Las condiciones
de vida y de trabajo de los esclavos africanos que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar de la costa nordeste de Brasil en el siglo XVII no eran mejores que la que habían tenido de los
esclavos indígenas algunas décadas antes.
Ellos también sufrieron el hambre, la represión y los malos
tratos. En su caso, las condiciones se agravaban porque el viaje desde sus
lugares de origen era realizado en naves atiborradas y nauseabundas donde los
prisioneros sufrían un maltrato feroz, a lo que se agregaba la angustia de
viajar hacia tierras desconocidas muy lejos de sus países natales.
Los esclavos
africanos fueron despojados de su libertad, de su dignidad, de su identidad y
de cultura.
Su situación era
insoportable, y cuando el número aumentó, la sujeción forzada se hizo
insostenible. Hubo muchas revueltas, fugas y movimientos de resistencia contra
los amos portugueses.
Una de las
rebeliones más importantes se produjo entre los africanos de la Bahía y de
Olinda quienes se refugiaron en el valle del río Macacos, cerca de la Serra da
Barriga.
Allí se hicieron
fuertes y establecieron un reducto independiente, el Quilombo de Palmares.
Con el tiempo muchos
otros esclavos africanos e indígenas se escaparon aumentando la población del
naciente Quilombo.
Allí, en medio
de la selva, alejados de los crueles plantadores, los habitantes de Palmares
fueron construyendo una comunidad diferente.
Negros, indios, mulatos y mestizos
hermanados por un enemigo común: la esclavitud. Se juntaron personas de todas
las naciones: angolas, congos, cabindas, ovimbundos, minas, caetés y tupís.
Gradualmente, la
comunidad de Palmares creció hasta albergar más de 30,000 personas.
Su capital,
Macacos, se desarrolló hasta transformarse en un floreciente centro comercial y
agrícola.
En esas
condiciones sobrevivió varias décadas y comenzó a representar una amenaza
insoportable para los esclavistas portugueses.
Al cabo de casi
un siglo, la corona portuguesa resolvió desplegar toda su fuerza militar para
someter a los palmarenses.
La lucha fue
dura al cabo de la cual el rey Gunga de Palmares fue derrotado. La resistencia
continuó liderada por su hijo Zumbí.
Luego de arduos
enfrentamientos, los rebeldes de Palmares, tan sólo armados con arcos, flechas
y lanzas debieron ceder ante las armas superiores de los portugueses.
La posición en
Macacos fue abandonada y Zumbí y los suyos se refugiaron en la Serra da
Barriga. En 1691, en una última batalla en las laderas serranas el lider Zumbí
fue muerto y la resistencia derrotada.
La posición en Macacos fue abandonada y Zumbí y los suyos se refugiaron en la Serra da Barriga. En 1691, en una última batalla en las laderas serranas el lider Zumbí fue muerto y la resistencia derrotada.
Hoy, en la cima
de la Serra da Barriga, lugar del martirilogio, hay una estatua de Zumbí
conmemorando la rebeldía de los oprimidos.
Las tierras de
la sierra fueron declaradas Parque Nacional y son visitadas esporádicamente por
unos pocos turistas o personas interesadas que quieren conocer este célebre
sitio
"El 20 de noviembre Brasil ha estado de fiesta, o una parte. Se ha conmemorado la memoria y la gesta del líder del Estado más grande que haya existido de esclavizados africanos alzados en la historia, Zumbi do Palmares y el reino que miles cimentaron, en el siglo XVII. Hoy Brasil tiene 100 millones de afrodescendientes, casi la mitad de su población y es la segunda nación en el mundo con mayor población afro, tras Nigeria. Ayer se celebró el Día de la Conciencia Negra. Esta efeméride hunde su explicación en un aspecto que el racismo siempre le ha negado al africano, su iniciativa, para el caso la posibilidad de resistir a la esclavitud en un país al que entre principios del siglo XVI y hasta 1888, como en muchos otros lugares de América durante el colonialismo (y también tras él), ingresaron unos nueve millones de esclavos."
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