Los Guanches, Iemanjá y la Virgen de la Candelaria
Danilo Antón
Tenerife, la más grande
de las Islas Canarias, es una de las tierras insulares de Africa,
ubicadas más hacia el occidente, a una distancia de 500 quilómetros
de la costa continental. Tiene una superficie de poco más de dos mil
quilómetros cuadrados y se eleva a unos 3,700 metros sobre el nivel
del mar en el Pico de Teide. Igual que la costa africana próxima,
Tenerife presenta un clima relativamente seco, particularmente en la
porción sur de la isla. Durante mucho tiempo, tanto Tenerife como
las otras islas Canarias estuvieron pobladas por los pueblos
guanches, quienes desde hacía varios siglos se habían establecido
en el archipiélago después de cruzar la extensión marina que
separa las islas del continente donde desarrollaron una cultura
propia adaptada a las características ambientales de los territorios
isleños. La tranquilidad de la vida de los guanches terminó cuando
comenzaron a desembarcar los hombres acorazados que venían de más
allá del mar. Ellos se apoderaban de las tierras, hacían esclava a
la gente, violaban a las mujeres. Los guanches pelearon
valientemente. En Tenerife continuaron la lucha hasta que no había
más guerreros. Al fin, en el año que los cristianos numeraban como
1496, el país guanche cayó totalmente en manos de los invasores.
Fue en el año cristiano de 1392 que los guanches del menceyato de Güimar en la isla de Tenerife se sorprendieron una mañana al encontrar una estatua de mujer que había sido dejada por el mar sobre la playa. Identificándola con el espíritu de la luna, la llevaron a la cueva sagrada de Chinguaro donde pasó a formar parte de su ceremonial.
Algunos años más tarde
cuando el país guanche fue invadido por las fuerzas españolas y sus
habitantes fueron esclavizados y muertos, la imagen quedó en manos
de los frailes que acompañaban a los conquistadores. Los noveles
ocupantes identificaron a la imagen con su ropia deidad que llamaban
"la Virgen" y continuaron adorándola. Sus fiestas se
celebraban el 2 de febrero y el 15 de agosto. La fiesta del 2 de
febrero se llamaba "de la Purificación". La imagen fue
primero alojada en una ermita y luego en una iglesia. Se le llamó la
"Virgen de la Candelaria". Mucho tiempo después, el 7 de
noviembre de 1826, una tormenta arrasó la costa Guimareña
llevándose a la Candelaria para siempre. El mar la había traído y
se la había llevado.
Todos los años, desde épocas inmemoriales, los pueblos yorubas del Niger ofrecen al mar imágenes de Iemanjá con regalos de flores, alimentos, bebidas y adornos, para pedirle por la salud y fertilidad de mujeres y tierras. Las imágenes son recibidas por las corrientes oceánicas y llevadas con rumbos diversos. Algunas regresan a la costa, otras desaparecen para siempre, como tragadas por el mar, y otras pocas, son llevadas a otras playas lejanas. Tal vez alguna de ellas pueda haber llegado a las playas güimareñas de Tenerife.
Corría el año 1830, en la isla de Itaparica, Bahía de Todos los Santos, costa brasileña de Bahía. Era la víspera del 2 de febrero. Varias comunidades de esclavos yorubas se aprestaban a festejar la fiesta de la Purificación en honor a Iemanjá y la Virgen del Mar como sucedía todos los años. Esa mañana se sorprendieron al encontrar una imagen de la Diosa que había sido dejada por el mar durante la noche. Estaba cubierta por pequeñas valvas y sus colores se habían desvanecido. Pero era ella, el orixá de la vida y de los mares. No cabía la menor duda. Esa noche se organizó el más grande batuque que se recordaba en la zona. La Diosa se incorporó en todos los Paes y Maes y les contó muchas cosas... Los isleños la llamaron Senhora das Candeias. La imagen fue ubicada mirando el mar en el interior de una capillita antigua que se yergue en el extremo oriental de la isla.
Extraido del libro "La Mentira del Milenio" de Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.
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