martes, 14 de enero de 2020

Las reservas y gestión del agua genera estereotipos falsos y exagerados
Teóricamente, hay 600,000 m3 de agua por persona pero irregularmente distribuida y peor manejada
La mayor parte del agua del planeta está almacenada en los océanos. En ellos, que constituyen el elemento central y más abundante de la hidrósfera, reside más del 97% del componente hídrico global, unos 1,348 millones de km3.
Además de ser el receptáculo de la mayor parte del agua, los océanos contienen grandes volúmenes de sales disueltas (3.5% del total).
Otra parte considerable del agua (2.01%) se encuentra congelada bajo la forma de hielo en los inlandsis, glaciares y banquisas. Su volumen es de alrededor de 27.8 millones de km3. Estas masas de hielo se mantienen relativamente constantes, aunque disminuyen por debajo del 2% del agua total durante el verano austral (cuando las banquisas de la Antártida se funden parcialmente), y ascienden a poco más del 2 % en el invierno del sur. 
En las últimas décadas se ha señalado un adelgazamiento de las capas heladas de las banquisas (hielos flotantes) árticas y antárticas y de los inlandsis (hielos apoyados en tierra firme) de la Antártida y Groenlandia. 
Su efectiva ocurrencia y su magnitud es incierta y polémica debido a resultados contradictorios de las investigaciones realizadas, pero que han recibido intensa y permanente cobertura mediática sesgada.
Más de 0.5 % del agua global está contenida en las formaciones geológicas bajo la forma de aguas subterráneas. Estas constituyen aproximadamente unos 8 millones de km3. Una parte importante de estos líquidos están relativamente inmovilizados, “fosilizada”, y por tanto, no circulan. Otra parte, se recarga y descarga en los sistemas superficiales.
Las aguas subterráneas presentan contenidos salinos variados. Las hay “dulces”, con bajos tenores en sales, las hay salobres (con contenidos salinos intermedios), saladas (similares a las del mar) y verdaderas salmueras (cercanas al punto de saturación).
Poco más de medio milésimo (0.06%) del total del agua del planeta ocurre como agua superficial, o sea alrededor de 225,000 km3. Como más de la mitad de ésta es salobre o salada, solamente 0.02%, equivalente a 100,000 km3 puede ser catalogada como “aguas dulces”.
De todas las aguas superficiales, 95 % están almacenadas en lagos, por los que los cursos de agua, ríos y arroyos, sólo contienen 0.001% del total, o sea “apenas” 10,000 km3
A pesar que esta proporción parece pequeña, cuando se la mide en m3  el volumen resulta aún considerable. El agua dulce superficial total, sin contar el hielo, alcanza cien billones (1013) de metros cúbicos, equivalente a cien mil billones de litros (1016 ).  Si distribuyéramos esta cantidad entre todos los habitantes del planeta le correspondería a cada uno 18,000 metros cúbicos, o sea, ¡18 millones de litros por persona!
A ello hay que agregar los acuíferos de agua dulce, que son 30 veces más abundantes. Si incluimos las aguas subterráneas el total por persona ascendería a 600,000 m3.
En términos abstractos este volumen parece ser más que suficiente para satisfacer todas las necesidades actuales y del futuro cercano.
Sin embargo, las cantidades disponibles son mucho menores. En ellas no se puede considerar toda el agua almacenada, pues su utilización actual indiscriminada, limitaría su uso futuro. El agua  disponible desde el punto de vista ambiental es tan sólo el agua renovable.
La ecuación hídrica
El ciclo del agua sobre la superficie de la tierra suele definirse a través de una fórmula habitualmente denominada la ley de conservación.
De acuerdo a ella los parámetros hídricos principales serían los siguientes:
P = precipitación
E = evaporación
Qs = caudal superficial
Qg = caudal subterráneo (geológico)
R = reservas
U = utilización en el ciclo biológico
A los efectos prácticos se integran Qs y Qg en un término único: Q y se asume que R y U se consideran constantes.
 La fórmula simplificada sería:
P = E  + Q
O sea que las precipitaciones son iguales a la evaporación más el escurrimiento.
Dicho de otra forma Q=  P- E
Que equivale a decir que el  escurrimiento es igual a las precipitaciones menos la evaporación.
En esta fórmula se supone que el agua infiltrada va a reaparecer tarde o temprano para incorporarse a  Q o para evaporarse.  
En los hechos, la integración del agua superficial y la subterránea,  Qs y Qg, en un solo término y la eliminación de la infiltración de la fórmula, puede hacer perder de vista algunos aspectos del intercambio hídrico entre acuíferos y cuerpos de agua superficiales. 
Una vez que las aguas se infiltran sus itinerarios subterráneos pueden ser muy complejos, y difíciles de determinar. Por ello, puede ser conveniente incluir el flujo subterráneo como término separado.
Por otra parte, U no es constante.  La dinámica de los sistemas naturales, y aún más importante, las influencias humanas sobre los mismos, lleva a que U cambie incesantemente.  Debido a múltiples factores, la cobertura vegetal en muchas cuencas (sobre todo las densamente pobladas) está en permanente evolución. Por esa razón, el término U sufre constantes modificaciones que dificultan las evaluaciones.
Del mismo modo, R (las reservas) pueden experimentar disminuciones o aumentos afectando la precisión de los cálculos hidrográficos.
   
El agua renovable

Cada año, caen 496 mil quilómetros cúbicos de agua en el planeta, cuatro veces el total del volumen contenido en lagos y ríos. Si las precipitaciones se distribuyeran homogéneamente, su altura anual sería de 973 milímetros.
Sólo 25% de este total cae en los continentes.  Aún con precipitaciones medias de apenas 696 mm por año, Asia recibe la mayor parte (28%) del agua caida. América del Sur, con menos de la mitad del área asiática, recoge 25%, debido a sus precipitaciones medias superiores (1,464 mm por año). El promedio africano es similar al de Asia y el norteamericano ligeramente inferior (645 mm por año). Asumiendo que el agua almacenada en los acuíferos se mantuviera estable, se puede estimar que la evaporación a partir de los continentes alcanza 84% de las precipitaciones en Africa, 67% en Australia y 62% en América del Norte. En Asia y América del Sur las pérdidas por evaporación representan el 60% del agua caida; en Europa, 57%. Solamente en la Antártida la tasa es considerablemente menor (17%).
Limitando nuestros cálculos exclusivamente a las precipitaciones continentales (y restando el volumen evaporado que es aproximadamente un 60%) habría más de 80 mil metros cúbicos de agua anuales renovables disponibles para el consumo de cada persona en el planeta.
Las necesidades per capita varían de lugar a lugar, pero generalmente son inferiores a 1 metro cúbico por día y por persona, o sea unos 200-350 metros cúbicos por año.
Lo anterior muestra que la disponibilidad de agua para el consumo humano no se relaciona con su volumen, ni siquiera con su renovabilidad. Más bien, como explicaremos a continuación, depende de otros factores, algunos de carácter natural, otros de naturaleza social.

Distribución y acceso

A pesar del enorme volumen de agua dulce que circula a través de los continentes anualmente, suficiente para satisfacer las necesidades de la humanidad por siglos, mucha gente en diversas partes del mundo no tiene acceso a este líquido vital.
Hay varias razones para que ello ocurra. En primer lugar, porque el agua dulce utilizable sólo existe en grandes cantidades en pequeñas áreas circunscriptas (los cursos bajos de los ríos, los grandes lagos y los acuíferos de elevado caudal). En segundo lugar, porque las aguas disponibles no son siempre adecuadas para el consumo humano, a veces por causas naturales, pero más frecuentemente como resultado de la degradación antrópica. En tercer lugar, porque no todos los recursos hídricos se renuevan a una tasa suficientemente apropiada como para su  utilización a largo plazo. Finalmente, la demanda de agua está concentrada en unas pocas áreas densamente pobladas que no coinciden necesariamente con los lugares de mayor disponibilidad.
En resumen, las aguas de buena calidad y en suficiente cantidad como para ser utilizadas para satisfacer las necesidades de la población y la producción, no se encuentran fácilmente. La disponibilidad hídrica es uno de los principales factores limitantes para el crecimiento demográfico y económico.
Del libro "Sequía en un mundo de agua", D.Antón, Piriguazú Ediciones

2 comentarios:

Cristian J. Caravello dijo...

Hola Danilo. Es un gusto poder comentar.
Estoy en una discusión con un amigo que ha posteado este artículo. Yo te diré lo que entiendo y tu me dirás si es correcto.
Hay 80.000 m3 de agua por persona por año y nosotros utilizamos 300 m3. ¿Es eso correcto?
¿Alcanzan los restantes m3 para el resto de los animales y plantas de la naturaleza?
Un saludo.

Danilo Antón dijo...

Hola Cristian,
Es un pregunta muy relevante.
Una primera respuesta es que no alcanza, y por esa razón hay extensas zonas áridas donde falta el agua para vegetales y animales.
Incluso cuando hay suficiente agua para los organismos la utilización humana puede afectar la calidad. O sea que a veces hay agua suficiente pero de pobre calidad.
Otro tema es que las exigencias de volúmenes concentrados y baja salinidad no son las mismas para otros animales y plantas. Hay muchas especies vegetales que crecen con aguas salobres y la tolerancia a la salinidad de ciertos animales es mayor que la humana.
También que los seres humanos a menudo utilizan agua subterránea que está fuera del alcance de los animales en la superficie.
Otra cosa es que el agua que consumimos no desaparece, la mayor parte vuelve al medio natural con diversos grados de contaminación. En los hechos los efluentes son utilizados por plantas y animales aunque frecuentemente con cierto riesgo.
Pero claramente los criterios de consumo de agua de las sociedades humanas son muy diferentes (y mucho menos exigentes) de los que les asignamos al resto de los componentes de los ecosistemas.