lunes, 22 de enero de 2018

La rebelión del interior crea una excelente oportunidad para llevar a cabo una descentralización profunda

D, Antón 

El Uruguay es uno de los países más centralizados del continente.
Tiene la mitad de la población en una ciudad. De sus 3.3 millones de habitantes, 1.7 millones viven en el área metropolitana de Montevideo.
Todos sus órganos de gobierno nacionales y entes públicos se encuentran situados en la capital.
Llevó 180 años crear un nivel municipal de administración (creado en el año 2010) que desde hace mucho tiempo existe en todos los países de América Latina. De todas maneras, el nivel municipal no tiene financiación propia, no puede percibir sus propios impuestos y depende absolutamente de los sueldos que se paguen a nivel central y de la buena voluntad de los intendentes y juntas departamentales.
Hasta hace muy poco el Uruguay era el único país de mediano tamaño del continente que tenía una sola universidad pública, ahora con la creación de la UTEC se está intentando crear una institución de nivel terciario (pero limitándose al área tecnológica, algo así como una especie de UTU con un barniz universitario que habrá que ver adonde llega). La proclamada Universidad de la Educación todavía está en veremos.
En resumen, la dirección de la enseñanza universitaria está sigue centralizada, y solo se ha avanzado en una desconcentración de los servicios en las regionales de UDELAR, pero no a nivel de políticas universitarias.
El país del “interior” uruguayo se mantiene  en una situación de subordinación y subestimación que dificulta la participación de la gente en la toma de decisiones, conspira contra el desarrollo local y, consecuente e inevitablemente, con el desarrollo nacional.
Las razones de esta situación hiper-centralizada son históricas. Uruguay se inició como una “Provincia Oriental” en las Provincias Unidas y, a pesar de transformarse en estado independiente, mantuvo en gran medida la estructura político-cultural de “provincia” con una capital que controló la economía a través de su puerto.  
Montevideo se erigió en la única ciudad portuaria del país, relegando artificialmente a las demás localidades portuarias, como fueron los casos de Colonia y Maldonado, que, paradójicamente, durante mucho tiempo (hasta hace unos cincuenta años) fueron las capitales departamentales de menor población.
El ferrocarril se encargó de mantener, e incluso intensificar a través de su construcción radial, la estructura centralizada de la nación durante muchas décadas. La red vial se construyó paralela a las vías férreas afirmando aún más esa condición.
El resultado final no debe extrañar. En el año 2017 Uruguay continúa siendo en los hechos uno de los países más centralizados del continente.

Centralización no es sinónimo de integración

Centralización no es sinónimo de integración
El hecho que el país sea centralizado no implica que esté integrado.
 Las partes del todo uruguayo, sus departamentos, sus ciudades, sus pueblos, están debilitados, vulnerables. En estas condiciones el Uruguay aparece como un conjunto de fragmentos que sólo se estructuran para extraer recursos de la gente que vive fuera de la capital.
De esa manera se terminó constituyendo una nación a medias, una nación inconclusa que tiene problemas para enfocar saludablemente sus proyectos futuros
La revolución productiva que comenzó con la mecanización de la agricultura, de la lechería, la expansión forestal y la extensión de las unidades de producción de energía renovable proporcionaban oportunidades para revertir el proceso
En los hechos esas oportunidades no se aprovecharon.
El estado centralizado continúa, los ministerios deciden desde la capital, donde están la inmensa mayoría de sus empleados y gerentes y todos sus directores políticos.
Los grandes monstruos burocráticos como Ancap, Ute y Ose, BPS, Banco Central, tienen sus directorios en la capital.
Salvo contadas excepciones las intendencias dependen en gran medida de los cheques que desde Montevideo les envía el gobierno central.
Los intentos de realizar actividades nacionales fuera de Montevideo (por ejemplo, los Consejos de Ministros en los pueblos y ciudades del país) fueron un paso positivo pero demasiado pequeño, prácticamente un saludo a la bandera.
Y lo que es peor la cultura centralizada se acentúa. Los montevideanos viven al margen del interior que en gran medida es quien lo alimenta y paga sus cuentas. 
Esta situación de aprovechamiento económico del trabajo rural llega al extremo que el precio del gasoil (que se utiliza para la producción rural) tiene un impuesto que se incorpora al fideicomiso del transporte montevideano.
Las sociedades del interior urbano que han vivido desde siempre subordinadas a la capital han tenido y tienen temores de tomar su destino en propias manos.
Muchos pueblos de menor población agonizan por la falta de fuentes de trabajo y de servicios.
Con todos estos antecedentes considero muy saludable que las sociedades del interior desencadenen un movimiento de rebeldía, que si bien no sabemos bien hacia donde va, es mucho mejor que permanecer estancado en la resignación sin preocuparse por participar..
No caben dudas que integrar los diferentes sectores productivos y sociales del interior es una tarea difícil.  Creo que la forma de integrarlos es a través del replanteo de las estructuras culturales, políticas, administrativas y burocráticas  centralizadas que obstaculizan el desarrollo regional  y local..
Ellas deben ser desarticuladas transfiriendo los poderes de decisión y los servicios centrales, fuera de la capital en la mayor medida posible.. No es sencillo porque hay muchos intereses en juego.

Medidas que habrá que tomar
Para que el Uruguay avance firmemente deberá comenzar a descentralizar las funciones del gobierno nacional: las sedes centrales de ciertos ministerios y   entes públicos. Deben fundarse nuevas universidades públicas autónomas (que no sean meramente sucursales regionales). Tampoco que se limiten a enfocar los aspectos tecnológicos como es el caso de la UTEC  (sin competir con la oligárquica UDELAR) que a todas luces es insuficiente.
Hay que fortalecer las Intendencias Departamentales actualmente excesivamente dependientes del gobierno central,
Y por supuesto fortalecer los 112 municipios creados otorgándoles autonomía financiera y confianza en sus propias fuerzas.

Conclusión
La descentralización implica jerarquización local, auto-estima, y en definitiva, desarrollo local a partir de la soberanía local sobre el ambiente propio: lo que Artigas llamaba “la soberanía particular delos pueblos”.
Con la dinamización efectiva de todos sus componentes el Uruguay podrá finalmente lograr una integración, dinámica y saludable, en un marco de participación y verdadera democracia.
Esta es una oportunidad que deberemos aprovechar si queremos proteger el futuro. En ello nos va la vida como nación y como pueblo.



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