miércoles, 27 de enero de 2016

Los gobiernos reprimen los estados de conciencia

La ola prohibicionista del siglo XX

La “caza de brujas”, referida a los consumidores de sustancias psicoactivas, se reinició en los Estados Unidos durante el período habitualmente llamado de “la Ley Seca”. Durante esa época, que aproximadamente se extendió desde el 1915 a 1932, se intentó restringir el consumo de bebidas alcohólicas. Al limitarse o prohibirse la producción y comercialización de estas bebidas, se desencadenó una ola represiva que culminó en la aparición de grupos organizados que se dedicaron a satisfacer las demandas en alcohol de la población por cualquier medio. Estas bandas mantuvieron al propio estado en jaque por varios años, hasta que la prohibición fue derogada.
Al mismo tiempo, las sociedades centrales concentraban sus energías en perseguir a los opositores ideológicos internos. La fiebre anticomunista que invadió la Alemania nazi, la Italia fascista y la España del franquismo, y que luego se extendiera a los Estados Unidos con el fenómeno macarthista, concentraron la atención de las fuerzas policiales de los estados por varias décadas.
Una vez que se comprobó que el supuesto enemigo subversivo había disminuido su influencia, particularmente después de la caida del llamado “Bloque del Este”, las elites de los países centrales, y en particular de los Estados Unidos, se dedicaron a buscar un nuevo objetivo para ocupar sus fuerzas represivas “ociosas”.
Nuevamente, como en los tiempos del Tribunal del Santo Oficio, lo hallaron en la producción, tráfico y consumo de ciertas sustancias psicoactivas.
Así fueron prohibidos y estigmatizados la amapola, el opio y sus derivados, el cáñamo (marihuana) y el hachís, la coca y la cocaína, el LSD, el éxtasis y muchas otras sustancias tanto naturales como sintéticas que tienen la propiedad de modificar el estado de la conciencia.
Los nuevos cazadores de brujas están parapetados atrás de oficinas estatales y policiales, poseen jets y helicópteros de gran potencia, tienen presupuestos casi ilimitados y una impunidad prácticamente asegurada.
Mientras tanto, mucha gente común, personas que sólo buscan satisfacer las demandas sanas de su mente y de su cuerpo, se han visto obligadas a prescindir de las sustancias antiguas y sagradas, o a obtenerlas de modo “ilegal” arriesgando la persecución y el arresto.
La antigua lógica de la Inquisición todavía continúa, pero ahora con una propaganda más sutil y muchos más medios materiales.
De "Pueblos, Drogas y Serpientes", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.

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