La sangre derramada en las Tierras de Pocas Lluvias
Las sociedades del Medio Oriente son probablemente los primeros grupos humanos que se organizaron en estados, con todas las ventajas e inconvenientes que ese tipo de organización ofrece. En efecto, hace 5,000 años aproximadamente ya había estados funcionando en el Valle del río Nilo, y las llanuras de los ríos Éufrates y Tigris. Eran zonas fértiles y con mucha insolación pero carentes de lluvias y humedad en los suelos. Sin embargo, la presencia de tres caudalosos ríos, permitía proveer de aguas a las tierras potencialmente agrícolas y desarrollar cultivos de alta productividad. Para hacer llegar el agua a zonas amplias construyendo presas y excavando canales se requería aunar el esfuerzo de muchas comunidades que debían ser coordinadas por una autoridad central. Este fue el comienzo de los estados sumerios de Mesopotamia y faraónicos de Egipto.
Una vez aparecidos los primeros estados, esta modalidad organizativa social se extendió y profundizó. Se generaron nuevos estados que se expandieron y conquistaron a sus vecinos para mejor explotar sus recursos y trabajo. Comenzaron a desarrollarse reinos e imperios. Periódicamente los pueblos subordinados se rebelaron y se enfrentaron a sus dominadores, y en muchas ocasiones desarrollaron sus propios reinos e imperios.
Desde entonces la historia del Medio Oriente es una sucesión de estados imperiales y monárquicos que impusieron su dominio a través de la guerra y la fuerza militar.
Al mismo tiempo que aparecían los estados, se desarrollaban religiones que facilitaban el control de las poblaciones sin necesidad del uso de la fuerza. Las primeras religiones que en muchos casos ponían énfasis en divinidades relacionadas con la tierra y la fertilidad, muchas veces femeninas, se fueron cambiando por otras que glorificaban la guerra y la agresividad triunfante. Con frecuencia las autoridades estatales se confundían con las autoridades religiosas. El rey era el supremo sacerdote. Incluso el rey o emperador se atribuía un carácter divino.
Las luchas por poder y recursos comenzaron a utilizar argumentos religiosos. Cada sociedad tenía sus propios dioses o sus propias interpretaciones de las historias y tradiciones religiosas.
A las religiones que atribuían carácter divino o mágico a los elementos de la naturaleza, sucedieron otras que redujeron el mundo y el universo al poder de un dios único. Esto facilitaba el control de las mentes. Así surgieron las religiones monoteístas que habrían de constituir el contexto religioso y espiritual por muchos milenios y hasta la actualidad.
Las guerras, las conquistas y la opresión continuaron pero se procuró vestir los intereses económicos, de poder y protagónicos, de un ropaje religioso y espiritual.
Las guerras son crueles y siempre lo fueron
Para controlar a los pueblos se utilizaron muchos métodos, pero el más común fue la guerra y el dominio por la fuerza.
El objetivo de la guerra es causar daño al enemigo para derrotarlo. Para ello se requiere, matar, destruir, si fuera posible, aniquilar las fuerzas oponentes y sus bastiones principales.
En los 5,000 años de historia del Medio Oriente hubo cientos de guerras, decenas de miles de batallas, cientos de millones de muertos, innumerables obras humanas destruidas, sociedades enteras eliminadas, culturas excluidas, emigraciones en masa, limpiezas étnicas, esclavitud, torturas sistemáticas.
No consideremos que las sociedades del Medio Oriente son peores que otras sociedades que hay en el mundo. Tan solo son más antiguas, y por tanto tuvieron más tiempo para desarrollar el expansionismo estatal y el imperialismo, expresados en sus múltiples formas.
Tampoco debemos olvidar que durante mucho tiempo y en múltiples ocasiones, las sociedades del Medio Oriente fueron víctimas del expansionismo y el imperialismo de potencias externas. En los últimos siglos estas agresiones fueron muy frecuentes. Las potencias de Europa Occidental, la Rusia zarista y más tarde soviética, los Estados Unidos, comenzaron a intervenir en el Medio Oriente con el fin de apoderarse de sus recursos. Para ello aprovecharon las disensiones internas, que ya existían en su propio beneficio. Promovieron las luchas sectarias, cristianos contra musulmanes, musulmanes contra judíos, chiitas contra sunitas. Las guerras de Afganistán e Irak en la primera década del siglo XXI (que todavía siguen) y la guerra de Siria, desatadas por los Estados Unidos y sus aliados con variadas excusas, y a partir de las contradicciones existentes, desencadenaron fuerzas de odio y agresión que llevaron a matanzas y destrucción en esos países. A ello se agregó la intervención política y militar de Rusia que tiene sus propios intereses en la región medio-oriental. Las potencias externas inyectaron armamentos, cada vez más mortíferos, que multiplicaron la muerte y la destrucción.
El precio es la sangre vertida por los pueblos que ya no pueden trabajar, relacionarse pacíficamente o vivir vidas productivas y armoniosas. Solo queda la muerte, la destrucción, la emigración.
En fin, en las Tierras de Pocas Lluvias sigue habiendo mucha sangre derramada.
Reproducido de "Tierras de Pocas Lluvias y Mucha Sangre", D.Antòn, Piriguazù Ediciones
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