El mundo rural uruguayo ha cambiado
Durante la
mayor parte del siglo XX, los trabajadores rurales del Uruguay, constituidos
por trabajadores agrícolas del arroz, de la caña de azúcar, peones de tambo y de
estancias ganaderas, puesteros, capataces, y otros trabajadores análogos, representaban
uno de los sectores del país más deprimidos económicamente. A pesar de ser
puntales de la economía sus remuneraciones eran muy bajas con escasos
beneficios salariales. A menudo las compensaciones mensuales no excedían los
150 o 200 dólares. En algunos sitios las condiciones de aislamiento obligaban a
permanecer largo tiempo lejos de sus casas, sin acceso a servicios esenciales,
en gran medida dependiendo de la buena voluntad de sus patrones. Las familias de los trabajadores rurales a menudo
debían vivir en rancheríos marginales, encerrados entre los grandes latifundios,
con viviendas de construcción precaria, ranchos de paja y terrón, de palo a pique o de lata, con mínimas comodidades
hogareñas. El acceso a la educación y a la salud, era también muy limitado.
En el año 2017
las cosas han cambiado. Y cambiado para mejor.
Hoy los
rancheríos rurales prácticamente han desaparecido. En gran parte del interior
rural, se han construido proyectos MEVIR que han permitido acceder a viviendas con comodidades básicas a bajo costo.
La existencia de miles de casas de ese tipo se ha extendido a la mayor parte de
los pueblos y localidades del interior remoto.
Por otra
parte, a partir del año 2013 se establecieron los consejos de salarios para los
trabajadores rurales, con niveles salariales similares a los de muchos
trabajadores urbanos.
Otro factor
que influyó en el mejoramiento fue la mayor facilidad de las telecomunicaciones, en particular el
acceso a telefonía celular, a televisión por cable e internet. El Plan Ceibal
colaboré creando redes informáticas proveyendo a los escolares, docentes, y más
tarde a los liceales de computadores personales.
También el
transporte ha sido facilitado por el bajo precio de vehículos económicos,
especialmente motocicletas, que permite
rápidos viajes regulares a sus casas, o a los pueblos y ciudades cercanas.
Es cierto
que la población rural ha disminuido demográficamente, pero también se puede
afirmar que muchos trabajadores rurales hoy viven en barrios urbanos y se
desplazan desde sus casas a los trabajos en las chacras y estancias con mucha
frecuencia, tal vzz semanal o diaria.
Todavía hay
carencias a nivel de transportes interdepartamentales y locales, acceso a la
salud y a la educación limitados, en especial a nivel terciario.
Quedan
muchos problemas por resolver, pero la situación en el campo uruguayo ha
mejorado sustancialmente. Tal vez unos de las mayores limitaciones que existe
están dadas por una cultura centralizada y burocrática, tanto a nivel nacional
como departamental, que ignora la existencia de decenas de miles de
compatriotas que con su trabajo sostienen una parte importante del país.
Recién en la
última década se establecieron autoridades municipales electivas en muchas
poblaciones del territorio. Los estudios universitarios son de difícil acceso
por la concentración excesiva en la capital y en mucho menor grado en algunas
pocas capitales departamentales. Es
difícil, si no imposible, para las
familias de trabajadores rurales, enviar y sostener sus hijos en la ciudad,
particularmente en Montevideo, por el elevado costo de vida que hay en ella.
El cambio
cultural se irá dando a medida que los uruguayos, renuncien al centralismo burocrático
y pernicioso y sepan reconocer los derechos de todos los habitantes del país,
aún aquellos que viven en localidades más lejanas o de difícil acceso.
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