Erase un pueblo que vivía en una isla donde nunca hacía frío, donde la naturaleza prosperaba con sus verdes colores y el mar proporcionaba numerosos alimentos que permitían vivir una vida agradable y próspera. A veces, muy rara vez, fuertes vientos podían afectar las casas, cultivos y personas. Era una isla pequeña, 12 kilómetros a lo largo y solo 3 a lo ancho con una superficie de apenas 26 kilómetros cuadrados. Pero el pródigo mar alrededor de la isla, un clima benigno y los suelos fértiles eran suficientes para las dos o tres mil personas que allí habitaban.
En realidad, su historia no había sido igualmente tranquila. En tiempos pasados, a esa isla había llegado piratas, aventureros y cautivos escapados de barcos esclavistas, e incluso una empresa inglesa que confesadamente se titulaba “Company of Adventurers of the city of Westminster for plantation of the islands of Providence or Catalina, Henrietta or Andrea” se había instalado y desarrollado principalmente actividades de piratería y pesca, y secundariamente plantaciones de caña de azúcar y algodón.
Los británicos se retiraron en el año 1790 y a partir de esa fecha la isla pasó a dominio español. El reino de España nombró gobernador a Tomas O`Neill, un canario de ascendencia irlandesa, y la isla pasó a depender del Virreinato de Nueva Granda y a partir de 1803 de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá.
La población, constituida fundamentalmente por afro-isleños, descendientes de los antiguos esclavos decidió permanecer en el lugar pasando a ser “súbditos” de la corona española. Estas comunidades hablaban un inglés acriollado y durante las siguientes décadas, en que las islas dependieron de España, y aún después, continuaron con sus costumbres tradicionales.
Luego de un período de inestabilidad durante la revolución independentista de las colonias españolas, en 1822, la isla de San Andrés y su vecina isla de Providencia se incorporaron a la Gran Colombia y luego a la República de Colombia,
La vida prosiguió en forma relativamente tranquila hasta que un presidente de Colombia. el General Rojas Pinilla decidió transformar el territorio isleño en Puerto Libre.
Debido a esa declaración San Andrés pasó a ser un emporio comercial. Los colombianos viajaban a San Andrés a comprar productos libres de impuestos. Muchos comerciantes e inmigrantes económicos colombianos se trasladaron a la isla en grandes números cambiando radicalmente la composición étnica de la misma.
San Andrés se pobló densamente. De una población que era de apenas 5,000 habitantes en 1950 pasó a más de 70,000 en la segunda década del siglo XXI.
Tanta trascendencia tuvo en Colombia la liberación impositiva de la isla que a partir de ese momento los mercados urbanos (que a menudo venden artículos de contrabando) pasaron a llamarse “sanandresitos”.
Debido a este influjo de inmigrantes las características demográficas se modificaron. La población pasó a estar constituida por dos grupos humanos claramente identificados, la población tradicional, denominados raizales generalmente de origen afrocaribeño que hablan el dialecto criollo sanandresino (basado en el idioma inglés) y que profesan la religión de la Iglesia Bautista, que constituyen el 35% de la población y los neo-sanandresinos provenientes del territorio continental colombiano de habla castellana, de religión católica y composición multiétnica que son más de la mitad de la población.
Las personas de clase media-alta habitan el "North End" que se conoce como el “centro” donde se encuentran la administración departamental, el comercio, los bancos, varios hoteles y el aeropuerto. En la aledaña bahía de San Andrés, funciona el puerto. La población raizal vive en áreas localizadas en el centro y sur del territorio sobre todo en dos centros urbanos menores, denominados La Loma y San Luis (en este último se han instalado establecimientos turísticos).
En un reciente fallo de La Haya se otorgaron los derechos marítimos de unos 75,000 km2 a Nicaragua, sin tener en cuenta los derechos de los isleños que habitan la isla desde hace mucho tiempo. Como los raizales dependen en gran parte de la pesca este fallo les perjudica fuertemente.
Más allá de algunas declaraciones simbólicas y una constitución que aparentemente3 debería reconocer sus derechos, el estado colombiano los ha ignorado en los temas principales.
En tiempos pasados la isla tenía una fuerte autonomía que permitía a sus habitantes a tomar sus propias decisiones en temas locales. Hoy, inundados por una demografía que los ha transformado en minoría, están manifestando su protesta.
Uno de sus principales líderes, el pastor bautista y presidente del Movimiento Archipielago Movement for Ethnic-Native Self Determination es el vocero de estas reivindicaciones contra un estado que no los tiene en cuenta y amenaza su supervivencia cultural, social y económica.
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