martes, 18 de septiembre de 2018


Capítulo 4 Sangre y coraje   (de la novela histórica "De todas partes vienen").
Desde la distancia, Aratá Guanoá comprendió que no podía hacer nada para defender a su padre, que ya era demasiado tarde. Procurando salvar al resto de la tribu encabezó una rápida retirada con media docena de guerreros, unas pocas mujeres que quedaban y una veintena de niños.
Terminó de ponerse el sol y la mermada comunidad logró escabullirse refugiándose en los montes del Arapey.  
En ese momento, las tolderías guanoás eran una sombra de lo que habían sido en el pasado. Luego de la derrota del ejército artiguista quedaban apenas tres grupos pequeños y dispersos que no excedían el centenar de personas.
Los campos de la Banda Oriental se habían despoblado. Se notaba la ausencia de ganado cimarrón. 
Charrúas y guanoás sufrieron fuertemente su participación en los conflictos
militares. La falta de ganado cimarrón dificultaba la sobrevivencia.
La toldería guanoá de Aratá logró sobrevivir muchas dificultades pero ahora la situación era más grave. Requeriría nuevas estrategias. .
Habían pasado varios años desde la muerte de Isa–istaut. Luego de la derrota del Salto Chico habían optado por desplazarse a los montes del Arapey, y por ellos hasta la confluencia del arroyo Arerunguá. La comunidad estaba compuesta por cinco guerreros y apenas treinta personas. Tenían solo una decena de caballos.
Bajo el dominio portugués era mejor pasar desapercibidos, De todas maneras, no había más remedio que acercarse a las estancias con el fin de conseguir reses para la alimentación.
Cuando trataron de hacerlo fueron rechazados y debieron retirarse. Para obtener alimentos recurrían a la pesca, a la utilización de trampas para cazar pequeños mamíferos, huevos y frutas silvestres, y solo esporádicamente carneaban algún vacuno. Por esa época fue que se produjo el cruce del río grande por los criollos artiguistas que convocaban nuevamente a la lucha revolucionaria contra los portugueses. En esos momentos se consolidaba la rebelión oriental en el sur, desde Mercedes a San José, y de Florida al sitio de Montevideo. En el norte no quedaban más de 500 “indios bravos” repartidos en seis tolderías, tres comunidades guanoás y tres de nación charrúa. Ya no sobrevivía ningún grupo de la parcialidad bohán. Los pocos sobrevivientes bohanes se habían integrado a la toldería de Polidoro, cuya madre era de origen bohán.
Las comunidades aborígenes resistentes decidieron reunirse en las puntas del Arerunguá, para definir una estrategia común en su lucha contra los ocupantes brasileros y sus relaciones con los criollos rebeldes.
Allí llegaron todos. Estaban las tolderías charrúasn de Vaimaca, Venado y Polidoro. También se hicieron presentes las grupos guanoás de El Adivino, Juan Pedro y Aratá. Si bien había escasez de tropillas en la campaña, los “indios bravos” habían reunido una cantidad suficiente para asistir al encuentro.
Las ceremonias duraron varios días. Había tabaco, yerba mate y aguardiente. Invocaron a los espíritus del jaguar, de Quarahy y la diosa lunar a través de sonidos de tambores y danzas y cantos. Luego de prolongadas discusiones, los principales shamanes incorporaron las almas de los antepasados. Entre los guanoás el hombre medicinal principal era llamado El Adivino precisamente por esa razón. Entre los charrúas, el guía espiritual era Senaqué, que pertenecía a la toldería de Vaimaca.
Los ancestros les aconsejaron apoyar a los criollos rebeldes pero tener cuidado porque entre ellos había enemigos traicioneros.
Luego de la reunión se retiraron en varias direcciones, los grupos charrúas hacia los montes del Queguay, y las tolderías guanoás a las quebradas de las sierras de Tacuarembó.
Pasaron varios años desde la ajaba del Arerunguá. Los criollos habían logrado el control político de la Banda Oriental. Montevideo fue desocupada por los brasileros que también se habían retirado del país. A la vez habían llegado miles de guaraníes de la Misiones Orientales que se establecieron cerca de la boca del Cuareim. Los criollos de Montevideo eligieron a Fructuoso Rivera como su presidente. Los jefes charrúas y guanoás pensaban que Rivera era su amigo. Él estaba al mando de sus guayakises, así llamados por estar constituidos por indígenas y mestizos que eran considerados “salvajes”
en su comportamiento guerrero, similar, según creencias de la época, a la ferocidad de la etnia guayakí de las selvas paraguayas.
Probablemente guanoás y charrúas podrían tener derecho a territorios propios sin agresiones de ejércitos extranjeros.
Más tarde, los hechos habrían de mostrar que Don Frutos no era su amigo.
En abril de 1831 el presidente del nuevo estado de Montevideo los invitó a reunirse con él para organizar la posible recuperación de las estancias del norte del Cuareim, que habían sido otorgadas a Brasil por la Convención Preliminar de Paz. Allí habían, decía Rivera, miles de cabezas de ganado en las estancias y muchas tropas cimarronas que permitirían que las comunidades nativas se alimentaran sin problemas en el futuro.
El encuentro tendría lugar en las puntas del Salsipuedes. Varios jefes que tenían particular confianza en don Frutos concurrieron a la cita mientras que otros, más desconfiados prefirieron permanecer lejos. Entre estos últimos estaban Venado, Polidoro y Aratá.
La cita era una trampa. Ante una señal de Don Frutos, los charrúas, que habían desmontado, fueron atacados, varios de ellos muertos y el resto reducidos.
Después de Salsipuedes, los charrúas quedaron disminuidos a unas pocas decenas, el resto fue trasladado a Montevideo. Mujeres y niños se distribuyeron entre los vecinos criollos en condiciones de semi-esclavitud.  Mientras esto ocurría, las tropas gubernamentales al mando de Bernabé Rivera trataban de neutralizar al cacique Venado y varios guerreros que lo acompañaban, así como de apresar a las familias sobrevivientes de su toldería.
Se preparó una emboscada que terminó con la muerte de Venado y sus guerreros, y el apresamiento del resto de la toldería. Debemos recordar que Bernabé, a pesar de ser considerado el hermano menor de Fructuoso Rivera, era en realidad su sobrino, pues era hijo natural no reconocido de una hermana de Don Frutos, de nombre María Luisa,
con un brasileño de apellido Duval. Luego de la muerte de Venado, se encargó a Bernabé la persecución de guaraníes misioneros rebeldes. Éstos habían llegado de las Misiones Orientales unos años antes con Rivera y se habían establecido en Santa Rosa del Cuareim. Estaban liderados por Agustín Napacá, quien al mando de cuarenta hombres se había rebelado contra el nuevo gobierno del estado oriental.
Con unos sesenta soldados Bernabé logró localizar a los rebeldes en la costa del río Cuareim. Los atacó y los obligó a cruzar el río hacia la Sierra del Yarao.
En ese momento se enteró que a unas cuatro leguas se encontraba una toldería charrúa y Bernabé decidió ir a combatirla, tal como lo había hecho anteriormente con Venado.
Era la comunidad charrúa de Polidoro que estaba acampada en la zona de Yacaré Cururú. Bernabé decidió culminar la tarea comenzada por su tío Frutos eliminando los remanentes de la tribu.
Transcurría el día 20 de junio de 1832. Allí, en el arroyo Yacaré Cururú, se produjo el nuevo enfrentamiento que terminó con la captura y muerte de Bernabé Rivera en manos de los charrúas.

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