Baluchistán es una región del sur de Asia que desde 1946 forma parte de Pakistán como resultado del acuerdo de paz de la India al retirarse el ejéricto británico. Además de Baluchistán, Pakistán está consituido por otras tres provincias. Sind, Punjabi y la provincia de la Frontera del Noroeste. El propio nombre "Pakistán" es un acrónimo creado en 1933 por un grupo de estudiantes sudasiáticos en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) utilizando los nombres de varias comarcas regionales, Punjab, Afgania,, Karshmir, Irán, Sind, Tukhastistan, Afganistán y Baluchistán.
Baluchistán es la más grande de las 4 provincias con 347 190 km2,
aunque contiene el menor número de habitantes: unos 9 millones. La densidad de población es muy baja debido al terreno montañoso y la escasez de agua
La región más al sur, costera, es conocida como Makran. La región en el centro de la provincia se denomina Kalat..
aunque contiene el menor número de habitantes: unos 9 millones. La densidad de población es muy baja debido al terreno montañoso y la escasez de agua
La región más al sur, costera, es conocida como Makran. La región en el centro de la provincia se denomina Kalat..
Ya hace 69 años que Pakistán se hacía independiente de la
India. Con esta partición, la nueva nación musulmana anexionaba una parte de
tierra y una población ajenas y con su propia identidad.
Baluchistán es una región que se extiende a lo largo del
sur de Afganistán, el este de Irán y Pakistán —comprende un 44 % del territorio
de este último—. Esta región es la más rica en recursos de la zona; también es
la más pobre y la que menos desarrollo presenta. Sus ciudadanos, contrarios a
las políticas de Islamabad, llevan más de 50 años de insurgencia pidiendo su
independencia.
El asesinato del líder baluchi Akbar Bugti en 2006 por los
servicios de inteligencia pakistaníes con el objetivo de acabar con el motor
del sentimiento separatista y las revueltas, no consiguió otra cosa que
alimentar el odio y desencadenar más violencia y caos en la región. El
conglomerado de factores y actores que se entremezclan en el conflicto podrían
hacerlo estallar por completo, lo que afectaría a las fronteras y dinámicas en
Asia central.

Una historia de insurgencias
El origen de las tribus baluchis se remonta a cientos de
años atrás, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando esta comunidad fue dividida
y su territorio repartido entre tres países: Irán, Afganistán y Pakistán.
Fueron los británicos las primeras fuerzas extranjeras en llegar a Baluchistán,
ya que esta zona les servía de puente seguro para su intervención en
Afganistán. Al principio, los cuatro principados de la región, con el kanato de
Kalat como principal fuerza, se mostraron contrarios a negociar con los
británicos. Sin embargo, en 1841 llegaron a un acuerdo con el que estos podrían
establecer bases en la zona, ocuparse de las relaciones exteriores y gobernar
conjuntamente con el reino de Kalat. A cambio, los baluchis podrían perpetuar
su autonomía sin la interferencia de poderes extranjeros en sus asuntos
internos.
Cuando ya se avistaba la independencia y partición de la
Corona británica de la India con la formación de Pakistán, Kalat negoció la
independencia de Baluchistán con los británicos, pues no deseaba ser parte de
la nueva India, y quedó independiente hasta que el Gobierno de Paquistán
manifestó que quería la región bajo sus fronteras y administración. No es
ninguna sorpresa que los baluchis no aceptaran esta nueva actitud. Lo único a
lo que accederían sería a tratar y negociar con el Gobierno pakistaní las bases
de sus futuras relaciones como dos países totalmente independientes. Ante este
rechazo a las peticiones de Islamabad, las fuerzas pakistaníes empezaron
invadiendo diversas ciudades costeras de la región hasta que llegaron a Kalat,
donde el kan aceptó la accesión probablemente bajo coerción. Baluchistán
quedó bajo mando de Pakistán en 1948, fecha que marca el comienzo de la lucha
por la independencia a manos de grupos organizados.
Los enfrentamientos nunca han cesado completamente, dado
que los grupos insurgentes armados siempre han respondido a las medidas tomadas
por Pakistán que perjudicaban al estado baluchi. La última escala de
violencia comenzó en 2004 y no ha cesado todavía. Todo empezó cuando un grupo
de insurgentes mató a tres trabajadores chinos y dejó a otros cuatro heridos en
el puerto de Guadar. Este suceso ocurrió en protesta a la intervención china en
el puerto, con permiso de Pakistán, para renovarlo y hacer uso de él en
la Nueva Ruta de la Seda. Un año después, algunos líderes baluchis,
entre ellos Bugti —el más importante del movimiento separatista—, presentaron
una agenda con 15 puntos al Gobierno de Pakistán. En ella explicaban sus
demandas, que incluían un mayor control de los recursos de la región y el
aplazamiento de la construcción de bases militares, planeadas para proteger las
nuevas infraestructuras chinas. El Gobierno no respondió, sino que esperó hasta
2006 e intervino en la región con un ataque que acabó con la vida de Bugti.
Este ataque pretendía acabar con las insurgencias al deshacerse del líder del
movimiento, pero lo que consiguió fue alentar aún más el odio de los
separatistas y la desconfianza de los ciudadanos hacia el Gobierno, lo que ha
prolongado el conflicto hasta la actualidad.
La respuesta de los últimos años del Gobierno y el Ejército
pakistaníes en Baluchistán ha carecido de iniciativas al diálogo. Sin embargo,
las medidas tomadas han convertido la zona en un continuo ciclo de violencia.
La práctica de “secuestrar y desechar” llevada a cabo por los cuerpos de
seguridad y las fuerzas paramilitares comenzó a llevarse a cabo bajo la
presidencia pakistaní de Musharraf. Esta se basa en arrestar a personas
sospechosas de ser miembros de grupos separatistas o tener relación con ellos
—incluidos en muchos casos activistas— y llevarlos a centros de detención
desconocidos, donde los retienen durante meses sin ningún contacto. Los
cadáveres son desechados en lugares públicos transitados por ciudadanos para
perpetuar el miedo o enterrados en fosas comune .
Aunque no hay datos exactos del número de personas
desaparecidas en los últimos años a manos de las fuerzas de seguridad y
situación en la región permanece silenciada para el resto de la comunidad
internacional, La Voz Internacional para los Baluchis Desaparecidos intenta recoger toda noticia con información
sobre alguna desaparición. Algunos cálculos hablan de mil cuerpos hallados en
los últimos seis años a causa de asesinatos extrajudiciales. Las familias
de los desaparecidos organizan marchas y protestas para intentar
captar la atención de la comunidad internacional, pero normalmente fracasan en
el intento. También los exiliados protestan desde el extranjero.
El Gobierno prohíbe la entrada de periodistas
internacionales en Baluchistán y los periodistas locales son escasos, puesto
que normalmente son atacados y algunos ya acabaron en el exilio. El
debate sobre los desaparecidos y la cuestión de Baluchistán se mantiene como
tabú, con graves consecuencias para aquellos que osan desariar las reglas.
La Justicia parece inefectiva en relación con los cuerpos de seguridad,
lo que ha creado aún más desconfianza entre los ciudadanos de Baluchistán con
respecto a Pakistán. La historia de las Fuerzas Armadas de Pakistán refleja su
importancia en el país hasta hoy. El Ejército pakistaní es una clave
fundamental del país y toda la base del sistema político descansa sobre la
hegemonía militar. De hecho, no es raro oír que Pakistán es un ejército con un
Estado y no a la inversa.
Desde la formación de Pakistán, el país siempre ha tenido
conflictos que han necesitado de unas potentes fuerzas de seguridad. Tan pronto
como un año después de la independencia, Pakistán ya estaba en pleno enfrentamiento
con la India, por no hablar de la situación geográfica en la que este país se
encuentra, con todos los retos de seguridad que ello conlleva. Este
enfrentamiento crearía un sentimiento de enorme respeto de la población a las
fuerzas armadas, presentadas como las salvadoras de la nación. Así, el Ejército
siempre ha tenido la legitimidad de actuar en Baluchistán en su objetivo de
acabar con el terrorismo, que tiene bastante peso en la región debido a su
situación geográfica, en la frontera con Afganistán.
Históricamente, las tribus baluchis han sido
predominantemente seculares y, por lo tanto, la región también. Esto comenzó a
cambiar cuando se inició la yihad en Afganistán. Baluchistán se usó como campo
de entrenamiento y exilio de muchos talibanes y el momento fue aprovechado por
los grupos y partidos más religiosos para comenzar a expandirse. Además, se
sospecha que el Gobierno pakistaní ofrecía apoyo a los talibanes al verlos
como una fuerza positiva a la hora de contrarrestar el poder de la India. Se
construyeron miles de madrasas en la región y son muchos los
graduados de estas escuelas que más tarde se convertirían en soldados talibanes
para la lucha en Afganistán. La situación en Baluchistán, con escaso desarrollo
y repetidos ciclos de violencia, llevó a muchos a radicalizarse. Pasados los
años, estos soldados volvieron a Baluchistán, donde una facción talibana se
reagruparía y comenzaría a operar de nuevo. La llegada de los talibanes no ha
favorecido a los insurgentes, aún más olvidados por la comunidad internacional,
que se ha centrado en presionar al Gobierno a lidiar con los islamistas sin
prestar atención a la lucha que los baluchis llevan a cuestas decenas de años.
Si bien es cierto que las Fuerzas Armadas lanzan muchas
operaciones para atacar células terroristas en la región, esto también les ha
servido como tapadera de sus ataques contra los separatistas de Baluchistán y,
en variadas ocasiones, contra grupos de activistas, defensores de derechos
humanos, periodistas o cualquier individuo del que se sospeche una colaboración
en contra del régimen. Si la llamada a la independencia de los baluchis podría
ser motivo suficiente para que las fuerzas militares interviniesen en la
región, ahora se suma la necesidad de proteger los recursos e infraestructuras
de la región, dado el reciente acuerdo del corredor económico entre China y
Pakistán.
China: ¿la esperanza de Baluchistán?
La lucha insurgente de los baluchis no ha llevado solamente
el mensaje de la independencia o mayor autonomía, sino también el reclamo de
sus recursos naturales. Baluchistán es una tierra desértica, árida, poco
cultivable, aunque la agricultura se encuentre presente. Sin embargo, es una
tierra llena de recursos minerales y energéticos, , la más rica de la zona.
Estos recursos son explotados por Pakistán, pero los ciudadanos de Baluchistán
consumen una mínima parte de los mismos.
En abril de 2015, China y Pakistán firmaban un acuerdo con
el que se emprendería un proyecto millonario, el Corredor Económico
Çhina-Pakistán (CECP), también referido como la Nueva Ruta de la Seda. Gracias
a este corredor, China tendrá un acceso mucho más fácil al océano Índico, lo
que la ayudará a incrementar los negocios con Oriente Próximo y África y
ejercer una mayor influencia en el plano internacional para contrarrestar el
poder de la India y EE. UU. en Asia.
La opinión de los habitantes de Baluchistán varía según a
quién se pregunte. Para los más esperanzadores, el corredor puede traer
empleo, desarrollo económico y prosperidad, tal vez incluyo ayudar a calmar la
insurgencia separatista y el ciclo de violencia. Sin embargo, los más
pesimistas creen que todos los beneficios de la explotación de la región se
quedarán en manos de poderes extranjeros, así como el empleo. Es por estos
últimos y por la presencia terrorista en la región que China teme que haya
complicaciones en las operaciones. Además, a China le preocupa que la
presencia de insurgentes e islamistas en la zona provoque una mayor insurgencia
entre la comunidad musulmana uigur, que vive en la provincia china de Xinjiang,
enclave y comienzo del corredor.
Kalavsnikov a un dólar: un futuro para Baluchistán
La negación de la autonomía baluchi, la forma opresiva en
la que se ha tratado la situación, las detenciones arbitrarias a los
simpatizantes del movimiento, la explotación de los recursos para beneficios
extranjeros… Son muchos los factores aún vivos como para que la insurgencia se
calme. Hablamos de una región empobrecida, con una tasa de alfabetización muy
baja y donde el acceso a las armas es más fácil que a la comida.
Pakistán necesita comenzar un proceso de diálogo y
reconciliación con la población baluchi. Debe darse cuenta de que la
estabilidad en la región será precisamente lo que traerá beneficio a todo el
país: si la región es inestable, la Nueva Ruta de la Seda seguirá en peligro,
con posibles ataques más graves, y esto podría entorpecer las relaciones con
China. Lo que está claro es que el despliegue de tropas militares en la zona y
los continuos ataques a grupos insurgentes no ha funcionado hasta ahora; se
hace necesario un cambio de estrategia. Además, los ciudadanos de a pie que
sufren las desapariciones de familiares y conocidos y que ven a las fuerzas
militares actuar con total impunidad pierden cada vez más la poca confianza que
ya tenían en el Gobierno. Las mujeres ahora también salen a reivindicar sus
derechos a la calle, aunque no con armas, sino alzando la voz, pidiendo
información sobre los desaparecidos, clamando su puesta en libertad y llamando
a la comunidad internacional a intervenir.
Con la cantidad de ataques que la región está sufriendo y
la comunidad internacional presionando por el crecimiento de células
terroristas, todo indica que al Gobierno pakistaní le convendría comenzar a
tratar sus problemas internos antes de que la intervención extranjera se haga
más predominante. En mayo de 2016 EEUU mataba a un líder talibán en
Queta, capital de Baluchistán. También el presidente de la India, Modi, hablaba de la insurrección baluchi en su
discurso del día de la independencia. Estos sucesos fueron duramente criticados
desde Pakistán, que piensa que están interfiriendo en sus asuntos internos. Aún
está por ver en qué acabará este conflicto en los años venideros, pero lo que
sí se puede afirmar es que la situación actual está muy lejos de ser sostenible.
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