Fragmento del capítulo 5 de la novela histórica "De todas partes vienen"
Era un momento
de solaz para los más de 2000 negros esclavos que había en la ciudad. También
era una oportunidad de juntarse para revivir antiguas ceremonias africanas, en
particular de Congo, Angola y Mozambique, que eran los lugares de proveniencia
de la mayor parte de los esclavos de la ciudad.
Jacinta, que se
había criado en Río de Janeiro, y por tanto tenía una experiencia en candomblés
cariocas, procuraba no faltar a ninguna de las sesiones de tangos que se
organizaban en las afueras de la ciudad en los últimos días de diciembre y
primera semana del mes de enero.
Los negros de
Montevideo hablaban una especie de jeringoza, un “creole” propio que era una
mezcla de español, portugués y varios idiomas africanos, sobre todo del Congo y
Angola. Se le llamaba “bozal”.
En Río
tenían un “bozal” diferente, porque al portugués y al vocabulario y modismos
africanos, se agregaban expresiones y
formas gramaticales de la “lingua geral”, proveniente del idioma tupinambá.
Jacinta hablaba
este dialecto carioca y necesitó adaptarse al bozal montevideano. Lo hizo muy
rápido.
En poco tiempo, Jacinta se incorporó de hecho y de derecho a los
tangos de extramuros e incluso fue una “mama vieja”, o “mae de santo” como
decían en Río, del candomblé montevideano que más tarde se denominaría “candombe”.
Por el año 1806,
al cabo de varios años de estadía de la familia Fontoura en Montevideo, la
situación política se complicó considerablemente en la ciudad.
Un mediodía de
fines del mes de junio de ese año, llegaron mensajeros de Buenos Aires con la
noticia que dicha ciudad había sido tomada por una flota inglesa.
Ya hacía unas
tres semanas que se había visto navíos ingleses frente a Montevideo,
aparentemente con rumbo a Buenos Aires. Tripulantes de un buque español habían
podido divisar varias embarcaciones británicas que se dirigían al oeste. Por
esa razón, la noticia no fue una total sorpresa, pero de todos modos implicaría
un profundo cambio en la vida de todos
los montevideanos.
Desde el momento
que se supo que Buenos Aires había caído en poder de los ingleses, los
españoles de Montevideo y algunos otros que llegaron de Buenos Aires comandados
por el capitán Santiago de Liniers, se organizaron con el fin de reconquistar
la capital virreinal.
Finalmente, la
misión se cumplió. Las fuerzas lideradas por Liniers, compuestas de 23 navíos y 10,000 hombres,
lograron la victoria.
Luego de varios días de combates, se forzó la rendición
de los invasores ingleses el 20 de agosto de ese mismo año.
La retirada
inglesa de Buenos Aires habría de tener consecuencias dramáticas para la propia
ciudad de Montevideo.
Unos meses
después, en la madrugada del 5 de enero de 1807, se divisó a la distancia la
silueta de varios barcos ingleses que parecían volver por una revancha. En los
hechos se pudo comprobar que así era. Un mes después, el 2 de febrero de 1807,
se produjo el desembarco.
Los marinos
ingleses bajaron a tierra a unas dos leguas de la ciudad para continuar
avanzando hacia las gruesas murallas de la plaza fuerte.
Luego de intensos enfrentamientos, en donde participaron
las fuerzas españolas locales organizadas, en las que se integraron muchos vecinos montevideanos, Montevideo cayó el 3 de febrero de 1807,
Más de 300 defensores murieron en la toma de la ciudad,
y otros cientos quedaron heridos sobrepasando con creces
la capacidad del Hospital de Caridad. Los marinos ingleses establecieron su gobierno, facilitando incluso el desembarco de comerciantes y mercaderías ya previstas en los planes del Almirantazgo.
Ni el señor Fontoura ni sus hijos, y mucho menos sus esclavos, participaron en los enfrentamientos. En realidad,
Fontoura veía con buenos ojos la presencia de las tropas
de ocupación británicas. Seguramente se abrirían nuevas
oportunidades en materia comercial, que Paulo Fontoura
podría aprovechar para mayor beneficio. No hay que olvidar que una de las principales banderas de la expansión inglesa, era promover e incluso forzar la apertura comercial en sus colonias y protectorados.
Cuando en septiembre de 1807, como consecuencia de un
acuerdo firmado en Buenos Aires, los ingleses abandonaron la plaza, el señor Paulo Fontoura quedó en una posición incómoda. Si bien había logrado adquirir bienes que los comerciantes británicos habían malbaratado en su retirada, lo cual le reportaría beneficios, por otro lado su posición a favor de los invasores hacía que, desde entonces, las autoridades
españolas no lo miraran con buenos ojos.
Tres años más tarde, en mayo de 1810, llegó la noticia que el Virrey había sido depuesto y que una junta había tomado su lugar en Buenos Aires. Al año siguiente, se agregó el hecho que la rebelión iniciada en la otra orilla del Plata, se había extendido a la campaña oriental, y un ejército de criollos al mando de José Artigas, avanzaba hacia la ciudad.
La situación se hizo tan compleja, que Paulo Fontoura decidió que era tiempo de volver a Río de Janeiro antes que perder toda la fortuna que había hecho durante su estada en el país.
Apresuradamente se embarcó con toda su familia en mayo de 1811, precisamente unos pocos días antes que las tropas artiguistas pusieran sitio a la ciudad.
Salvador, Manoel, Pedro y Jacinta, decidieron no acompañar a su amo, y por más que él insistiera con las autoridades para que los obligaran a seguirlo, porque eran sus esclavos, el gobierno de la ciudad, que no tenía ninguna simpatía por el Sr. Paulo Fontoura, demoró en tramitar su solicitud, resultando en los hechos que sus esclavos permanecieran en la ciudad. Finalmente, Paulo Fontoura, forzado por la premura y las circunstancias, emprendió viaje sin ulteriores reclamaciones.
(continúa)
"De todas partes vienen", D.Antón, Piriguazú Ediciones
las fuerzas españolas locales organizadas, en las que se integraron muchos vecinos montevideanos, Montevideo cayó el 3 de febrero de 1807,
Más de 300 defensores murieron en la toma de la ciudad,
y otros cientos quedaron heridos sobrepasando con creces
la capacidad del Hospital de Caridad. Los marinos ingleses establecieron su gobierno, facilitando incluso el desembarco de comerciantes y mercaderías ya previstas en los planes del Almirantazgo.
Ni el señor Fontoura ni sus hijos, y mucho menos sus esclavos, participaron en los enfrentamientos. En realidad,
Fontoura veía con buenos ojos la presencia de las tropas
de ocupación británicas. Seguramente se abrirían nuevas
oportunidades en materia comercial, que Paulo Fontoura
podría aprovechar para mayor beneficio. No hay que olvidar que una de las principales banderas de la expansión inglesa, era promover e incluso forzar la apertura comercial en sus colonias y protectorados.
Cuando en septiembre de 1807, como consecuencia de un
acuerdo firmado en Buenos Aires, los ingleses abandonaron la plaza, el señor Paulo Fontoura quedó en una posición incómoda. Si bien había logrado adquirir bienes que los comerciantes británicos habían malbaratado en su retirada, lo cual le reportaría beneficios, por otro lado su posición a favor de los invasores hacía que, desde entonces, las autoridades
españolas no lo miraran con buenos ojos.
Tres años más tarde, en mayo de 1810, llegó la noticia que el Virrey había sido depuesto y que una junta había tomado su lugar en Buenos Aires. Al año siguiente, se agregó el hecho que la rebelión iniciada en la otra orilla del Plata, se había extendido a la campaña oriental, y un ejército de criollos al mando de José Artigas, avanzaba hacia la ciudad.
La situación se hizo tan compleja, que Paulo Fontoura decidió que era tiempo de volver a Río de Janeiro antes que perder toda la fortuna que había hecho durante su estada en el país.
Apresuradamente se embarcó con toda su familia en mayo de 1811, precisamente unos pocos días antes que las tropas artiguistas pusieran sitio a la ciudad.
Salvador, Manoel, Pedro y Jacinta, decidieron no acompañar a su amo, y por más que él insistiera con las autoridades para que los obligaran a seguirlo, porque eran sus esclavos, el gobierno de la ciudad, que no tenía ninguna simpatía por el Sr. Paulo Fontoura, demoró en tramitar su solicitud, resultando en los hechos que sus esclavos permanecieran en la ciudad. Finalmente, Paulo Fontoura, forzado por la premura y las circunstancias, emprendió viaje sin ulteriores reclamaciones.
(continúa)
"De todas partes vienen", D.Antón, Piriguazú Ediciones
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