Del frío
glacial al calor agobiante, del aislamiento extremo de las extensiones
oceánicas a la concentración de poblaciones en las grandes urbes, desde las
antiguas comunidades tribales con cosmovisiones naturales o mesiánicas a las
modernas revoluciones tecnológicas, los seres humanos han desarrollado
sociedades diversas, heterogéneas y polícromas, lenguajes y alfabetos
sofisticados, en fin, una amplia variedad de identidades culturales diferentes.
La
peripecia humana reposa precisamente en esta diversidad prácticamente
ilimitada. Está hecha de luces y sombras, de derechos violados y redimidos, de
solidaridad y egolatrías, de crímenes y sacrificios. de respeto y
autoritarismo.
Todo ello
se produjo en el marco de una larga historia en la que tuvieron lugar grandes
cambios que modificaron completamente la conformación social y tecnológica del
mundo habitado.
Las
sociedades tradicionales que fueron la regla durante los primeros decenas de
miles de años de la evolución humana estaban, y aún lo están, estructuradas en
grupos pequeños, a menudo autosuficientes, en relación estrecha con los
ecosistemas en que habitaban.
Eran
comunidades igualitarias, en general pacíficas, con una vinculación profunda
con la naturaleza y sistemas sociales basados en principios de cooperación y
ayuda mutua. Se expresaban en la inexistencia de la propiedad individual de la
tierra, en la distribución equitativa de los recursos locales y en el
tratamiento preferencial de los niños, de los ancianos y de los individuos con
limitaciones físicas o síquicas.
Eran grupos
humanos caracterizados por comportamientos poco competitivos, por la
colaboración entre los integrantes y por enfoques espirituales holísticos no
dogmáticos ni proselitistas que otorgaban carácter sagrado a los elementos de
la naturaleza.
Es en ese
marco que estas culturas lograron subsistir por decenas de miles de años.
La
situación se modificó en los últimos milenios. Con la aparición de los estados
agrarios y comerciales comenzaron a generarse sociedades basadas en la
dominación y la explotación de otros pueblos o de sus propios congéneres. Se
interrumpió el diálogo con la naturaleza y, consecuentemente, se desarticuló la
armonía social preexistente. Se desataron el saqueo, el pillaje, la alienación
incontrolada.
Los
gobiernos expansionistas crecieron en número, multiplicaron su competencia y
conflictividad, las sociedades matriarcales, que en tiempos antiguos eran
comunes, fueron sustituidas por sistemas patriarcales asignando un rol
dependiente y subordinado a las mujeres. Algunos hombres se hicieron amos de
otras personas, que pasaron a ser considerados como esclavos. La tierra se
transformó en una mera mercancía. Se desataron las guerras, aparecieron los
ejércitos. Las religiones se hicieron dogmáticas, autoritarias e intolerantes.
El
desarrollo del capitalismo y los avances tecnológicos posteriores y recientes
no atemperaron estas tendencias. Los procesos coloniales basados en el poder
económico y militar permitieron extender la influencia de las metrópolis
imperiales a todos los continentes y océanos. Aún las islas y parajes más
remotos fueron objeto de la ambición expansiva de los estados centrales.
La
descolonización de la segunda mitad del siglo XX debilitó el control político
sobre las antiguas dependencias. Muchas de estas colonias se transformaron en
estados reconocidos internacionalmente.
Frecuentemente
los gobiernos de estas nuevas entidades estatales procedieron en forma análoga
a los países imperiales. Discriminaron a los grupos minoritarios y a las sociedades
tradicionales existentes en sus territorios.
Muchas
comunidades se vieron arrinconadas por la nueva situación y amenazada su
sobrevivencia.
Algunas
etnias desaparecieron totalmente o casi totalmente, los guanches de las islas
Canarias, los palawa de Tasmania, los aleutos del archipiélago aleutiano. los onas
y yaganes en Chile y Argentina.
Otros
grupos étnicos sobreviven en situaciones marginales de degradación económica y
cultural, los !kun san del Kalahari discriminados en Botswana, Namibia y
Sudáfrica, los mbya guaraní sin hogar en su propia tierra, esparcidos en
Paraguay, Brasil y Argentina, los chumash y apaches del suroeste de
Norteamérica confinados en pequeñas reservas escasamente productivas, los lenni
lenape expatriados lejos de su costa oceánica ancestral, los iroqueses en
pequeños enclaves próximos a contextos megaurbanos y obligados a una lucha
permanente para defenderse del desconocimiento y la falta de oportunidades.
La
situación no fue muy diferente en los bosques boreales de Escandinavia y
Siberia. Los saami, los samoyedos, los nenets y los yakutos fueron diezmados y
reducidos a pequeños números sin control político o económico de sus propias
vidas y territorios.
En otros
sitios las sociedades locales sobreviven desde el punto de vista económico pero
sus culturas originales han sido degradadas por
invasiones culturales provenientes de estados nacionales más poderosos o
influencias globalizantes con efectos análogos. Esta situación es común en
algunos países europeos, como Gales e Irlanda en las islas británicas y el País
Vasco en España. Otros ejemplos de situaciones similares se pueden observar en
las comunidades bereberes de Marruecos y Argelia y las naciones huichol, purépecha
y otomí en México.
En los
tiempos más antiguos, donde el palimpsesto de la historia se encuentra más
borrado, resulta difícil reconstruir los episodios transcurridos. Los nombres y
lugares pueden ser interpretados de varias maneras.
Las
anécdotas y experiencias de las personas se tejen como hebras especiales y
únicas que contribuyen a formular los tapices heterogéneos de las sociedades
humanas. A través de las efemérides biográficas se produce la conexión entre
comunidades y culturas. Muchas veces las vidas individuales permiten comprender
identidades locales y contextos. Las reseñas que incluimos en este trabajo
proporcionan elementos para resolver la compleja y desafiante configuración del
mosaico humano.
La historia
se escribe y reescribe.
1 comentario:
Soy Carlos Rey, le dije por otro lado que andaría en su vuelta.
Diría que, un resumen de la humanidad sin prejuicios.
Soy un amante buscador de la verdad, no de "mi verdad", la de nadie, si no, la verdad que habita en mi, la misma que en cualquier humano, estrella o un insecto.
Algo del relato académico me suena a eso, relato, algo inventado, algo ajustado a una conveniencia y no a una descripción evidente de la realidad, que sea coherente con cada huella dejada por un ser en la historia de este planeta.
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