miércoles, 29 de noviembre de 2017


Los perros de ataque, una de las principales armas tácticas de los europeos en su invasión de América

Durante la conquista de América, los perros también acompañaron a los españoles. Fueron adiestrados para realizar el trabajo de conquista convirtiéndolos en animales entrenados para atacar a una sola orden de su amo..
Los perros preferidos fueron grandes ejemplares de mastines, dogos y alanos y la primera vez que se usaron fue casi de casualidad. 
En 1494, en un avituallamiento en una isla, un grupo de indígenas atacó a los españoles y un único mastín que iba con ellos puso en fuga a todo los atacantes. Desde entonces, estos animales no faltaron en ningún viaje. 
Hay que tener en cuenta que los únicos perros que conocían los indígenas eran razas pequeñas, mansas y que no sabían ladrar, por eso, es fácil imaginar el terror que pudo provocar la visión de estos enormes perros que llevaban collares de clavos al cuello y que iban protegidos con un chaleco acolchado que les defendía de las cuchilladas.
El uso que se hizo de estos perros contra los nativos fue cruel y sangriento utilizándolos como vanguardia en los ataques, como verdugos que ejecutaban sentencias de muerte e incluso se usaron como puro divertimento organizando luchas entre perros e indígenas. Bartolomé de las Casas lo denunció ante el Consejo de Indias en varias ocasiones.
 Hay que aclarar por justicia histórica, que el uso que dieron los conquistadores a los perros siempre ha sido práctica habitual a través de la historia.
Los británicos entrenaban a sus perros para capturar esclavos alzados en Jamaica. El entrenamiento consistía en hacer pasar hambre a los perros y darles de comer con unos monigotes pintados de negro que rellenaban de carne y que tenían que destrozar. Es decir, les hacían creer que los monigotes,  y6 por lo tanto los esclavos fugados, eran comida.
También los entrenaron para la captura de esclavos y los enseñaron a sujetar el cuello de la víctima entre sus fauces, pero apretando sólo lo justo para inmovilizarlo. Jamás apretaban si no se lo ordenaba el dueño.
Varios son los perros que sus nombres han llegado hasta nosotros. El más famoso de todos fue "Becerrillo" un enorme Alano propiedad de Alonso de Salazar. Becerrillo se hizo famoso sobre todo, además de por su fiereza, por su increíble capacidad de distinguir entre indios aliados y levantiscos. Lo soltaban entre grupos de indígenas y sin equivocarse cogía con sus dientes el brazo del rebelde y tiraba de él, si este se resistía no solía vivir. Decían los indios que preferían enfrentarse a cientos de soldados que a diez hombres con Becerrillo entre ellos.
Becerrillo murió en acto de servicio alcanzado por una flecha envenenada. Los españoles mantuvieron su muerte y lugar de su entierro en secreto pues así siguieron usando la fama del perro para atemorizar a los indígenas

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