jueves, 16 de noviembre de 2017

Los Emiratos, diferentes formas de esclavitud

La recolección de ostras perlíferas ha sido una de las faenas extractivas más duras que se han conocido históricamente. Normalmente se realizaban empleando buceadores forzados y de esa forma se lograba obtener las valiosas gemas a un costo minúsculo con el fin de satisfacer la mayores ganancias para los patrones y empresarios locales.
Desde los tiempos de los sumerios en Mesopotamia, y por lo menos a partir de la sexta dinastía faraónica en Egipto (en el tercer milenio a.e.c.), la recolección de perlas fue la base de la economía de las costas del Golfo Pérsico. A principios del siglo I a.e.c., Plinio el Viejo, en su libro Historia Naturalis consideraba que las perlas más perfectas y exquisitas se obtenían del Golfo Pérsico en Arabia.  Poco después, el historiador romano-egipcio Ptolomeo escribió acerca de las pesquerías de perlas en la isla de Tylos, nombre romano de Bahrein.
En el siglo XIV el viajero y narrador marroquí Ibn Batuta, que recorrió las ciudades y territorios de Shiraz, los oasis de Al Hasa y  Al Qatif, la isla de Bahrein (en tiempos antiguos conocida como Awal), el Estrecho de Hormuz y Omán, ratificó la existencia de esta próspera actividad en las zonas litorales del Golfo Pérsico.
En el siglo XVI los portugueses establecieron varios fuertes (en Bahrein, Al Qatif, isla de Hormuz y Muscat), y más tarde, cuando la zona cayò bajo la influencia británica, la extracción perlífera continuó siendo el principal soporte económico de los pueblos costeros.  En el siglo XVII y hasta el siglo XIX los bancos de perlas se continuaron explotando en las islas de Bahrein y Dalmah (cerca de Abu -Dhabi), en Abu Musa, en Hormuz y en el archipiélago Lavan-Kish.
El Golfo en el siglo XXI
Las cosas han cambiado en los emiratos del Golfo desde los tiempos de los buceadores de perlas.
La causa fue la afluencia de recursos financieros debido a la explotación de los yacimientos de hidrocarburos locales.
Las pequeñas aldeas de pescadores tradicionales, que apenas tenían unos centenares o unos pocos miles de personas, se transformaron en modernas urbes con cientos de miles e incluso millones de habitantes.
El Emirato de Dubai, que era una minúscula comunidad a principios del siglo XX, tiene hoy 2,300,000 habitantes en una superficie de 4,100 km2, Abu Dhabi posee una población de 870,000, Sharjah  700,000 y Bahrein 700,000, muy superior a las escasas dimensiones de dichos poblados en tiempos pasados. Las ciudades de hoy son urbes construidas con abundantes recursos, gran desarrollo edilicio y audaces proyectos que requirieron grandes inversiones.
El caso de Dubai es sintomático. En este emirato se encuentra el edificio más alto del mundo (Borj Khalifa con 828 metros), el Centro Comercial más grande del planeta (Dubai Mall), la fuente más caudalosa (Dubai Fountain), extensas islas artificiales (Palm Jumeirah y World Islands), se sostiene que allí está el “único” hotel siete estrellas que existe en el mu (Burj el Arab), así como un metro y numerosas avenidas, canales y puentes.
Uno se pregunta como se ha podido llegar a esa extravagancia despilfarradora a partir de aquel modestísimo comienzo. La respuesta reside en el hecho de que Dubai se encuentra en el corazón de la región de producción petrolera más importante del mundo. Su posición geopolítica y geográfica le ha permitido concentrar los excedentes financieros recaudados por los países vecinos y los propios mediante hábiles estrategias de marketing a nivel regional y mundial.
Sin llegar al extremo de Dubai, otros emiratos y ciudades del Golfo también han establecido proyectos urbanísticos, comerciales e industriales especialmente onerosos.
Para poder llevar a cabo estos proyectos la región ha podido contar con abundante mano de obra barata proveniente de países densamente poblados y pobres de Africa y Asia, como India, Pakistán y Filipinas.
A pesar de esa aparente riqueza, los trabajadores que construyeron y trabajan en Dubai, Abu Dhabi, Kuwait y otras ciudades del Golfo se encuentran a menudo en condiciones de semi-esclavitud. Con contratos de larga duración, condiciones de trabajo muy duras, con parte de sus remuneraciones y sus pasaportes retenidos se transforman en rehenes virtuales de una situación de la que no pueden escapar. En el Golfo Pérsico la esclavitud ha adoptado nuevas formas pero no se ha extinguido totalmente.


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