Los Emiratos, diferentes formas de esclavitud
La recolección
de ostras perlíferas ha sido una de las faenas extractivas más duras que se han
conocido históricamente. Normalmente se realizaban empleando buceadores
forzados y de esa forma se lograba obtener las valiosas gemas a un costo
minúsculo con el fin de satisfacer la mayores ganancias para los patrones y
empresarios locales.
Desde los
tiempos de los sumerios en Mesopotamia, y por lo menos a partir de la sexta
dinastía faraónica en Egipto (en el tercer milenio a.e.c.), la recolección de
perlas fue la base de la economía de las costas del Golfo Pérsico. A principios
del siglo I a.e.c., Plinio el Viejo, en su libro Historia Naturalis consideraba
que las perlas más perfectas y exquisitas se obtenían del Golfo Pérsico en
Arabia. Poco después, el historiador
romano-egipcio Ptolomeo escribió acerca de las pesquerías de perlas en la isla
de Tylos, nombre romano de Bahrein.
En el siglo XIV
el viajero y narrador marroquí Ibn Batuta, que recorrió las ciudades y
territorios de Shiraz, los oasis de Al Hasa y
Al Qatif, la isla de Bahrein (en tiempos antiguos conocida como Awal),
el Estrecho de Hormuz y Omán, ratificó la existencia de esta próspera actividad
en las zonas litorales del Golfo Pérsico.
En el siglo XVI
los portugueses establecieron varios fuertes (en Bahrein, Al Qatif, isla de Hormuz
y Muscat), y más tarde, cuando la zona cayò bajo la influencia británica, la
extracción perlífera continuó siendo el principal soporte económico de los
pueblos costeros. En el siglo XVII y
hasta el siglo XIX los bancos de perlas se continuaron explotando en las islas
de Bahrein y Dalmah (cerca de Abu -Dhabi), en Abu Musa, en Hormuz y en el
archipiélago Lavan-Kish.
El Golfo en el siglo
XXI
Las cosas han
cambiado en los emiratos del Golfo desde los tiempos de los buceadores de
perlas.
La causa fue la
afluencia de recursos financieros debido a la explotación de los yacimientos de
hidrocarburos locales.
Las pequeñas
aldeas de pescadores tradicionales, que apenas tenían unos centenares o unos
pocos miles de personas, se transformaron en modernas urbes con cientos de
miles e incluso millones de habitantes.
El Emirato de
Dubai, que era una minúscula comunidad a principios del siglo XX, tiene hoy
2,300,000 habitantes en una superficie de 4,100 km2, Abu Dhabi posee una
población de 870,000, Sharjah 700,000 y
Bahrein 700,000, muy superior a las escasas dimensiones de dichos poblados en
tiempos pasados. Las ciudades de hoy son urbes construidas con abundantes
recursos, gran desarrollo edilicio y audaces proyectos que requirieron grandes
inversiones.
El caso de Dubai
es sintomático. En este emirato se encuentra el edificio más alto del mundo (Borj
Khalifa con 828 metros), el Centro Comercial más grande del planeta (Dubai Mall),
la fuente más caudalosa (Dubai Fountain), extensas islas artificiales (Palm
Jumeirah y World Islands), se sostiene que allí está el “único” hotel siete
estrellas que existe en el mu (Burj el Arab), así como un metro y numerosas
avenidas, canales y puentes.
Uno se pregunta
como se ha podido llegar a esa extravagancia despilfarradora a partir de aquel
modestísimo comienzo. La respuesta reside en el hecho de que Dubai se encuentra
en el corazón de la región de producción petrolera más importante del mundo. Su
posición geopolítica y geográfica le ha permitido concentrar los excedentes
financieros recaudados por los países vecinos y los propios mediante hábiles
estrategias de marketing a nivel regional y mundial.
Sin llegar al
extremo de Dubai, otros emiratos y ciudades del Golfo también han establecido
proyectos urbanísticos, comerciales e industriales especialmente onerosos.
Para poder
llevar a cabo estos proyectos la región ha podido contar con abundante mano de
obra barata proveniente de países densamente poblados y pobres de Africa y
Asia, como India, Pakistán y Filipinas.
A pesar de esa
aparente riqueza, los trabajadores que construyeron y trabajan en Dubai, Abu
Dhabi, Kuwait y otras ciudades del Golfo se encuentran a menudo en condiciones
de semi-esclavitud. Con contratos de larga duración, condiciones de trabajo muy
duras, con parte de sus remuneraciones y sus pasaportes retenidos se
transforman en rehenes virtuales de una situación de la que no pueden escapar.
En el Golfo Pérsico la esclavitud ha adoptado nuevas formas pero no se ha
extinguido totalmente.
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