viernes, 16 de agosto de 2019

La sobrevivencia de las sociedades matriarcales 

Hay discusiones entre los antropólogos e historiadores acerca de la existencia pasada de sociedades matriarcales. Se puede deducir su antigua ocurrencia a través de las mitologías en donde las deidades femeninas constituyen el fundamento central de las creencias religiosas. Son los casos de Coyolxauhqui y Tonantzin entre los pueblos mexicanos, o de Gaia y Demeter en la Grecia pre-clásica, la Pachamama entre las culturas quechuas y aymaráes de los valles y mesetas andinas de América del Sur y Iemanjá en las naciones yorubas africanas. En algunos casos estas deidades fueron sustituidas por dioses masculinos como resultado de la irrupción de grupos étnicos patriarcales y guerreristas (p.ej. Huitzilopochtli entre los aztecas y Apolo en la Grecia clásica).
Además de estos fuertes indicios de antiguas sociedades con componentes religiosos  matriarcales, en la actualidad de registran numerosos ejemplos de comunidades donde las mujeres constituyen la base de su existencia y funcionamiento .
Algunos ejemplos de comunidades matriarcales
“Hace 13 años, un grupo de mujeres en Kenia creó la aldea de Umoja que significa “la unidad”, en el idioma swahili. Una aldea dirigida completa y exclusivamente por mujeres, donde sentirse protegidas del maltrato y donde ir en busca de ayuda o simplemente consejo.
Rebecca Lolosoli es la matriarca de este pueblo. A los 13 años de edad fue obligada a casarse con un hombre que le triplicaba en edad. Violada y abandonada a su suerte, supo luchar por sus ideales y crear esta aldea con ayuda de sus compañeras.
Los Mosuo, en China, viven en la región del lago Lugu, un lugar aislado (hoy día para llegar hacen falta 9 horas en jeep) que ha permitido que el sistema de línea materna floreciera y perdurara. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas.
Como en otras comunidades matriarcales, no hay violencia; son comunes el buen trato y la hospitalidad. Entre los Mosuo no tienen ninguna palabra para los conceptos de “asesinato”, “guerra”, “violación” o  “cárcel” En este lugar, las mujeres son las únicas propietarias. La herencia se transmite de madre a hija. En cada una de las familias hay una matriarca , y ella cuida y administra todos los asuntos económicos y sociales del clan y de todas sus posesiones: la casa, los campos, los animales domésticos y el alimento. El clan está formado por una mujer, sus hijos, su madre, sus hermanos, sus hermanas y los hijos de esas mismas hermanas. No existen los maridos.
No existe el matrimonio. Los hombres y las mujeres nunca viven juntos; el hombre se encuentra, por las noches, a solas con su amada. Se mantienen enlazados sólo por el afecto, así que cuando éste desaparece nada los liga y se separan. Casi sin excepción, los hombres siguen viviendo, incluso después de ser padres, en casa de su madre, y ayudan a criar a los hijos de sus hermanas.
Frente la costa de Guinea Bissau, en Orango Grande, hay una sociedad matriarcal (etnia Bijagó) donde las mujeres  gestionan la economía, el bienestar social, la ley… y el amor. En el tema del amor, son las mujeres, y no los hombres, quienes eligen. Ellas proponen públicamente colocando a sus futuros novios un plato de pescado marinado en aceite de palma roja. Una vez hecha la oferta, los hombres no pueden negarse. Rechazarlo hubiera significado deshonrar a su familia.
Juchitan está en Oaxaca, México. La expectativa de vida es la más alta de México. El 81.6% de los niños están bien alimentados, algo llamativo teniendo en cuenta que la desnutrición infantil en otros lugares de México llega al 80%.
El comercio tradicional en Juchitán ha estado y está en manos femeninas, y se basa en la buena comida autóctona y en la economía de prestigio. En Juchitan se celebran mas de 600 fiestas al año, en las que se produce una constante redistribución de la riqueza material y humana. El honor y prestigio se adquiere mediante estas suntuosas fiestas de abundante comida y bebida.
Las mujeres exiliadas de Sáhara Occidental son los pilares sobre los que se asientan los campamentos de refugiados. Los Comités y Subcomités están dirigidos prácticamente por mujeres en todas las dairas. Ellas mantienen en pie las jaimas, articulan la vida social y económica de los campamentos y llevan, en definitiva, la administración de una supervivencia digna durante los casi 40 años que dura el exilio.”
Tomado parcialmente de las siguientes referencias.
http://revistamito.com/existe-el-matriarcado/
Pueblos, drogas y serpientes, D.A., Piriguazú Ediciones

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