jueves, 21 de septiembre de 2017



De los faraones al Egipto actual, turístico, conflictivo e insostenible.

Egipto es un país paradójico. Es extremadamente árido, pero de gran fertilidad. Está superpoblado con una de las mayores densidades demográficas del planeta, pero al mismo tiempo posee algunos de los desiertos más desolados y cálidos del mundo.
Y todo ello es posible por una sola razón: un río que es emisario de los trópicos húmedos africanos y aporta su imponente caudal de agua y sedimentos a las tierras áridas saharianas del Norte.
El valle y el delta del Nilo cubren un área de 45,000 km2. 
El resto del país está poco poblado o despoblado. Hay escasos núcleos de población en las franjas costeras de los mares Mediterráneo y Rojo donde hay algunas poblaciones pesqueras y turísticas, y unos pocos oasis asociados a depresiones salinas.                                                                   
En El Cairo, capital del país, con 21 millones de habitantes en el área metropolitana llueve tan solo poco más de 25 mm por año.  En Luxor, al Sur del país, que tiene 500,000 habitantes llueve menos de 1 mm de lluvia por año.
Si bien el territorio del estado egipcio se extiende por más de 1 millón de kilómetros cuadrados las áreas desérticas donde no hay población superan los 900,000 km2. 
El valle del Nilo propiamente dicho alberga 72 millones de habitantes, 95% del total del país. Ello significa 1600 habitantes por km2, una de las más altas densidades del mundo.
Las características prácticamente únicas del río Nilo fueron un lugar privilegiado para el surgimiento de las primeras civilizaciones. Eran comunidades numerosas y cercanas que requerían cooperación para utilizar los recursos hídricos del río para desarrollar sus cosechas irrigadas.



“El triunfo electoral de los Hermanos Musulmanes
Las elecciones presidenciales, se celebraron en marzo y junio de 2012. El 24 de junio de 2012, la comisión electoral de Egipto anunció que Mohammed Morsi de los Hermanos Musulmanes había ganado la segunda vuelta.
El 8 de julio de 2012, el nuevo presidente de Egipto, Mohamed Morsi, dijo que derogaba el edicto militar que disolvió el parlamento y llamó a sesión parlamentaria.  Esta decisión fue impugnada por la Corte Suprema Constitucional.
El 22 de noviembre de 2012, Mohamed Morsi emitió una declaración constitucional temporal a finales de noviembre que, en efecto, le concedió poderes ilimitados y el poder de legislar sin supervisión o revisión de sus actos judiciales.
La declaración constitucional temporal fue llamada a un referéndum, un acto que sus oponentes le conoce como "golpe de Estado islamista.

Protestas y un nuevo golpe de estado militar
El 30 de junio de 2013, estallaron  protestas en todo Egipto donde se pedía la renuncia del presidente. En respuesta a los acontecimientos, Morsi recibió un ultimátum de 48 horas de los militares para satisfacer sus demandas y resolver las diferencias políticas, o de lo contrario habrían de intervenir mediante la "aplicación de su propia hoja de ruta" para el país.
Finalmente Morsi fue derrocado, el ejército suspendió la constitución y establecieron una nueva administración encabezada por el presidente del Tribunal Supremo.
Como consecuencia del golpe estallaron protestas en diferentes puntos del país y en El Cairo se expresaron mediante sentadas que la policía reprimió fuertemente (14 de agosto de 2013). A raíz de la operación policial murieron centenares de manifestantes y 10 policías.
El 24 de marzo de 2014, 529 seguidores de Morsi fueron condenados a muerte.  Algunas de estas condenas fueron rechazadas por la Corte Suprema en febrero del 2016 pero muchos juicios todavía continúan.
La Hermandad Musulmana está prohibida desde 2013 y la represión contra sus miembros ha sido intensa en todo el país.
El conflicto político con sus componentes sociales y religiosas es hoy una constante en Egipto. La insostenibilidad económica y ambiental de este país superpoblado se expresa en la constante inestabilidad política y no hay indicios que disminuya en el futuro.”
Reproducido de Wikipedia 

Del diario “El Mundo”, España, 16/10/2016
“Transcurridos cinco años desde la Primavera Árabe que puso fin a la satrapía de Hosni Mubarak en Egipto, se da la paradoja de que el país sigue sumido en un sistema tan o más represivo que aquél. El régimen instaurado por el general Abdelfatah Al Sisi en verano de 2013 tras consumar un golpe de Estado que acabó con el gobierno del islamista Mursi, poco dista de aquella tiranía que se mantuvo 30 años y que costó tantas vidas derrocar. El general Al Sisi continúa rigiendo el país con mano de hierro y una feroz opresión con la que sofoca cualquier atisbo de disidencia política. De hecho, en los últimos tres años el Gobierno ha fortalecido su entramado carcelario. El país árabe ha construido una veintena de prisiones entre constantes denuncias de torturas y muertes; además de haberse extendido el uso de campos de detención y de cárceles militares. En el informe que hoy publicamos se recogen escalofriantes testimonios sobre los abusos del régimen, como el de Islam Jalil: fue arrestado con pruebas fabricadas, estuvo desaparecido durante 122 días y sufrió todo tipo de torturas. Consiguió eludir la pena capital gracias a la presión de Amnistía Internacional.
La persecución a la oposición política es constante. Según la documentación extra-oficial -la única, ante la opacidad y manipulación gubernamental- en Egipto hay 106.000 personas encarceladas, 60.000 de ellas, presos políticos. La represión es tal que, pese a las nuevas prisiones, los edificios están colapsados. Los detenidos malviven en paupérrimas condiciones. El funcionamiento de las prisiones no permite que se cumplan los derechos más básicos, como las visitas de los abogados o el envío de alimentos, y continuamente afloran testimonios de violaciones y torturas. Además, la ausencia de asistencia médica ha disparado el número de muertes en custodia.”   http://www.elmundo.es/opinion/2016/10/16/58026f37268e3e7c2d8b4613.html

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