Capítulo 4 Sangre y coraje (de la novela histórica "De todas partes vienen").
Desde la distancia, Aratá
Guanoá comprendió que no podía hacer nada para defender a
su padre, que ya era demasiado tarde. Procurando salvar al resto de la tribu encabezó
una rápida retirada con media docena de guerreros, unas pocas mujeres que
quedaban y una veintena de niños.
Terminó de
ponerse el sol y la mermada comunidad logró escabullirse refugiándose en los
montes del Arapey.
En ese
momento, las tolderías guanoás eran una sombra de lo que habían sido en el
pasado. Luego de la derrota del ejército artiguista quedaban apenas tres grupos
pequeños y dispersos que no excedían el centenar de personas.
Los campos
de la Banda Oriental se habían despoblado. Se notaba la ausencia de ganado
cimarrón.
Charrúas y guanoás sufrieron fuertemente su participación en los
conflictos
militares.
La falta de ganado cimarrón dificultaba la sobrevivencia.
La toldería
guanoá de Aratá logró sobrevivir muchas dificultades pero ahora la situación
era más grave. Requeriría nuevas estrategias. .
Habían pasado
varios años desde la muerte de Isa–istaut. Luego de la derrota del Salto Chico
habían optado por desplazarse a los montes del Arapey, y por ellos hasta la confluencia
del arroyo Arerunguá. La comunidad estaba compuesta por cinco guerreros y
apenas treinta personas. Tenían solo una decena de caballos.
Bajo el
dominio portugués era mejor pasar desapercibidos, De todas maneras, no había
más remedio que acercarse a las estancias con el fin de conseguir reses para la
alimentación.
Cuando
trataron de hacerlo fueron rechazados y debieron retirarse. Para
obtener alimentos recurrían a la pesca, a la utilización de trampas para cazar
pequeños mamíferos, huevos y frutas silvestres, y solo esporádicamente
carneaban algún vacuno. Por esa época
fue que se produjo el cruce del río grande por los criollos artiguistas que
convocaban nuevamente a la lucha revolucionaria contra los portugueses. En esos
momentos se consolidaba la rebelión oriental en el sur, desde Mercedes a San
José, y de Florida al sitio de Montevideo. En el norte
no quedaban más de 500 “indios bravos” repartidos en seis tolderías, tres
comunidades guanoás y tres de nación charrúa. Ya no sobrevivía ningún grupo de
la parcialidad bohán. Los pocos sobrevivientes bohanes se habían integrado a la
toldería de Polidoro, cuya madre era de origen bohán.
Las
comunidades aborígenes resistentes decidieron reunirse en las puntas del
Arerunguá, para definir una estrategia común en su lucha contra los ocupantes
brasileros y sus relaciones con los criollos rebeldes.
Allí
llegaron todos. Estaban las tolderías charrúasn de Vaimaca, Venado y Polidoro.
También se hicieron presentes las grupos guanoás de El Adivino, Juan Pedro y
Aratá. Si bien había escasez de tropillas en la campaña, los “indios bravos” habían
reunido una cantidad suficiente para asistir al encuentro.
Las
ceremonias duraron varios días. Había tabaco, yerba mate y aguardiente.
Invocaron a los espíritus del jaguar, de Quarahy y la diosa lunar a través de
sonidos de tambores y danzas y cantos. Luego de prolongadas discusiones, los
principales shamanes incorporaron las almas de los antepasados. Entre los guanoás
el hombre medicinal principal era llamado El Adivino precisamente por esa
razón. Entre los charrúas, el guía espiritual era Senaqué, que pertenecía a la
toldería de Vaimaca.
Los
ancestros les aconsejaron apoyar a los criollos rebeldes pero tener cuidado
porque entre ellos había enemigos traicioneros.
Luego de la
reunión se retiraron en varias direcciones, los grupos charrúas hacia los
montes del Queguay, y las tolderías guanoás a las quebradas de las sierras de
Tacuarembó.
Pasaron
varios años desde la ajaba del Arerunguá. Los criollos habían logrado el control
político de la Banda Oriental. Montevideo fue desocupada por los brasileros que también se
habían retirado del país. A la vez habían llegado miles de guaraníes de la
Misiones Orientales que se establecieron cerca de la boca del Cuareim. Los
criollos de Montevideo eligieron a Fructuoso Rivera como su presidente. Los
jefes charrúas y guanoás pensaban que Rivera
era su amigo. Él estaba al mando de sus guayakises, así llamados por estar
constituidos por indígenas y mestizos que eran considerados “salvajes”
en su
comportamiento guerrero, similar, según creencias de la época, a la ferocidad
de la etnia guayakí de las selvas paraguayas.
Probablemente
guanoás y charrúas podrían tener derecho a territorios propios sin agresiones
de ejércitos extranjeros.
Más tarde,
los hechos habrían de mostrar que Don Frutos no era su amigo.
En abril de
1831 el presidente del nuevo estado de Montevideo los invitó a reunirse con él
para organizar la posible recuperación de las estancias del norte del Cuareim, que
habían sido otorgadas a Brasil por la Convención Preliminar de Paz. Allí
habían, decía Rivera, miles de cabezas de
ganado en las estancias y muchas tropas cimarronas que permitirían que las comunidades nativas se alimentaran sin problemas en el futuro.
El
encuentro tendría lugar en las puntas del Salsipuedes. Varios jefes que tenían
particular confianza en don Frutos concurrieron a la cita mientras que otros,
más desconfiados prefirieron
permanecer lejos. Entre estos últimos estaban Venado, Polidoro y Aratá.
La cita era
una trampa. Ante una señal de Don Frutos, los charrúas, que habían desmontado,
fueron atacados, varios de ellos muertos y el resto reducidos.
Después de
Salsipuedes, los charrúas quedaron disminuidos a unas pocas decenas, el resto
fue trasladado a Montevideo. Mujeres y niños se distribuyeron entre los vecinos
criollos en condiciones de semi-esclavitud.
Mientras esto ocurría, las tropas gubernamentales al mando de Bernabé Rivera
trataban de neutralizar al cacique Venado y varios guerreros que lo
acompañaban, así como de apresar a las familias sobrevivientes de su toldería.
Se preparó
una emboscada que terminó con la muerte de Venado y sus guerreros, y el
apresamiento del resto de la toldería. Debemos recordar que Bernabé, a pesar de
ser considerado
el hermano menor de Fructuoso Rivera, era en realidad su sobrino, pues era hijo
natural no reconocido de una hermana de Don Frutos, de nombre María Luisa,
con un
brasileño de apellido Duval. Luego de la muerte de Venado, se encargó a Bernabé
la persecución
de guaraníes misioneros rebeldes. Éstos habían llegado de las Misiones
Orientales unos años antes con Rivera y se habían establecido en Santa Rosa del
Cuareim. Estaban liderados por Agustín Napacá, quien al mando de cuarenta
hombres se había rebelado contra el nuevo gobierno del estado oriental.
Con unos
sesenta soldados Bernabé logró localizar a los rebeldes en la costa del río
Cuareim. Los atacó y los obligó a cruzar el río hacia la Sierra del Yarao.
En ese
momento se enteró que a unas cuatro leguas se encontraba una toldería charrúa y
Bernabé decidió ir a combatirla, tal como lo había hecho anteriormente con
Venado.
Era la
comunidad charrúa de Polidoro que estaba acampada en la zona de Yacaré Cururú.
Bernabé decidió culminar la tarea comenzada por su tío Frutos eliminando los
remanentes de la tribu.
Transcurría
el día 20 de junio de 1832. Allí, en el arroyo Yacaré
Cururú, se produjo el nuevo enfrentamiento que terminó con la captura y muerte
de Bernabé Rivera en manos de los charrúas.
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