Una palabra antigua, un significado moderno
Danilo Antón
La
palabra “paradigma” es muy antigua. Proviene del griego antiguo paradeigma
(παράδειγμα) que quiere decir , ("modelo",
"ejemplo"), deriva de un verbo (paradeiknunai ) que significa ("demostrar",
"probar", "comparar" ).
En las principales lenguas latinas se
utiliza como sinónimo de “ejemplo” o para hacer referencia en caso de algo que
se toma como “modelo digno de seguir”.
A partir de la década de 1960,
los alcances de la noción se ampliaron y paradigma comenzó a ser un término
común en el vocabulario científico y en expresiones epistemológicas cuando se
hacía necesario hablar de modelos de conocimiento aceptados por las comunidades
científicas.
El gestor de este nuevo sentido con
relevancia contemporánea fue el autor Thomas S. Kuhn en su conocido libro “La
estructura de las revoluciones científicas”
En su trabajo Kuhn propone el nombre de “ciencia
normal' a la investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas
pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce,
durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior.
Continúa Kuhn “Voy a llamar, de ahora en
adelante, a las realizaciones que comparten esas dos características, 'paradigmas',
término que se relaciona estrechamente con 'ciencia normal'."
A partir de esta nueva
definición el término “paradigma” se generalizó definiendo “el conjunto de teorías, reglas,
procedimientos y conocimientos que impregnan una sociedad determinada en un
momento concreto de su historia. En la
actualidad se refiere al “modelo” científico adoptado en forma generalizada en
la sociedad globalizada contemporánea.”
Podemos incluir todos los paradigmas (modelos científicos) parciales
en una especie de megaparadigma que incluye una serie de teorías científicas
que son consideradas verdaderas y/o incontrastables cuya modificación profunda
no es posible ni deseable. Los científicos o pensadores independientes que se
atrevan a hacerlo arriesgan la indiferencia, la excomunión, el ostracismo o el
ridículo. ,
Entre los modelos parciales que constituyen este
megaparadigma se encuentra el tema de la
evolución planetaria, que actualmente está restringida a la generalmente
aceptada “teoría de la tectónica de placas”: un planeta de volumen constante
cuya corteza está dividida en places que se mueven e interactúan. Otro modelo
parcial es el modelo del origen biológico (“fósil”) de los hidrocarburos que da
lugar a interpretaciones petrológicas y tectónicas muy definidas. También se ha
desarrollado un modelo de ese tipo con relación a la influencia de CO2
producido por acción humana que tendría como consecuencia el calentamiento
global, o más prudente y eufemísticamente el “cambio climático”
Estos modelos constituyen ámbitos paradigmáticos
establecidos que se resisten a ser modificados a pesar de los numerosos datos
que deberían inducir a su revisión radical y profunda.
En esta sociedad “globalizada” se supondría que la
construcción científica oficial funcionaría a través de la acumulación de datos
científicos que permitirían “avanzar” en el conocimiento, en particular lograr
un mayor detalle en la aplicación concreta de los modelos científicos aceptados.
Desafortunadamente,
no existe ningún método en este paradigma oficial (ni en ningún otro paradigma
dominante) que permita descartar “todo
el modelo” para poder aceptar otras teorías
y aplicar otras reglas o procedimientos que terminen modificándolo radicalmente.
Por esa razón, en el campo de la geología planetaria,
resulta muy difícil replantear la validez de muchos conceptos cuya vigencia
está siendo desmentida cotidianamente por la realidad.
La dificultad de cambiar el paradigma oficial
estriba en que esta modificación también
altera las relaciones de poder.
A nivel político, quienes detentan «el poder
paradigmático», son los mismos que controlan los mecanismos decisorios.
Desde el punto de vista económico ellos son los que se benefician de
las decisiones que se toman basadas en los postulados aceptados oficialmente
En la esfera académica son las personas que
defienden su prestigio y la seguridad económica que dan las posiciones
profesionales o universitarias que ocupan y que eventualmente se verían amenazadas por un posible cambio de
paradigma (Lovelock, 1988).
No
tenemos dudas que tarde o temprano el cambio paradigmático se producirá. Cuando
la masa crítica de investigadores y científicos y el apoyo de la opinión
pública sea suficiente, cuando pasen las décadas y se disponga de nuevos datos confirmando la
nueva visión acerca de la historia y dinámica de
nuestro planeta, las estructuras del poder cederán y el nuevo paradigma basado
en los datos de la realidad será aceptado oficialmente.
En
ese momento se crearán las condiciones para replantear las estrategias
políticas y económicas que permitan
desarrollar y establecer un nuevo enfoque de las relaciones humanas con
los recursos y ambientes del planeta.
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