurios de gran tamaño, hayan podido soportar su propio peso con los huesos, músculos y ligamentos. 
Señaña Hurrell que el tamaño de la vida planetaria está limitada por la gravedad. Una gravedad menor disminuiría del peso corporal efectivo incrementando las dimensiones potenciales y reales de los animales.
En la actualidad existen una amplia gama de especies terrestres con escalas de tamaño similares: ñus, rinocerontes, elefantes, ciervos  y carnívoros como leones y tigres. En la época de los dinosaurios había una escala de tamaño completamente diferente con masas mucho más grandes con largos cuellos y colas. Hurrell pone como ejemplo el caso de los braquiosaurios(Brachiosaurus brancai).  Estos animales que vivieron hace unos 140-160 millones de años podían alcanzar una longitud de más de 22 metros y una altura de 12. Aparentemente tenía un peso de unas 50 toneladas (equivalente a 8 elefantes machos adultos). Sostiene Hurrell con  que el esqueleto y sistema articular del braquiosaurio sería insuficiente para sostener el peso del animal con la actual fuerza de gravedad. Este criterio también se aplicaría a muchos otros dinosaurios, incluyendo algunas especies carnívoras como los alosaurios (Allosaurus sp) o tiranosaurios (Tyrannosaurus rex) también con dimensiones paquidérmicas y otros animales de diferentes phylla, como insectos y reptiles voladores.
Una posible causa de la existencia de grandes saurios puede haber sido una mayor densidad atmosférica, varias veces superior a la actual. Esa densidad habría sido suficiente para que los grandes tetrápodos pudieran sostenerse en ambientes continentales. 
En ese caso no sería necesario acudir a una menor fuerza de gravedad.
En caso que se considerara la menor gravedad como una posible causa Hurrell se extiende una gravedad menor hace que los organismos fueran más livianos, por lo cual la vida terrestre vería aumentado su escala con huesos, músculos y ligamentos aparentemente más débiles. Una gravedad reducida a la mitad de la actual permitiría explicar su  gran tamaño.”
Hurrell da gran importancia al aporte de polvo cósmico argumentando que las nubes de polvo cósmico son muy abundantes en nuestra galaxia y razonablemente se puede considerar que La Tierra en su viaje junto con todo el Sistema Solar ha debido atravesarlas más de una vez en su historia. En esas instancias el aporte de materia extraplanetaria pudo ser mucho mayor que el actual (miles o millones de veces más importante).
Se señalan otras posibles causas para el incremento gravitacional en la superficie terrestre además del aumento de masa producida por los aportes externos que complementarían las explicaciones dadas anteriormente. Una de ellas sería la disminución de la velocidad de rotación, que al mismo tiempo provocaría una reducción en la fuerza centrífuga. Esta a su vez influiría produciendo un aumento de la gravedad. Esta disminución de la velocidad de rotación pudo haberse originado debido a un impacto de uno o más asteroides de gran tamaño. Otras causas mencionadas por diversos autores se relacionan con los posibles aportes de la radiación solar  y/o cósmica, cambios en las constantes gravitacionales universales, aumento de masa vinculada a la fotosíntesis e incrementos producidos en el interior planetario. Consideramos que estas propuestas teóricas todavía no han sido justificadas con el rigor y detalles necesarios.
La formación mantélica de hidrocarburos
Las distensiones y redes de fracturas que se produjeron y producen en la parte superior del manto y la corteza posibilitaron y aún posibilitan la circulación iónica y la formación de hidrocarburos (sobre todo metano) a partir de los 200-400 km de profundidad.
Debido a este fracturamiento (relacionado con la anterior )  el metano así formado, que es más liviano que el agua (vapor de agua y agua líquida), sube hacia la superficie. Es a partir del metano ascendente que se van formando los diferentes hidrocarburos con una creciente concentración de carbono.
Estos procesos son explicados por la teoría abiótica o abiogénica que fue sustentada por Dmitri Mendeleev a fines del siglo XIX, y varios geólogos rusos (particularmente Nikolai Alexandrovitch Kudryavtsev en 1951), ucranianos (Emmanuil Chekaliuk en 1967) y el astrofísico anglo-austríaco Thomas Gold (1998).
Estos autores y otros que compartieron las búsquedas e investigaciones continuaron desarrollando la hipótesis con datos experimentales orientando las búsquedas petroleras en la Unión Soviética en ese sentido. Basada en esta hipótesis la URSS se convirtió en el primer productor mundial de hidrocarburos en la década de 1980. Recientemente, el astrofísico austriaco Thomas Gold replanteó la teoría abiótica incluyendo varios elementos innovativos desarrollando una verdadera revisión paradigmática del tema expresada en su reciente libro “La biosfera profunda y caliente” (1992).
En base a los autores rusos y ucranianos mencionados y a los trabajos de Thomas Gold, se puede sostener que no hay suficientes elementos científicos como para seguir afirmando que el petróleo y el gas son de origen fósil. Existen numerosos yacimientos de petróleo contenidos en rocas ígneas y metamórficas inexplicables con la teoría “fósil”. Los yacimientos petroleros no se agotan de acuerdo a las previsiones. Parecería que los reservorios se “recargan” desde las profundidades. La composición química de los hidrocarburos es contradictoria con un origen orgánico (p.ej. su elevado contenido en helio que no existe en los restos biológicos).
La teoría abiótica considera que los hidrocarburos son abundantes a nivel galáctico y planetario pudiéndose deducir que en nuestro planeta también lo son. Las observaciones astronómicas obtenidas a través del estudio de las rayas de absorción luminosa en las nubes de polvo y gas de la galaxia y en los cuerpos del sistema solar (planetas, satélites, cometas, meteoritos) permitieron comprobar la abundancia de los hidrocarburos. Obviamente, estos compuestos hidrocarbonosos no se originaron a partir de organismos fósiles. La pregunta que se nos aparece es: ¿Porqué habrían de serlo en La Tierra?
Esta teoría tiene en cuenta en forma mucho más adecuada los datos de la realidad, sostiene que el petróleo, el gas natural y las formaciones carbonosas asociadas son de origen mineral y sus existencias son prácticamente inagotables en el corto plazo. Los conocimientos obtenidos a partir de las exploraciones espaciales recientes, con imágenes y mediciones aportadas por las sondas interplanetarias, incluyendo los datos del telescopio espacial Hubble y de los nuevos telescopios de base terrestre, permiten mirar  a nuestro planeta y los procesos que en él ocurren con una óptica diferente. La información obtenida hasta el presente muestra el parentesco de los diversos cuerpos del Sistema Solar y la similitud de los procesos que les dieron origen.
De acuerdo a estos nuevos datos, tiende a confirmarse la teoría de la formación de planetas, planetoides y cometas. por aglomeración de planetesimales.
También se considera que el calentamiento de estos cuerpos ocurrió, a posteriori de su constitución inicial, por  efecto de la contracción gravitatoria, la radioactividad de ciertos elementos y en tiempos posteriores `por procesos de cambios de fase de minerales en el interior de dichos astros.  En todos ellos se ha constatado gran abundancia de carbono, generalmente bajo la forma de hidrocarburos u óxidos de carbono.
De la información disponible se deduce también que la estructura interna de los astros antedichos fue originalmente heterogénea, y que, si bien se pueden haber producido procesos de homogeneización, muchos componentes de la heterogeneidad original debe estar aún presentes en el interior de los cuerpos planetarios.
Uno de los principales procesos del dinamismo interno de estos astros parece ser la desgasificación. Ésta implica el ascenso gradual de ciertos elementos o compuestos relativamente livianos, que asumen estado gaseoso en rangos de presión y temperatura subsuperficiales y superficiales. Las principales moléculas que forman parte de las envolturas gaseosas de los planetas son de nitrógeno, de metano, de dióxido de carbono y de agua. El nitrógeno es relativamente abundante a nivel astronómico y por lo tanto al contraerse y calentarse el interior planetariotiende a exudarse hacia el  exterior  formando «atmósferas nitrogenadas» en aquellos cuerpos en que la masa y gravedad son suficientes para retenerlas. Debido a su carácter químicamente estable no se combina mayormente en su ascenso o en su estancia en la atmósfera.
El carbono y sus compuestos hidrogenados, por el contrario, suelen tener un comportamiento químico mucho más activo, particularmente en presencia de algunos (tal vez todos) minerales oxigenados, como son los óxidos metálicos y los sulfatos. Las fracturas producidas en el interior de los astros planetarios por la compresión y distención y calentamiento focalizado así como por las mareas astronómicas, solares y planetarias, facilitan el ascenso.
Al combinarse con el oxígeno, el metano o CH4 (que es la molécula más común en los interiores planetarios) genera CO2, CO y H2O, dependiendo de la disponibilidad de oxígeno. Los fluidos carbonosos así formados se inyectan en las masas sólidas generando presiones laterales en las fracturas, ensanchándolas y lubricándolas. De esa forma se posibilita el movimiento de los bloques rocosos, con producción de sismos y eyecciones de gases.
Los gases emitidos pueden permanecer en la superficie de los planetas más masivos formando parte de la atmósfera (o combinados con las formaciones superficiales sólidas) o escapar de la atracción gravitacional  dispersándose en el espacio interplanetario  en los cuerpos más pequeños. Normalmente, en la superficie sólida de los planetas el agua se congela o transforma en vapor  (rara vez permanece en estado líquido, una excepción es precisamente La Tierra), el dióxido de carbono se congela o queda en estado gaseoso, mientras que el metano puede pasar a cualquiera de los tres estados (gaseoso, líquido o sólido) dependiendo de la temperatura y la presión reinante.
En los planetas mayores del Sistema Solar, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, la atmósferas están formadas de hidrógeno, hidrocarburos (principalmente metano), nitrógeno y otras sustancias en menor cantidad. Los porcentajes de metano varían entre un mínimo de 0.1 % en Júpiter y 5% en Urano. Venus mantiene una atmósfera de gran densidad compuesta por dióxido de carbono (96.5 %) que puede interpretarse como metano oxidado, nitrógeno (2.5%) y dióxido de azufre (0.015%), con cantidades muy pequeñas de argón, monóxido de carbono y helio. Marte, que tiene una masa bastante menor que La Tierra y Venus, conserva una atmósfera de densidad relativamente baja (la presión atmósférica es 150 veces menor que la terrestre). Está  compuesta sobre todo por dióxido de carbono (95.32%) que también se puede interpretar como el producto de la oxidación del metano. Hay además 0.13% de oxígeno, 0.07% de monóxido de carbono y 0.03% de vapor de agua. Un caso particular se puede observar en Titán, el mayor satélite de Saturno, que tiene una atmósfera de gran densidad. La atmósfera de Titán está compuesta por 98.4 % de nitrógeno y 1.6% de metano.  En resumen, se comprueba  que los gases principales de los planetas mayores son el hidrógeno y  el helio, mientras que en los planetas menores y satélites mayores son el nitrógeno, el dióxido de carbono y el metano.
La atmósfera de La Tierra tiene una densidad menor a la de Venus y mayor que la de Marte. Su  composición es nitrogenada (78.08% de N), con una importante proporción de oxígeno (20.95%).  La presencia de dióxido de carbono (0.0360%) es escasa y el metano aparece en concentraciones muy pequeñas (aproximadamente 0.00017 %). Se considera que la mayor parte del carbono atmosférico y oceánico terrestre se ha inmobilizado bajo la forma de carbonatos. Esta composición puede ser explicada lógicamente a través de las teorías de la desgasificación planetaria, del origen mineral del petróleo y gas y de la ocurrenciade procesos de oxidación en las capas subsuperficiales de los cuerpos planetarios. Algunos autores (Thomas Gold, 1992 y 1999) atribuyen al metabolismo de poblaciones hipertermobacterianas subterráneas la ocurrencia de dicho proceso.
Este último autor desarrolla una explicación clara y sintética de estos procesos:
“Los depósitos de hidrocarburos en la corteza de La Tierra han sido considerados por muchos investigadores como derivados de materiales incorporados en el tiempo de la formación del planeta.
Procesos de desgasificación, activos en todas las épocas geológicas, transportaron los líquidos y gases liberados en las rocas porosas de la corteza. El punto de vista alternative, que fueron residuos biológicos la fuente de todos los hidrocarburos de la corteza, ganó aceptación general debido a que se encontraron moléculas de indudable origen biológico en la mayor parte de los petróleos crudos comerciales.
La información reciente redirige la atención a  las teorías de origen abiótico primitivo. Se destaca en esta información la prominencia de hidrocarburos gaseosos, líquidos y sólidos en muchos otros cuerpos del sistema solar, y en el espacio interestelar.
   Avances de la termodinámica de alta presión han mostrado que el régimen de temperatura y presión de La Tierra permitiría formarse a las moléculas dehidrocarburos y sobrevivir entre la superficie y una profundidad de 100 a 300 km. La desgasificación desde la profundidad arrastraría otros gases presentes como trazas, permitiendo comprender la relación bien conocida entre los hidrocarburos y el helio.
El balance de carbono de la corteza requiere que el proceso de desgasificación haya sido activo durante toda la historia geológica, y la información de los planetas y meteoritos, así como las muestras del manto, sugieren que el metano, más que el CO2, sea la principal fuente de carbono superficial.
El fraccionamiento isotópico del metano en su migración at través de las rocas es indicado por numerosas observaciones, suministrando una alternativa a los procesos biológicos que han sido considerados responsables por dicho fraccionamiento También la información de los pozos profundos en rocas graníticas y volcánicas en Suecia ha apoyado a la teoría de la migración del gas y petróleo desde las profundidades, al fraccionamiento isotópico durante la migración, a la asociación de los hidrocarburos con helio así como a la presencia microbiológica a profundidades mayores a 4 kilómetros.
La teoría ortodoxa sobre el origen de los hidrocarburos es que el gas natural y el petróleo se originan a partir de la evolución química de restos biológicos. Un punto de vista diferente fue sostenido por Mendeleev entre otros quien pensaba que estas sustancias se originaban en los materiales originales del planeta para luego emerger hacia la superficie.
 Hidrocarburos similares se encuentran en muchos cuerpos planetarios y cometas, e incluso en el espacio galáctico profundo, y por supuesto, no están relacionados con materiales biológicos.
Las consideraciones termodinámicas muestran que en el régimen geoquímico de alta presión y alta temperatura del manto superior de La Tierra, el hidrógeno y el carbón se combinan sin dificultad generando moléculas de hidrocarburos, y algunas de ellas permanecerán estables durante el ascenso hacia la corteza externa.No hay razón para invocar que el único origen de los hidrocarburos terrestres es biológico, y por tanto, extrañamente diferente a materiales similares en otros cuerpos celestes similares.
Las numerosas moléculas que tienen origen indudablemente biológico como los hopanos y ciertas porfirinas pueden todas ser producidas por bacterias y de acuerdo a múltiples indicios parecería que dicha vida microbiana en profundidad está generalizada.
La presencia de estas moléculas no tiene porqué ser el resultado del origen biológico del petróleo, pero meramente indicativa de la presencia de una micro-flora profunda.
Concomitantemente, la presencia de helio y numerosos metales-traza, en abundancia mayor a las concentraciones habituales en la corteza, se explican por la capacidad captadora de los fluidos hidrocarbonosos en su prolongado ascenso. Muchos depósitos minerales pueden deberse a la formación y transporte de compuestos orgánico-metálicos en estos flujos ascendentes, a menudo interactuando conla vida microbiana en la corteza externa.[2]

Las hipertermobacterias
Cuando el metano en su ascenso llega a los 10 kilómetros superiores con temperaturas por debajo de los 150 grados centígrados se encuentra con una numerosa flora subterránea de bacterias que viven en temperaturas elevadas.
A estas bacterias se las denomina hipertermobacterias. Se las considera pertenecientes al Dominiode las Archea.
Estas bacterias basan su metabolismo en la oxidación del metano, produciendo H2O y CO2 a partir de óxidos, sulfatos y otras sales.
De esa manera se generan óxidos reducidos (p.ej. magnetita), sulfuros (pirita, calcopirita, etc) y otros

Parte del metano sobrevive y emerge en los fondos oceánicos y otras surgencias gaseosas incorporándose a la atmósfera donde, bajo la forma CO2 es utilizado por los organismos fotosintéticos compuestos análogos.
Procesos de desgasificación. Surgencias de CH4 , CO2 y H2O en Hawaii.
La oxidación de gran cantidad de CH4 da lugar también a la formación de mucha agua que también se incorpora a la atmósfera  (teoría Thomas Gold).    
Esta agua de origen "bioquímico" se agrega a las aguas (al principio bajo la forma de hielos) pre-existentes que llegaron en el interior de los planetesimales (cometas, asteroides, meteoritos). 
La surgencia de este conjunto de aguas profundas (llamadas "juveniles") arrastra sales diversas acumulándose en la superficie formando océanos y otros cuerpos acuáticos con una hidroquímica particular muy relacionada con la biología.

Reflexiones sobre las propiedades del agua, la información y la vida
Extraido de Sequía en un Mundo de Agua, Danilo Antón, 2000, Piriguazú Ediciones, CIRA, Toluca, México.
El agua, la información y la vida
“La presencia generalizada de agua líquida en La Tierra ha permitido la implantación y desarrollo de los procesos vitales, cosa que no ha sido, hasta ahora, identificado en ningún otro astro.
La vida está intrínsecamente relacionada con el agua. El ADN, gigantesca molécula que constituye la base de todos los organismos conocidos, requiere, para su metabolismo y reproducción, estar en contacto con una solución acuosa de  características apropiadas.
La mayoría de los organismos viven en el agua, y los que no lo hacen, transportan consigo su propio microambiente acuoso.
En resumen, la vida no puede existir sin agua líquida. Recíprocamente, en los lugares en donde hay agua líquida, se dan las condiciones para la implantación y desarrollo de los procesos vitales.
No sabemos si hay grandes volúmenes de agua en estado líquido en otros planetas. Tal vez haya agua subterránea (“acuíferos”) en Marte o La Luna y hay indicios de océanos de agua cubiertos por una espesa capa congelada en una de las lunas de Júpiter (Europa). Dadas las temperaturas de Marte y Europa y las condiciones de presión extremadamente bajas de la superficie lunar, no es muy probable que se hayan desarrollado procesos vitales generalizados y mucho menos una situación “biosférica” como la que existe en La Tierra.
En nuestro planeta, la vida “adeénica”[i] ha colonizado prácticamente todos los ambientes acuáticos. Hay organismos vivos en las hirvientes emanaciones hidrotermales del fondo de los océanos, en las gotas de agua condensadas de las nubes troposféricas y en las aguas de fusión de los inlandsis antártico y groenlandés.
Aún en las regiones más secas del planeta, donde la humedad atmosférica no excede nunca 20 o 30% (como ciertas zonas del Sahara en Africa o el Rub’ al Khali de Arabia) existen numerosas formas de vida adaptadas a esa situación (p.ej. plantas freatófitas, invertebrados, reptiles, mamíferos, microorganismos variados) que “transportan” consigo sus soluciones acuosas protegidas de la sequedad exterior por membranas, cáscaras, pieles, costras u otros materiales aislantes.
Esta colonización generalizada del medio acuoso líquido hace difícil diferenciar el agua de la vida. De allí que podamos afirmar que, en La Tierra, el agua líquida y la vida constituyen un complejo inseparable.
La Vida es Información
Como señalábamos antes, la vida se basa en la molécula del ADN, en donde están contenidas las “instrucciones” para el desarrollo de las actividades metabólicas vitales y la reproducción de los organismos.
El ADN presenta una flexibilidad informacional que le permite reproducirse superando en cada nueva generación los inconvenientes funcionales de las generaciones pasadas: una propiedad que podemos llamar: adaptabilidad.
El ADN es una molécula muy larga, que se enrolla en el interior de los microorganismos y núcleos celulares. Su dimensión longitudinal es cientos de miles de veces mayor que la transversal.  La longitud del ADN de cada célula humana es de 2 metros. Si se sumara la longitud del ADN de todas las células de una sola persona (1015)  se podría rodear la circunferencia terrestre 10,000 veces.
Por otra parte, el genoma humano contiene 1,000 millones de bytes de información, por lo que se puede estimar la información genética de todas las células de un solo individuo de la especie en 1024.
Los demás organismos complejos poseen masas de información análogas. Incluso los organismos más simples, como las bacterias, tienen varios millones de bytes en su código genético. Estas cifras permiten aquilatar el inconmensurable volumen de información contenido en los organismos biológicos.
En un cm3  de agua suelen pulular varios cientos de miles de organismos (p.ej. protozoarios, bacterias, virus) con varios millones de bytes de información cada uno. En una sola gota de agua, por lo tanto, hay varios billones de unidades de información.  Si pensamos en el volumen total de agua que existe en la superficie del planeta (superior a los 2,000 millones de quilómetros cúbicos) podremos vislumbrar la apabullante cantidad de información que está contenida en la hidrósfera terrestre. Por esa razón, a la afirmación anterior de que “el agua es vida” podemos agregar que “la vida es información” y que por lo tanto “el agua es información”.
La química del agua
El agua está constituida por moléculas simples formadas por un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno.El oxígeno es un átomo relativamente grande (radio iónico: 1.40 A) tiene ocho protones en su núcleo (número atómico: 8) y ocho electrones en dos niveles orbitales. En el primer nivel orbital hay dos electrones que es la máxima capacidad y por tanto está colmatado. El segundo nivel orbital contiene seis electrones cuando el átomo se encuentra en estado neutro. Como la capacidad del nivel es de ocho, pueden alojarse dos electrones más cargándose negativamente en dos unidades (-2). r su parte el hidrógeno es un átomo muy pequeño que en estado neutro está constituido por un protón y un electrón. En estado iónico (o sea, al perder el electrón y cargarse positivamente) su radio disminuye considerablemente hasta alcanzar la dimensión de un protón. En ese estado el catión H es miles de veces menor que el anión O. Cuando se combinado con el oxígeno su “radio iónico” puede ser considerado negativo (-0.38 A).

Debido al enorme tamaño relativo del oxígeno y a la pequeñísima dimensión del núcleo de hidrógeno, la molécula de agua es, aproximadamente, del mismo tamaño que el átomo de oxígeno (radio iónico: 1.55 A).

Los dos iones H quedan sumergidos en la  nube electrónica (principalmente controlada por el núcleo del oxígeno) dando lugar a una configuración tetraédrica. En dicha estructura, el núcleo del oxígeno ocupa el centro del tetraedro, los dos núcleos (protones) de hidrógeno ocupan dos vértices y las nubes de carga negativa, los vértices restantes.

El ángulo entre los dos enlaces O-H es de 105º, ligeramente menores que los 109.5º de un tetraedro perfecto.
Debido a la ubicación del átomo de oxígeno y la nube electrónica que lo rodea (con carga débil negativa) en una dirección y los dos átomos de hidrógenos (con carga débil positiva) en dirección opuesta, la molécula de agua asume características polares.
Dos moléculas de agua contiguas tienden a atraerse enlazando el extremo positivo de una molécula con el negativo de la otra. Este enlace es habitualmente denominado “enlace hidrógeno”.
Cada molécula de agua puede formar (y normalmente lo hace) cuatro enlaces-hidrógeno con cuatro moléculas de agua vecinas. Dos de esos enlaces son entre sus hidrógenos y los átomos de oxígeno de otras dos moléculas de agua, y los otros dos entre su átomo de oxígeno y dos átomos de hidrógeno de otras moléculas cercanas[ii].
A diferencia del hielo, que tiene un perfecta geometría tetraédrica, el agua líquida tiene una geometría bastante irregular.
Las moléculas de agua forman “enlaces-hidrógeno” entre sí, pero también pueden formarlos con otras moléculas polares, como ácidos, sales, azúcares y varias regiones en las proteinas y en el propio ADN.
Estas sustancias que se combinan polarmente con el agua y/o disuelven en ella son denominadas hidrófílas.
En cambio, las moléculas no-polares (como las grasas), que no forman enlaces-hidrógeno con el agua, ni se disuelven en ella, son denominadas hidrófobas.
Las proteinas y el ADN son moléculas que contienen a la vez componentes hidrofóbos e hidrófílos enlazados en largas cadenas tridimensionales. En éstas, los elementos hidrófilos se localizan en la superficie, donde pueden interactuar con el agua, mientras que los hidrófobos permanecen en las zonas más profundas de la estructura, lejos del agua.
De esa forma estos componentes parecen actuar como factores de estabilidad estructural, frente al rol más dinámico de la porción superficial hidrófila.
Cualquier célula contiene por lo menos varios miles de millones de moléculas de agua. Es en esa enorme cantidad de unidades moleculares que tienen lugar los procesos biológicos.
El agua es un componente integral del ADN. Los primeros modelos que se intentaron de la molécula del ADN en el vacío fracasaron debido a que las fuerzas repulsivas existentes entre los grupos fosfatados, cargados negativamente, daban lugar a la fractura casi inmediata de la molécula (en menos de 50 picosegundos).
Modelos ulteriores[iii] en los que se incluyeron moléculas de agua alrededor y dentro de las anfractuosidades del ADN permitieron una mayor estabilización de la estructura en doble hélice (hasta 500 picosegundos).
En estudios más recientes se pudo comprobar que las moléculas de agua puedan interactuar con todos los elementos superficiales de la dóble hélice, incluyendo los pares de bases que constituyen el código genético. 
Se ha comprobado además que las moléculas de agua no pueden penetrar en profundidad la estructura constituida por eleméntos hidrófobos.
En la superficie de las proteinas existen entrantes en donde las moléculas de agua enlazadas tienen dificultad para introducirse. Es en estos surcos que se produce la interacción entre las enzimas y las moléculas ligantes.  En estudios recientes se ha constatado que la configuración de las moléculas de agua en un sitio activo imita la geometría y estructura de la molécula ligante propiamente dicha.
Esta capacidad de imitación de otras moléculas que tiene el agua es probablemente la base de la homeopatía, disciplina medicinal alternativa que se basa en el tratamiento de enfermedades mediante el uso de sustancias extremadamente diluidas en agua. En las preparaciones homeopáticas se hace desaparecer el soluto casi completamente, quedando solamente el agua. A pesar de ello, en algunas de las propiedades parece conservarse, de algún modo, la memoria de la sustancia que ha estado disuelta.
Estos procesos son poco conocidos a nivel analítico e impugnados en el mundo académico. Sin embargo existe una prolongada utilización empírica en muchas partes del mundo.
El agua genera información
El agua no sólo contiene información, sino que al fluir por encima y a través de la corteza va generando sus propios registros en los materiales sólidos con los que entra en contacto. En su movimiento produce micro-relieves que luego pueden ser utilizados por el agua misma en circunstancias ulteriores.
Cuando llueve sobre un suelo desprotegido, las primeras gotas producen un barnizado que impermeabiliza la superficie del terreno, las gotas subsiguientes no pueden infiltrarse dentro del suelo y comienzan a escurrir ladera abajo. En las cimas el volumen de agua es pequeño, pero a medida que corre hacia las zonas más bajas, el caudal aumenta, debido a su tendencia a concentrarse en las zonas más deprimidas.
Esta concentración facilita su efecto erosivo, creándose surcos de profundidad variable que son los rastros del recorrido del agua en su camino hacia los valles.
Cuando cesa la lluvia el paisaje conserva las marcas del flujo hídrico a modo de registro de los episodios pluviales ocurridos.
Si las nuevas lluvias demoran mucho, o son muy esporádicas, estos registros pueden ser borrados por la vegetación, las pisadas de los animales o capas de depósitos eólicos, como las dunas o el loess.
En muchos casos los surcos producidos por el agua sobreviven, y al llover nuevamente, el agua profundiza aún más los antiguos canales, asegurando que las próximas precipitaciones continuarán fluyendo a través de dichos cauces.
La información contenida en el drenaje es utilizada y acentuada por el agua que corre en su camino a los valles y mares. En ese sentido, éste constituye un complejo registro de la historia hidro-geomorfológica de los paisajes.
Del mismo modo que el agua genera rasgos geomorfológicos superficiales “legibles” por los sucesivos eventos hídricos, también introduce modificaciones en las formaciones geológicas a través de las cuales circula en forma subterránea.
Así, ciertas zonas de mayor permeabilidad pueden verla  aumentada aún más, debido a la disolución y arrastre de sales u otras sustancias que oficiaban de obstáculo al flujo sugbterráneo.
En zonas de fisuras, el pasaje contínuo de agua puede producir un ensanchamiento de las mismas aumentando aún más su permeabilidad, el caudal y la intensidad de la disolución.
A partir de un cierto ancho de los sistemas de oquedades y fracturas, la velocidad del flujo empieza a tener efectos mecánicos sobre las paredes, techo y piso de los conductos, acelerando aún más el proceso.
El “registro” del flujo subterráneo anterior condiciona el flujo futuro.
Para el conocimiento de las historias hídricas locales, es importante saber “leer” e interpretar estos códigos, tanto superficiales como subterráneos.
Estos no son registros separados, sino complementarios, reflejando no sólo los fenómenos del sitio, sino también las interrelaciones entre los dos dominios (superficial y subterráneo). Ejemplo de ello son los manantiales (zonas de descarga de los acuíferos) y las dolinas y cenotes (zonas de recarga).”
Surgencias de metano
El metano presenta surgencias en todos los sitios donde hay conductos (fracturas) que alivian la presión y permiten su ascenso. En el fondo marino, donde la corteza es más delgada, existen innumerables fuentes de emanación de metano y subproductos (vapor de agua, dióxido de carbono). En presencia de aguas frías el metano se mezcla dando lugar a la formación de hidratos de metano. Es frecuente encontrar una capa de hidratos de metano en los fondos oceánicos con espesores de varios decenas de metros.
Los hidratos de metano (clatratos de metano) son extremadamente abundantes en los fondos marinos. Cada litro sólido del hidrato contiene 168 litros de metano  a la presión atmosférica. En la imagen se observa una concreción de hidratos de metano cristalizados proveniente del fondo oceánico.
El origen de las aguas planetarias
En general se considera que el origen del agua terrestre se relaciona con el contenido de este compuesto en los planetesimales que formaron La Tierra en sus comienzos. A este contenido original se agregan los aportes de cometas, asteroides y meteoritos durante los 4,500 millones de años de la historia geológica del planeta.
Existe sin embargo otra posible fuente de H2O que se relacionaría con procesos químicos ocurridos en el manto y sobre todo en la corteza. En efecto, siguiendo los argumentos de la teoría que sostiene el origen abiótico de los hidrocarburos postulada por Thomas Gold se identifica un proceso de hidrogénesis debido a la oxidación del metano ascendente desde el manto superior hasta la superficie.
En su recorrido, el metano sufre cambios químicos asistidos por procesos metabólicos bacterianos. El CH4  se oxida generando H2O y CO2. Los volúmenes de agua y dióxido de carbono producidos dependen de los volúmenes de gas metano ascendente. Como el hidrógeno se oxida con mayor facilidad que el carbono, los volúmenes de agua generados son más importantes que los volúmenes de CO2 .  En ese proceso de oxidación los hidrocarburos pierden hidrógeno y se enriquecen en carbono (p.ej. 2CH4 + O puede dar lugar a C2H6+ H2O y a su vez C2H6+ O dar lugar a C3H8+ H2O y así sucesivamente).
Luego de continuadas oxidaciones del hidrógeno los hidrocarburos se hacen más carbonosos hasta llegar a fluidos exclusivamente carbonosos, con poco o ningún hidrógeno.
Thomas Gold sostiene que las carbonizaciones comunes en el registro geológico no son de origen fósil como se cree habitualmente sino el resultado de carbonización por ascenso e impregnación de fluidos muy ricos en carbono.
Al mismo tiempo que se generan hidrocarburos carbonosos (gases más pesados, naftas, alquitranes) los procesos de oxidación van liberando agua.
Estos fenómenos de generación de agua comenzaron inmediatamente de estabilizarse el planeta en sus orígenes y continuaron durante toda su evolución geológica tal vez incrementándose en períodos geológicos más recientes. Un cálculo simple permite atribuir una parte muy importante del volumen hídrico de la corteza a estos procesos de oxidación del metano.
Si así fuera, es probable que en el momento que comienza la disyunción  continental en el Jurásico la cantidad de agua de la hidrósfera fuera bastante menor a la actual y por lo tanto la profundidad de los mares también sería inferior. Debemos señalar que de acuerdo a la hipótesis de la expansión terrestre en ese momento geológico no había aún océanos en el sentido actual de la palabra.
Esto permitiría comprender la actual composición del agua marina. Una parte de los compuestos disueltos estaban ya en las aguas más antiguas incluidas en meteoritos, asteroides y cometas (planetesimales originales y cuerpos que impactaron después).
Pero otra parte, no despreciable, tal vez fundamental, puede haber provenido desde las profundidades durante el ascenso de las aguas juveniles resultantes de la oxidación de los hidrocarburos.
Desde el principio los procesos de oxidación del metano y otros compuestos derivados (y de generación de agua) fueron facilitados (acelerados) por la acción bacteriana y por ende losorganismos bacterianos debían estar perfectamente adaptadas a ese ambiente geológico profundo.
Lo mismo puede decirse de las primeras bacterias que poblaron los mares antiguos y de los organismos que se desarrollaron en las aguas superficiales a partir de ellas.
La importancia que tuvieron las aguas naturales cargadas en sales en el desarrollo de la biota no debe ser subestimado.
Eso nos permite afirmar con escaso margen de incertidumbre que los seres uni y pluricelulares actuales, tanto acuáticos como continentales están asociados profundamente en sus orígenes y evolución a las características y propiedades del agua marina y atmosférica.

Reflexiones sobre el origen de la vida en La Tierra
Extraido de Pueblos, Drogas y Serpientes, Danilo Antón, 2002, Piriguazú Ediciones, México, Costa Rica
En el principio fue el hielo
Antes que cayera a gran velocidad en el vientre acuoso de aquel mundo azul, ella había pasado mucho tiempo dormida en el hielo, protegida por una masiva envoltura gris de roca y polvo.
Es difícil saber cuanto tiempo transcurrió desde que dejó su otro mundo, al otro lado de estos universos estelares y gaseosos. La conciencia del tiempo requiere una complejidad especial que, por lo menos dentro de esta protuberancia sideral en que ella viajaba, aún no existía.
En su lugar de origen había otros seres iguales a ella, espirales  alargadas de vida nutridas por océanos y lagos diferentes, muy antiguos, muy lejanos.
Tal vez no llegó sola, probablemente venían con ella cientos, miles, millones de hermanas igualmente encerradas en sus costras heladas.
En su alargado cuerpo traía toda la información necesaria para reconstruirse entera, para navegar, para crear hijas nuevas replicadas a partir de los códigos viejos.
Cuando cesó la lluvia de partículas y rocas sobre las olas rugientes del gran mar, casi solitario, ella sintió resquebrajarse la costra y fundirse el hielo.
De a poco su roca-útero se fue achicando, hasta que pudo derivar, moverse su esencia más común (hecha de oxígeno y carbono) hasta que no quedó más que un milésimo de su concentración original. Liberaron el oxígeno y formaron un nuevo tipo de aire, mejor adaptado a sus necesidades.
Algunas de ellas comenzaron a respirar, quemando lentamente la materia orgánica en este mundo azul desconocido, pero que parecía tan hospitalario como el propio.
Sus hermanas también habían caído allí, antes o después, y estaban buscando sin prisa, los calores, las luces, los alimentos necesarios.
Al cabo de mucho tiempo, ellas, las pequeñísimas serpientes celestiales, se habían extendido a todas las aguas del planeta, a los océanos, a las nubes, a los ríos y lagos, y al rocío. Hasta las venas líquidas en lo más profundo de la tierra pasaron a estar pobladas por una muchedumbre de seres minúsculos. Madres e hijas, innumerables, reproduciendo los registros antiquísimos en las nuevas aguas terrenales, para crear otra esfera de vida en el espacio.
Nuestras pequeñas progenitoras
Ellas traían una capacidad principal en sus larguísimas y enroscadas espirales, la del aprendizaje.
Podían reproducirse en millones de copias casi idénticas y tan sólo trasmitir hacia el futuro aquellos rasgos más resistentes, más eficientes, más benéficos.
Así lograron aprovechar la energía de la estrella del sistema para construir sus propios cuerpos y a utilizar los gases del aire como la base de su materia viva.
Muchas de ellas se unieron para mejorar su adaptación al medio. Formaron numerosas asociaciones en las que cada una adoptó una función determinada. Protegidas en la multitud lograban ayudarse mutuamente en la difícil tarea de la supervivencia.
Cada generación registró la experiencia del éxito y el fracaso. Los códigos se enriquecieron en nueva información sobre el planeta azul y así fueron aprendiendo y trasmitiendo lo aprendido.
De a poco ocuparon todos los espacios líquidos del astro, desde las altas nubes hasta las aguas calientes en las resquebrajaduras de las rocas.
Y el planeta comenzó a vivir de una manera diferente .
Parecían tener una estrategia, y tal vez la tenían, incrustada en los millones de antiguas instrucciones heredadas de otros mundos.
Cambiaron los gases de la atmósfera, consumieron el compuesto ga abundante que ellas mismas habían formado, mientras que las otras continuaban construyendo sus organismos con la ayuda de la luz del sol o de otras fuentes de energía provenientes de las profundidades.
Gracias a estos cambios lograron conservar la temperatura de los aires y las aguas relativamente estable.
Como la estrella se calentaba gradualmente, crearon un sistema de enfriamiento, que permitió refrescar la atmósfera, manteniendo el ambiente dentro de los límites  apropiados para la vida.
A la vez desarrollaron nuevos sistemas para favorecer el aprendizaje y mejorar las réplicas futuras. Algunas especies se dividieron en dos grupos distintos, pero complementarios. Los individuos de un grupo se unían a los del otro grupo para reproducirse en forma más variada.
Ya no eran miles o millones de copias casi idénticas, sino combinaciones múltiples  entre las dos mitades complementarias.
Una de estas mitades, la femenina se dedicó a gestar los huevos y generar nuevas crías, y la otra, la contraparte masculina, a cooperar de diversas formas para su formación y crecimiento.
Así fueron surgiendo numerosísimas variantes.
Algunas especies crecieron a tamaños gigantescos, asociaciones de billones de espirales en sus envolturas acuosas, mientras que otras se mantuvieron separadas, como en los viejos tiempos de la lluvia del hielo.
La mayoría de las asociaciones siguieron flotando o nadando en todos los niveles de mares y lagos, unos grupos intentaron salirse del agua y se arrastraron por la tierra seca llevando sus sacos líquidos a cuestas.
También se desarrollaron en los suelos enterrando raíces en la tierra para absorber la humedad y elevando sus hojas hacia el cielo para obtener la luz y el gas precioso del carbono.
De esa forma se formaron complejas asociaciones en donde trillones de minúsculas serpientes, se agrupaban, crecían y morían, replicándose en número cada vez mayor. En cada nueva generación aprendían muchas cosas, y las trasmitían a la siguiente.
Todo el  planeta estaba vivo, latía al compás de los nuevos intentos y exploraciones,  y así, de a poco, se fue organizando su materia.
Los vehículos de la vida
Además de las estrellas y planetas, el Universo está poblado por infinidad de pequeñísimos astros que actúan como vehículos de la vida en el espacio y en el tiempo.
Generalmente se encuentran lejos de los soles y estrellas, derivando en las enormes distancias frías y oscuras.
Los más pequeños, que son  la enorme mayoría, permanecen congelados por cientos de millones de años sin que nada perturbe su largo invierno sideral.
Otros, los más grandes, poseen suficiente masa como para generar algo de calor a partir de sus minerales y compuestos radiactivos.
En estos cuerpos celestes los hielos interiores pueden fundirse formando tibios mares subterráneos. Estos son, probablemente, los escenarios más comunes de la vida en el cosmos.
Pequeñas bacterias y otros organismos difíciles de imaginar, sobreviven, se reproducen y evolucionan en estos ambientes, utilizando la  limitada pero duradera energía disponible. El Sistema Solar contiene millones, tal vez miles de millones de dichos cuerpos. Una gran cantidad se encuentra lejos del  Sol, más allá de las órbitas de Urano y Neptuno.
Algunos están más cerca del centro, en regiones más cálidas, y ocasionalmente se acercan tanto al astro pri ncipal que sus hielos pueden vaporizarse y ser eyectados en forma de gas y polvo.
Estos cuerpos, que muchas veces se muestran en forma espectacular en los cielos nocturnos son llamados «cometas».
Algunos astrónomos, cada vez más, piensan que los cometas y sus parientes de las lejanías oscuras y frías, son portadoras de formas de vida cuyas características resultan difíciles de imaginar.  Tal vez algunos de ellos se comporten como verdaderos organismos  con su «metabolismo» e historia de vida particular y única.
Según Chandra Wickramansinghe, Fred Hoyle y otros investigadores, la vida ha sido un fenòmeno común en el Universo desde hace mucho tiempo, casi desde los comienzos (si es que hubo comienzos), diseminándose a través del espacio embarcada en los minúsculos astros cometarios.
 Así llegaron a La Tierra los primeros organismos en los remotos orígenes, hace varios miles de millones de años. De ese modo continuaron llegando, trayendo nuevos aportes genéticos a lo largo de toda la historia geológica del planeta.
Grandes y pequeños bloques helados bombardearon la atmósfera enriqueciéndola en agua y otros compuestos y elemenetos livianos (nitrógeno,  metano, dióxido de carbono, etc).

De esa manera, gradualmente, se formaron los mares primigenios, se colmaron de agua las hendiduras dela corteza y se fue constituyendo la mezcla de gases que denominamos «aire».  A esta atmósfera contribuyeron también los gases emanados del interior planetario en un proceso de degasificación que aún continúa.  Estas emisiones gaseosas fueron  principalmente  nitrógeno y metano. El nitrógeno aún está presente mayoritariamente en la atmósfera, y el metano sufriò procesos de oxidación enriqueciendo la superficie de dióxido de carbono y agua.
Repensando los orígenes
Esta teoría, que había sido expuesta por parimera vez por el astrónomo sueco Svenius Arrhenius en 1939 y adoptada por Francis Crick (co-descubridor del ADN) en 1980 y muchos otros científicos en tiempos más recientes, es denominada «panspermia».
La hipótesis sostiene que no es probable que la vida se haya formado a partir de una «sopa» terrestre original. Las proteínas, que son los elementos básicos de los procesos vitales, son construidas por medio de una compleja operación qu einvolucra varias gigantescas moléculas alargadas, el ácido desoxirribonucleico o ARN, que ransmite y ejecuta las instrucciones.
Normalmente las molécular proteicas están formadas por unos 200 aminoácidos constituidas por 20 «especies»  de aminoácidos diferentes.
Señalan Crick y otros que las posibilidades de que estos 200 componentes se agrupen al azar para dar lugar a cualquier proteína son prácticamente nulas.
Ahora bien, existe un numero enorme de proteínas distintas adaptadas para cumplir las diversas funciones vitales de los cientos de millones de especies animales y vegetales existentes en el planeta. Se estima que tan sólo en los seres humanos hay unas 60,000 proteínas diferentes.
La propia molécula de ADN, que contiene las instrucciones para construir las proteínas, es una  anomalía química de una complejidad difícilmente imaginable.
Se trata de miles de millones de grupos de átomos (pares de bases) alineados formando una doble cadena extremadamente larga. ¡Su dimensión longitudinal es miles de millones de veces mayor que su ancho!
Es algo así como un cabello que tuviera varios cientos de quilómetros de largo.
La longitud del ADN en cada una de las células humanas es de 2 metros.
Si sumáramos el largo del ADN de todas las células del cuerpo (10,000 millones) alcanzaríamos una extensión total de 20 millones de kilómetros, o sea màs de 60 veces la distancia de la Tierra a la Luna.

La panspermia
Francis Crick obtuvo un Premio Nobel por ser co-descubridor de la estructura de la molécula de la vida, una larguísima y compleja doble hélice que fue denominada ácido desoxiribonucleico o ADN3 .
En su libro “La vida misma, su origen y naturaleza”, Crick argumentaba que la vida no pudo haber surgido de una sopa terrestre primitiva.
En primer lugar, porque la molécula de ADN no puede ensamblarse sola, requiere proteinas especiales para hacerlo. Y en segundo lugar, porque no parece posible que las proteinas puedan formarse por casualidad.
Todas las proteinas  están hechas de tan sólo 20 aminoácidos específicos. Cada una de ellas contiene doscientos aminoácidos que son combinaciones variables de la veintena de compuestos antes mencionados.
De acuerdo a Crick, las probabilidades de que se formara una proteina cualquiera por azar son de apenas una en 10160, cantidad mucho mayor que TODOS los átomos del universo conocido (1080).
Es como si un remolino que agitase un depósito de chatarra, “casualmente” construyera un jet B-747 listo para volar…
Este autor concluye que la complejidad que existe en las estructuras celulares no puede ser debida al azar. Las moléculas iniciales de la vida debieron provenir del espacio.
Esta teoría que ha sido llamada “panspermia”, había sido propuesta por Svante Arrhenius a principios del siglo XX, y desarrollada por Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe durante las últimas décadas.
Piensan Hoyle y Wickramasinghe que la vida se habría originado en el momento de la formación de las galaxias, tal vez de la nuestra (“la Vía Láctea”) o del conjunto de las galaxias del universo conocido, y a partir de ese momento se habría difundido contenida y transportada en los pequeños cuerpos cometarios “sembrando”  los planetas que tenían las condiciones apropiadas. La Tierra recibió sus primeras semillas devida hace casi 4,000 millones de años, evolucionando en diferentes direcciones de acuerdo a las condiciones de los ambientes encontrados. Según Wickramasinghe (1974), el polvo interestelar es esencialmente orgánico y existe vida de tipo bacteriano por doquier.
Estos organismos y materia orgánica estarían llegando a la atmósfera terrestre en forma regular, modificando y enriqueciendo el stock genético planetario. 
Ello explicaría la presencia de compuestos orgánicos detectados al quemarse algunos meteoritos a 80 quilómetros de altura, y el reciente hallazgo de bacterias vivas a 16,000 de altitud8 .
Este último autor y Fred Hoyle interpretan como de origen orgánico la coloración rojiza de ciertos satélites planetarios cuya superficie está cubierta de hielo (p.ej. Europa, Calisto y Charon), y de otros astros ubicados en el llamado cinturón de Kuiper10 . De acuerdo a ambos astrónomos, el interior de estos planetoides (cuya temperatura exterior es inferior a –200° C), estaría “entibiado” por los procesos de desintegración radioactiva de sus minerales, permitiendo la existencia de agua líquida en su interior, y por ende, de procesos biológicos.  Piensan estos autores que la vida puede sobrevivir la congelación profunda por mucho tiempo, tal vez decenas o cientos de millones de años.

Polvo de estrellas, semillas de la vida
Parecía difícil de creer. Cuando Chandra Wickramasinghe, y más tarde, Shirwan Al-Mufti, allá en la década de los setenta y principios de los ochenta, trabajando bajo la supervisión del Prof. Fred Hoyle estudiaron la composición de los polvos interestelares, llegaron a la conclusión que las partìculas estaban constituidas en gran medida por polìmeros orgánicos, cuyos espectros de absorción luminosa se revelaban muy similares (casi idénticos) a los que producían las esporas de bacterias desecadas.
¡El polvo interestelar estaba hecho de bacterias!
Los trabajos que reportan los hallazgos fueron publicados en 1974 (Wickramasinghe, N.C., Nature, 252, 462, 1974 y Wickramasinghe, N.C., M.N.R.A.S., 170, 1974)11, en 1977  (Hoyle, Fred y Wickramasingh, N.C., Nature, 268, 610, 1977)12 y en 1982 (Hoyle, Fred, Wickramasinghe y Al-Mufti, S., Astrophys. Sp.Sci. 86, 341, 1982)13.
A  pesar que la información había sido rigurosamente obtenida, analizada e interpretada, la comunidad científica internacional decidió rechazar sin  màslas nuevas revelaciones. No era posible que hubiera bacterias en el espacio sideral. Ellas no sobrevivían en el vacìo. No resistían el intenso frío del espacio. Las bacterias sòlo existían en la Tierra como producto de una evolución propia de nuestro planeta. Era imposible.
De ser ciertas las alegaciones de Hoyle, Wickramasinghe y Al-Mufti, se derrumbaría el paradigma reinante. Habría que reescribir los libros de ciencia.
Otra vez, como había ocurrido tantas veces en la historia de la ciencia y de la humanidad se decretó que los  nuevos datos eran inadmisibles, inapropiadamente obtenidos y/o mal interpretados.
Pasaron algunos años. La nueva información que se recogió durante las dos décadas siguientes parece confirmar la hipótesis del polvo interestelar bacteriano. Meteoritos con restos de bacterias fosilizadas, múltiples pruebas acerca de la resistencia de las esporas, algunas bacterias contenidas en el aparato digestivo de abejas fosilizadas en ámbar fueron vueltas a la vida luego de 25 millones de años. Se sabe que hubieron bacterias terrestres que resistieron casi tres años en el ambiente inhóspito lunar y fueron traidas de regreso a la Tierra por una sonda rusa en la dècada de 1960, se han encontrado bacterias viables a gran altura, en la estratósfera14, y recientemente la sonda Stardustregistró polímeros orgánicosque parecen bacterianos en pleno espacio interplanetario. Resulta cada vez más difìcil contradecir las evidencias.
El universo está poblado de vida. En las cortezas, océanos y atmósferas de los grandes planetas, en el interior de los pequeños asteroides y cometas, en los fragmentos de hielos errantes, y hasta en el polvo cósmico microscópico. Innumerables esporas bacterianas recorren los espacios oscuros y gélidos en busca de un lugar donde despertar, vivir y reproducirse.
Una vida que siempre existió y siempre existirá. Sin principio ni fin.
De ellas provenimos. Nuestros innumerables e inmortales ancestros cósmicos15. Las diminutas serpientes celestiales.”

 Algunas publicaciones fundamentales en los temas de evolución planetaria y terrestre.
·        Carey, Samuel Warren, 1988, Theories of the earth and universe: a history of dogma in the earth sciences, Stanford University Press
·        Gold, Thomas, 1992-1999, The deep hot biosphere, Copernicus-Springer Verlag, New York.
·        Hurrell, Stephen,1994-2011, Dinosaurs and the Expanding Earth
·        Hurrell, Stephen, 2011, Ancient Life’s Gravity and Implications for the Expanding Earth; Istituto Nazionales di Geofisica e Vulcanologia, Sezione Roma1,Roma Italia
·        Kuhn, Thomas S. (ed.or.1962), 2005. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica de España.
·        Lovelock, James, 1988. The ages of Gaia, The Commonwealth Fund, Londres
·        Maxlow, James, 2005, Terra non Firma Earth: Plate Tectonics is a Myth”, Terella Press, Perth, Australia.
·        Sánchez Cela, Vicente, 2005. La energía en los procesos geológicos. Prensa Universitaria de Zaragoza
·        Wegener, Alfred, 1915: Die Entstehung der Kontinente und Ozeane. Sammlang Vieweg, 23, 94 págs. Braunschweig 
·        Wegener, Alfred, 1983 (edición en español). El origen de los continentes y océanos. Ediciones Pirámide, S.A. Ciencias del hombre y la naturaleza. 230 págs. Madrid. 





[1] Esta interpretación se basa en las investigaciones de Vicente Sánchez Cela.,
[2]Traducido y adaptado de Thomas Gold  origeminorganicadopetroleo.blogspot.com/2011/01/thomas-gold-professional-papers.htmlld




[i] Neologismo a partir del ADN
[ii] Para redactar esta sección nos basamos en el trabajo de Mark Gerstein y Michael Levitt titulado “Simulating water and the molecules of life;  Scientific American, November 1998, pag. 100-105.
[iii]  Por ejemplo el modelo realizado por Levitt y Miriam Hirshberg del National Institute for Medical Research en Londres a fines de la década de 1980.
Autor: Danilo Antón
2013



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