La rebelión del
interior crea una excelente oportunidad para llevar a cabo una descentralización
profunda
D, Antón
El Uruguay es
uno de los países más centralizados del continente.
Tiene la mitad
de la población en una ciudad. De sus 3.3 millones de habitantes, 1.7 millones
viven en el área metropolitana de Montevideo.
Todos sus
órganos de gobierno nacionales y entes públicos se encuentran situados en la
capital.
Llevó 180 años
crear un nivel municipal de administración (creado en el año 2010) que
desde hace mucho tiempo existe en todos los países de América Latina. De todas
maneras, el nivel municipal no tiene financiación propia, no puede percibir sus
propios impuestos y depende absolutamente de los sueldos que se paguen a nivel
central y de la buena voluntad de los intendentes y juntas departamentales.
Hasta hace muy
poco el Uruguay era el único país de mediano tamaño del continente que tenía
una sola universidad pública, ahora con la creación de la UTEC se está
intentando crear una institución de nivel terciario (pero limitándose al área
tecnológica, algo así como una especie de UTU con un barniz universitario que
habrá que ver adonde llega). La proclamada Universidad de la Educación todavía
está en veremos.
En resumen, la dirección
de la enseñanza universitaria está sigue centralizada, y solo se ha avanzado en
una desconcentración de los servicios en las regionales de UDELAR, pero no a
nivel de políticas universitarias.
El país del
“interior” uruguayo se mantiene en una
situación de subordinación y subestimación que dificulta la participación de la
gente en la toma de decisiones, conspira contra el desarrollo local y,
consecuente e inevitablemente, con el desarrollo nacional.
Las razones de
esta situación hiper-centralizada son históricas. Uruguay se inició como una
“Provincia Oriental” en las Provincias Unidas y, a pesar de transformarse en
estado independiente, mantuvo en gran medida la estructura político-cultural de
“provincia” con una capital que controló la economía a través de su puerto.
Montevideo se
erigió en la única ciudad portuaria del país, relegando artificialmente a las
demás localidades portuarias, como fueron los casos de Colonia y Maldonado,
que, paradójicamente, durante mucho tiempo (hasta hace unos cincuenta años) fueron
las capitales departamentales de menor población.
El ferrocarril
se encargó de mantener, e incluso intensificar a través de su construcción radial,
la estructura centralizada de la nación durante muchas décadas. La red vial se
construyó paralela a las vías férreas afirmando aún más esa condición.
El resultado
final no debe extrañar. En el año 2017 Uruguay continúa siendo en los hechos uno
de los países más centralizados del continente.
Centralización no es sinónimo de integración
Centralización no es sinónimo de integración
El hecho que el
país sea centralizado no implica que esté integrado.
Las partes del todo uruguayo, sus
departamentos, sus ciudades, sus pueblos, están debilitados, vulnerables. En
estas condiciones el Uruguay aparece como un conjunto de fragmentos que sólo se
estructuran para extraer recursos de la gente que vive fuera de la capital.
De esa manera se
terminó constituyendo una nación a medias, una nación inconclusa que tiene
problemas para enfocar saludablemente sus proyectos futuros
La revolución
productiva que comenzó con la mecanización de la agricultura, de la lechería,
la expansión forestal y la extensión de las unidades de producción de energía
renovable proporcionaban oportunidades para revertir el proceso
En los hechos esas
oportunidades no se aprovecharon.
El estado
centralizado continúa, los ministerios deciden desde la capital, donde están la
inmensa mayoría de sus empleados y gerentes y todos sus directores políticos.
Los grandes
monstruos burocráticos como Ancap, Ute y Ose, BPS, Banco Central, tienen sus directorios
en la capital.
Salvo contadas
excepciones las intendencias dependen en gran medida de los cheques que desde
Montevideo les envía el gobierno central.
Los intentos de
realizar actividades nacionales fuera de Montevideo (por ejemplo, los Consejos
de Ministros en los pueblos y ciudades del país) fueron un paso positivo pero
demasiado pequeño, prácticamente un saludo a la bandera.
Y lo que es peor
la cultura centralizada se acentúa. Los montevideanos viven al margen del
interior que en gran medida es quien lo alimenta y paga sus cuentas.
Esta situación de
aprovechamiento económico del trabajo rural llega al extremo que el precio del
gasoil (que se utiliza para la producción rural) tiene un impuesto que se
incorpora al fideicomiso del transporte montevideano.
Las sociedades
del interior urbano que han vivido desde siempre subordinadas a la capital han
tenido y tienen temores de tomar su destino en propias manos.
Muchos pueblos
de menor población agonizan por la falta de fuentes de trabajo y de servicios.
Con todos estos
antecedentes considero muy saludable que las sociedades del interior
desencadenen un movimiento de rebeldía, que si bien no sabemos bien hacia donde
va, es mucho mejor que permanecer estancado en la resignación sin preocuparse
por participar..
No caben dudas
que integrar los diferentes sectores productivos y sociales del interior es una
tarea difícil. Creo que la forma de integrarlos
es a través del replanteo de las estructuras culturales, políticas,
administrativas y burocráticas centralizadas
que obstaculizan el desarrollo regional
y local..
Ellas deben ser desarticuladas
transfiriendo los poderes de decisión y los servicios centrales, fuera de la
capital en la mayor medida posible.. No es sencillo porque hay muchos intereses
en juego.
Medidas que
habrá que tomar
Para que el
Uruguay avance firmemente deberá comenzar a descentralizar las funciones del
gobierno nacional: las sedes centrales de ciertos ministerios y entes
públicos. Deben fundarse nuevas universidades públicas autónomas (que no sean
meramente sucursales regionales). Tampoco que se limiten a enfocar los aspectos
tecnológicos como es el caso de la UTEC (sin competir con la oligárquica UDELAR) que a
todas luces es insuficiente.
Hay que fortalecer
las Intendencias Departamentales actualmente excesivamente dependientes del
gobierno central,
Y por supuesto fortalecer
los 112 municipios creados otorgándoles autonomía financiera y confianza en sus
propias fuerzas.
Conclusión
La
descentralización implica jerarquización local, auto-estima, y en definitiva,
desarrollo local a partir de la soberanía local sobre el ambiente propio: lo
que Artigas llamaba “la soberanía particular delos pueblos”.
Con la
dinamización efectiva de todos sus componentes el Uruguay podrá finalmente
lograr una integración, dinámica y saludable, en un marco de participación y
verdadera democracia.
Esta es una
oportunidad que deberemos aprovechar si queremos proteger el futuro. En ello
nos va la vida como nación y como pueblo.
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