lunes, 20 de agosto de 2018


Juancito Sosa, quien más tarde sería conocido 
como Juan Domingo Perón
La vieja raíz tehuelche estaba presente en sus rasgos inconfundibles y en su manera de enfrentar al mundo, sin hacerle asco al sacrificio ni a los rigores de la vida.

Los antepasados indios de Juana Sosa, madre de Juancito, habían llegado al pago de Lobos des­plazados de sus tierras ancestrales por las guerras de conquista que les habían impuesto los winkas durante los gobiernos de Sarmiento, Avella­neda y Roca, e incluso antes, en los tiempos de Juan Manuel de Rosas.
Tanto la abuela materna de Juana, de nombre Victoria, como su madre, Mercedes, y su padre Juan Irineu Sosa, provenían de familias refugiadas a raíz del avance invasor del ejército argentino sobre los territorios de las naciones pampas y chaqueñas
Juancito Sosa, luego reinscripto en el registro civil como Juan Domin­go Perón, nacido el 7 de octubre de 1893, fue el segundo hijo de Juana con Mario Tomás Perón, un joven educado y apacible, de frágil salud, que había ido a la campaña a restablecerse de una enfermedad pulmonar.
Allí, mientras Mario Tomás se desempeñaba como alguacil en los pa­rajes de Roque Pérez, cerca de Lobos, Juana se ocupaba de cuidar una pequeña parcela, atender a los dos hijos, esquilar las ovejas y, preparar y vender pasteles en el vecindario. En eso del trabajo duro, Juana había salido a su madre, la “india” Mercedes.
Mucho tiempo después, Juan Perón describiría a su abuela Mercedes como un ser inmemorial, “una mujer machaza, que conocía todos los secretos de la vida del campo… y muchas cosas más.”
Continuaba Perón: “La recuerdo sentada en un banquito frente a su rancho, descalza y con sus chancletas al costado…. Siempre con las manos ocupadas, haciendo algo: o cuereando un capón, o bien limpian­do un par de gallinas para alimentar a su numerosa prole… rodeada de sus perros y sus gallinas batarazas… tan diestra y rápida que podía desplumar una gallina sin hacerla gritar.”,
Mario y Juana vivieron en su campito de Roque Pérez por algunos años más, hasta que se mudaron al lejano sur, a una estancia en Chank Aike, sobre las márgenes del río Coyle, en lo que luego se llamaría “Provincia de Santa Cruz”.
El territorio del Coyle había sido arrebatado a los pueblos nativos en tiempos muy recientes, y el trabajo de la estancia lo llevaban a cabo peones indígenas, más o menos acriollados, de las etnias te­huelche aonikenk, alakaluf, ona y mapuche del sur.
Allí Juan Perón conoció aún más el mundo aborigen de donde pro­venían su madre y abuelos maternos.
Recordará más tarde; “Con un tordillo manso salía al campo con la peonada, después de tomar mate en la cocina. Esta fue mi prime­ra escuela…. Aprendí a conocer los valores enormes de la humildad y al mismo tiempo la vacuidad de la soberbia…”
El tema indígena le siguió interesando toda su vida. En 1935, ya con el grado militar de mayor, escribió un libro sobre la Toponimia Patagónica de Etimología Araucana (publicado por el Ministerio de Agricultura de la Nación en Buenos Aires, 1935), y al tomar la pre­sidencia impulsó numerosas leyes y resoluciones para defender a las comunidades indígenas a lo largo y a lo ancho del país. Estas leyes fueron derogadas inmediatamente después del golpe militar que lo derrocó en 1955.
De todas maneras, las ideas y comportamientos de Juan Domingo Perón excedieron sus modestos orígenes indígenas rurales y sureños. En momentos de la confrontación europea contra el expansionismo nazi y el fascismo el Presidente Perón prefirió mantenerse neutral y mantuvo relaciones amistosas con algunas de las peores dictadu­ras del continente. También se desarrollaron conductas personalistas bautizando con su propio nombre y el de su esposa ciudades, pro­vincias y estaciones ferroviarias. Estos excesos fortalecieron a sus enemigos políticos y facilitaron su derrocamiento.
A pesar de su derrota política y militar en 1955 el peronismo logró sobrevivir, e incluso habría de volver al poder en 1973. Algunos años más tarde, ya muerto el general, aunque completamente desnaturaliza­do por una elite corrupta, ocuparía el gobierno nuevamente en 1989. Para entonces algunos de los principales postulados del movimiento peronista original habían sido escamoteados u olvidados.
Como tantos otros elementos de su identidad histórica y cultural, los grupos dominantes procuraron esconder el origen tehuelche de Perón, que, en gran medida, explica algunos aspectos de su sensibilidad, su carisma y su trascendencia más allá de la muerte física.
Del libro "Crónicas de la Peripecia Humana", D.Antón, Piriguazú Ediciones

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