El Bomani, la ciudad navegante del Congo
Una extraña embarcación compacta, que consiste de un barco principal de unos cien metros de largo, y varias barcazas adosadas, espera la llegada de pasajeros y carga para comenzar el larguísimo viaje de Kinshasa a Kisangani en una distancia de casi 1,700 kilómetros.
Una extraña embarcación compacta, que consiste de un barco principal de unos cien metros de largo, y varias barcazas adosadas, espera la llegada de pasajeros y carga para comenzar el larguísimo viaje de Kinshasa a Kisangani en una distancia de casi 1,700 kilómetros.
No hay rutas terrestres que atraviesen el territorio congolés
y, aparte de la vía aérea, de un costo inalcanzable para la inmensa de la
mayoría de la población, la vía fluvial es el único medio de transporte
disponible para la empobrecidos habitantes del país.
Los pasajeros que se
suben al Bomani, que así se llama el barco, para la larga travesía, etán constituidos por una multitud
desordenada de tripulantes, hombres y mujeres con niños, familias enteras y
todo tipo de cargas. De a poco se van subiendo al gran barco hasta
llenarlo completamente. Pasan días y semanas antes que el extraño “barco” totalmente
colmado de pasajeros pueda zarpar.
Al mes de espera los pasajeros se impacientan. El capitán
promete que al otro día el complejo flotante zarpará al fin, cosa que por
enésima vez no sucede.
No llegó el combustible, hay que ajustar detalles, mañana
sin falta. Dos meses después el barco (o como se le llame) recibe los miles de
litros de combustible requeridos en más de 50 barriles y llega la hora de
encender los motores que no responden todavía. Finalmente, luego de numerosos
intentos y algunos arreglos improvisados, los motores se encienden y
el barco zarpa.
Es una verdadera ciudad flotante, lleva hasta 2,000
pasajeros, no hay prácticamente espacio para moverse o dormir.
En el barco no hay servicios higiénicos, no hay camarotes,
solo la planchada heterogénea y llena de todo tipo de personas. Tampoco hay
agua potable (solo la contaminada agua del río). Lógicamente a los pocos días muchos
pasajeros se enferman. Una sola enfermera prácticamente sin medicamentos, tiene
que atender enfermedades intestinales, fiebres, heridas, partos y muchas otros
problemas sanitarios de los pasajeros.
La comida les llega a los pasajeros desde las orillas,
botes y canoas se acercan ofreciendo sus mercancías, pescado, tortas, frutas, permitiendo que los pasajeros con algún recurso puedan comprarlos.
El motor se rompe, hay que arreglarlo, puede demorar varios
días, flotando en el río.
Para ganar tiempo la “ciudad flotante” navega en la noche.
Como no se ve nada, finalmente encalla en un banco de arena.
Luego de muchos trabajos y esfuerzos, los tripulantes
logran desencallar a la embarcación y continuar la marcha.
Luego de dos meses el extraño cortejo fluvial que
avanza lentamente debe interrumpir la
navegación debido a fuertes combates en la zona. El Bomani apenas llegó a mitad
de camino. .
Los pasajeros se bajan y esperarán algunos días o semanas
hasta que otro barco pase y los lleve a su destino, con sus familias lejanas, o
hasta la misma ciudad de Kisangani donde los esperan, posiblemente oportunidades
de trabajo que en Kinshasa no existían.
https://www.youtube.com/watch?v=MF2fTlxsv6s&t=4s
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