La "bestia", el
tren de la desesperación
Miles de
inmigrantes, la mayoría centroamericanos, abordan cada año 'La Bestia', una red
de trenas de mercancías que atraviesan México de sur a norte y constituyen el método
más rápido y barato de alcanzar los destinos del norte que promete supervivencia
y tal vez trabajo que permita sobrevivir, los Estados Unidos. Son más de medio millón anuales, tal vez más. Un gran número son niños o adolescentes. En el camino son robados, asaltados o violados. Muchos mueren en accidentes cuando se caen de los vagones porque se duermen, otros desfallecen de hambre o de frío.
En los Estados Unidos los espera la policía, los arrestos, la discriminación, la explotación, tal vez la deportación. Sobre todo en la era racista del "Presidente Trump".
En los Estados Unidos los espera la policía, los arrestos, la discriminación, la explotación, tal vez la deportación. Sobre todo en la era racista del "Presidente Trump".
Yeimi es la
mujer hondureña que me hacía café -gratis- cada vez que iba a la colonia
Progreso en Tegucigalpa, e iba muchas veces. Su hijo Marvin era uno de los
niños que jugaba al fútbol en aquel proyecto que filmábamos y reporteábamos y
por el que ganamos algún premio, de esos que celebras con una buena cena y te
da dinero para vacaciones.
Me escribía
desde Querétaro o algún lugar cercano a Querétaro, tres horas al norte de
Ciudad de México donde habían llegado en su difícil itinerario. Me
adjuntaba un selfi familiar. Desde una inmensa -literal- alcantarilla en la que
pasarían la noche. Llovía. Marvin, que ahora tiene 17, se tapaba con una gorra
y una cazadora. Visiblemente avergonzado de que su madre me mostrara esa foto.
Su hermana menor, detrás, también con la cara tapada. Estaban mojados.
Tenían frío y hambre. Viajan en dirección a Estados Unidos solos, sin coyote
-traficante- y sin dinero.
Punto de
partida. Arriaga, en Chiapas, es la primera estación del trayecto, que alcanza
los 2.300 km. De media, los inmigrantes se suben en el lomo de una docena de
trenes.
El motivo:
«Los mareros quieren k marvin c una a ellos». Es verdad. Yo lo vi. Yo,
periodista, lo reporteé, lo escribí. El modo: «No es facil pero boy aser la
lucha por carretera a jalones». Pedía algo, un poco de dinero: «Pasa k solo
ocupo para transportarme asta aya y cimprar algo de comida».
Pedía, a
fin de cuentas, pasaje seguro. Que alguien les saque del lugar en el que
les pueden matar.
Yeimi y sus
hijos son refugiados a los que nadie llama refugiados. Hace más de 24 horas que
no contestan a los mensajes. Puede que no contesten nunca más.
Esperanza
al amanecer. Un inmigrante de Guatemala espera a coger el tren. Un tercio de
los 'refugiados' repiten: vuelven a EEUU tras ser deportados a un trayecto
fallido.
Lo peor
de La Bestia, el tren de carga que durante muchos años ha cargado
migrantes y refugiados centroamericanos a través de México -rumbo a Estados
Unidos o a la nada- no es la voracidad con la que engulle extremidades, o en
su lomo se producen secuestros, extorsiones, violaciones, desapariciones y asesinatos.
Lo peor
tampoco son las agotadoras lentitudes de descarrilamientos, razzias,
lluvias y calores.
Se acerca
el final. 'La Bestia' llega a Chihuahua, limítrofe con EEUU. Los controles de
las autoridades mexicanas han recortado drásticamente el número de viajeros.
Lo peor
de La Bestia es que La Bestia ya no es la peor de las
fauces de los monstruos que alimenta la guerra no reconocida que engulle
centroamericanos allá donde estén.
Lo peor de La
Bestia es que su foto fija del horror es leve comparada con lo que sucede
a familias como la de Yeimi fuera de los focos, a los lados de las vías. Con lo
que intuimos que sucede, lo que sabemos que pasa y no podemos mostrar.
Sin techo,
sin comida. El albergue 'Hermano en el Camino', en Itxepec (Oaxaca), que ofrece
comida, alojamiento y estancia médica a los emigrantes desde 2007.
Las
autoridades mexicanas decidieron terminar en el verano de 2014 con esa imagen
de cientos de personas subidas a lomos deLa Bestia. Aquellos meses, los medios
y las autoridades decidieron que había una crisis migratoria. Desde entonces,
el problema, la crisis, los refugiados, las familias, sigue ahí. Las cifras no
dejan de aumentar. Pero sin fotos, sin titulares, ya no hay crisis
migratoria. Familias como la de Yeimi enviadas -literalmente- a las
alcantarillas de México. El país de los 30.000 desaparecidos (reconocidos por
el Estado, imagínense la cifra real, incluyendo a los migrantes y refugiados de
cuya existencia nadie sabe)
El último
adiós. "Te kiero, te amo", escribe un viajero a su esposa. Cientos
han muerto en su viaje en el tren. Es imposible saber exactamente cuántos.
El
salvadoreño Roque Dalton dejó descrita a su gente como «los siempre sospechosos
de todo», «los que nunca sabe nadie de dónde son», «los que fueron cosidos
a balazos al cruzar la frontera», «los que apenitas pudieron regresar», «los
que tuvieron un poco más de suerte», «los eternos indocumentados» o «los
tristes más tristes del mundo»,
No sólo
hombres. Mujeres y niños de hasta 10 años usan 'La Bestia'. Algunos acaban en
centros como este asilo de inmigrantes indocumentados de Ixtepec (Oaxaca).
Adaptado de un texto de Alberto Arce
Referencia.
Referencia.
http://www.elmundo.es/papel/historias/2017/03/29/58dba4b2e2704ec26e8b4591.html
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