jueves, 3 de octubre de 2019

Gerónimo, lucha, agonía y resurrección de la nación apache

Goyahkla, un apache bedonkohe quien luego sería conocido como Gerónimo, nació en la década de 1820 en una localidad que los apa­ches llamaban No-doyon en las cabeceras del río Gila, actualmente en el sureste del estado de Arizona. Su lugar de nacimiento es hoy un sitio de reverencia entre los pueblos apaches sobrevivientes.
Su padre se llamaba Taklishim - “El Hombre Gris”, hijo del jefe Ma­hko de la tribu Apache- Bedonkohe de quien heredó las tradiciones. Su madre, le enseñó los míticos orígenes de su pueblo, le enseñó a rezar a Usen, el ser supremo, también llamado el dador de vida. Le explicó las leyendas y hazañas de los seres sobrenaturales, la Mujer de Blanco, el Niño del Agua, entidades que están estrechamente conectados con el origen del pueblo apache y de los bondadosos espíritus de las monta­ñas, que vivían en cavernas escondidas y que eran homenajeados en el ceremonial apache.
Cuando Goyahkla y sus hermanos y hermanas tuvieron suficiente edad ayudaron a sus padres en los campos. Trabajaron la tierra con palos sembradores y azadas. Plantaron el maíz, los porotos enredados en los tallos y las calabazas cubriendo el suelo con sus grandes hojas. En oto­ño recogían los productos de la cosecha en canastos transportándolos a sus hogares, utilizando a menudo las cuevas existentes en las montañas como sitios de almacenamiento.
La vida de Goyahkla transcurrió sufriendo las luchas, derrotas y tra­gedias de la nación apache. Cuando tenía 19 años las tropas mexica­nas mataron a su madre, su esposa y tres hijos. El jefe apache habría de comentar tiempo después: “Mi vida perdió todo propósito”.
Bajo la jefatura de Cochise primero y de Victorio y Nana después, los apaches resistieron las invasiones estadounidense y mexicana. La agresión continuó y a pesar de la lucha fervorosa gradualmente fueron desplazados de sus territorios hacia zonas más áridas y menos produc­tivas.
Al ser derrotados y muertos Victorio y Nana, el liderazgo fue asumi­do por Goyahkla y Juh. En ese momento, y para evitar mayores sacri­ficios a su gente, entraron en tratativas con el gobierno de los EEUU.
Los representantes del gobierno estadounidense les ofrecieron una extensión de tierra a cambio que depusieran las armas. El lugar, llama­do San Carlos, era árido y totalmente inadecuado.
Daklugie, hijo de Juh lo describió en forma ilustrativa.
“El Creador no hizo San Carlos. Es un lugar más viejo que El- Sim­plemente lo dejó como una muestra de cómo se hacían las cosas antes que El apareciera. Tome piedras y cenizas y espinas, y arroje algunos escorpiones y serpientes de cascabel, ponga todo eso arriba de piedras calentadas al rojo, agréguele el ejército de Estados Unidos persiguien­do a los apaches y así tendrá a San Carlos.”
Los apaches rechazaron el ofrecimiento y continuaron la lucha. Se replegaron a las sierras para continuar la resistencia.
Seis años después de la caída de Victorio, en 1886, murió Juh y Geró­nimo quedó como único jefe acompañado por un puñado de hombres, mujeres y niños en el agreste de la montaña. En ese momento de su vida Gerónimo tenía 56 años.
El último bastión apache se enfrentaba con dos poderosos ejércitos a ambos lados de la frontera. Eran sólo diecisiete guerreros con sus fa­milias. Estaban rodeados por cinco mil soldados y miles de milicianos civiles del lado de los Estados Unidos y tres mil soldados mexicanos en el sector de México.
.A pesar de la situación desigual los apaches continuaron la lucha. Daklugie lo comentó de esta manera:
“En aquél tiempo Gerónimo tenía también a Lozen, conocida como la Mujer Guerrera, Gerónimo se veía debilitado, también por la pre­sencia de mujeres y niños que debían ser defendidos y alimentados. Nadie nunca capturó a Gerónimo. Yo lo sé. Yo estaba con él. De todas maneras ¿Quién puede capturar al viento?”218
Algún tiempo después el ejército norteamericano secuestró y trasla­dó a las mujeres y niños dejando a los hombres solos en la lucha.
Pocos meses más tarde, agotados y desalentados por la ausencia de sus familias, Gerónimo y los guerreros apaches que lo acompañaban se rindieron al General Nelson Miles del ejército de los EEUU con la promesa de que el jefe apache sería liberado en dos años y se le per­mitiría vivir en paz en su reserva.
Otra vez se incumplieron las promesas. Gerónimo fue mantenido en prisión por veintitrés años. Murió en 1909 todavía cautivo. El resto de los apaches, unos pocos cientos fueron enviados a Oklahoma y Nuevo México.
En la actualidad los apaches están concentrados en las reservas de Fort Apache y San Carlos en Arizona. La mayoría de los apaches chi­ricahuas, mescaleros y lipan viven en la Reserva Mescalero del sur de Nuevo México. Los apaches jicarillas tienen una reserva en la zona centro-norte de Nuevo México.
En todas las reservas sobreviven unos 60,000 apaches que procuran cicatrizar las heridas que les dejó la guerra genocida de la que fueron víctimas.
La primera meta ha sido la recuperación de su cultura y su tierra. Para ello comienzan a contar con la ayuda de muchos hermanos del continente y de otras partes del mundo. Su lucha ha sido larga y muy dura pero aún no ha terminado.
Gerónimo no fue dejado en paz ni aún después de su muerte. A nueve años de su fallecimiento un grupo de jóvenes pertenecientes a la elite más rancia de la sociedad norteamericana violaron su sepulcro y se apoderaron de sus restos para encerrarlos en “La Tumba” de la Uni­versidad de Yale.
Tal vez el cráneo y los restos de Gerónimo se encuentren hoy en Yale. No lo sabemos con seguridad. En realidad pueden estar en otro lugar, en cualquier parte.
Lo que sí sabemos es que desde hace mucho tiempo su espíritu se ha liberado de las ataduras de la represión, la prisión, el secuestro y el abuso.
A más de un siglo de su muerte el recuerdo de Goyahkla-Gerónimo permanece vivo en la historia más digna de las Primeras Naciones de América.
Reproducido de Amerrique, los  huérfanos del paraíso”, D.Antón, Piriguazú Ediciones

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