La estrategia geopolítica de México de cara a América del Norte (y el as bajo la manga de López Obrador que apunta a China)
Se realizó en Washington la primera reunión trilateral entre México, Estados Unidos y Canadá en cinco años, después de una voluntaria pausa que puso Donald Trump mientras fue presidente de EE.UU. Estas conversaciones se dan como parte del relanzamiento de las economías a nivel mundial, después de la crisis sanitaria que sometió a todo el orbe a confinamientos estrictos.
Es evidente que los diálogos de algunas horas, la mayoría de ellos públicos, no modifican fundamentalmente las dinámicas estructurales que hay entre los países, y menos cuando pertenecen a un bloque económico bien definido. En la mayoría de los casos son ocasiones para, simbólica y mediáticamente, destacar un punto específico en la agenda, atraer algunos reflectores o limar alguna aspereza. En esta ocasión no fue muy diferente.
En el caso concreto de López Obrador, el viaje fue todo un éxito simbólicamente y en términos política, tanto interior como exterior. Este viaje a Washington fue una extensión del de hace una semana a Nueva York para darnos cuenta del fervoroso cariño que le tienen muchos migrantes. Expulsados de sus terruños por la crisis económica y la de violencia provocadas por los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN, nuestros paisanos ven en López Obrador la empatía y la mano tendida que nunca tuvieron en más de tres décadas.
Y como amor con amor se paga. Mientras anteriores presidentes eran aislados y resguardados de las protestas, hoy a López Obrador lo reciben con mariachis en los aeropuertos, la gente conduce horas para poder estar en el camino de la comitiva y poder manifestarle que "¡es un honor estar con Obrador!". El cariño manifiesto que tienen los mexicanos en EE.UU. se debe a que el presidente no es percibido como un político tradicional, sino como una persona común pero que ejerce un profundo liderazgo social.
Por otra parte, gran parte de la prensa mexicana, que es más dada a los pronósticos y a las fantasías palaciegas que al análisis –ya sea por incapacidad o por simple pereza-, vaticinaba que la reunión sería un desastre para López Obrador. Argumentaban que le enmendarían la plana en Washington por el tema de la reforma eléctrica y la soberanía energética, que tiene preocupadas a algunas empresas trasnacionales. Pero nada, no hubo prácticamente nada al respecto salvo algunos puntos de cooperación en energía hidroeléctrica entre Canadá y México.
Es claro que López Obrador tiene un respaldo popular de millones de mexicanos y que es representante de los intereses nacionales, muy distinto al pasado reciente, cuando los presidentes de México no eran más que gerentes de compañías, impuestos por algún fraude electoral o productos de la mercadotecnia.
Es claro que López Obrador tiene un respaldo popular de millones de mexicanos y que es representante de los intereses nacionales, muy distinto al pasado reciente cuando los presidentes de México no eran más que gerentes de compañías (Vicente Fox), impuestos por algún fraude electoral (Felipe Calderón) o productos de la mercadotecnia (Enrique Peña Nieto). Sin duda, esta autoridad moral y el respaldo social influyen en el punto de la relación que ha establecido con Biden y Trudeau.
Sí se habló de cuestiones migratorias y la posibilidad que el gobierno de EE.UU. legalice a más de 11 millones de indocumentados, en su mayoría mexicanos. Pero no establecieron tiempos ni mecanismos, así que suena más a retórica por el momento. De igual manera, hubo acuerdos en asuntos relacionados con el covid-19, como apuntalar la elaboración de componentes de vacunas y otros suministros de salud pública en la región de América del Norte.
En esta cumbre trilateral, quizás solo hubo una cuestión de fondo y que salió un poco fuera de la agenda que se trata regularmente y fue puesta sobre la mesa por el mismo López Obrador: China. Desde el comienzo de la crisis sanitaria y los confinamientos, muchos de ellos desfasados entre regiones, la mayoría de los analistas señaló que cuando se diera la reactivación tenía que haber un fortalecimiento de los mercados locales que evitara el colapso de las cadenas de suministro, tal como ocurrió en 2020. La reapertura de fronteras privilegiando espacios regionales cambia un poco el guion de extrema globalización que estaba en marcha.
En su discurso, López Obrador le dio un peso significativo a las cuestiones comerciales, destacando como necesaria una mayor integración de los tres países para enfrentar la competencia del exterior, principalmente China. Aseguró que esta unificación es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento del gigante asiático.
En ese contexto, López Obrador anticipó un panorama complejo para mediados de siglo si no hay una frente común, ya que para 2051 "China tendría el dominio del 42% del mercado mundial", mientras que EE.UU., México y Canadá se quedaría con apenas 12 %.
Este fortalecimiento de las cadenas productivas en América del Norte se haría mediante la creación de un mecanismo de coordinación trilateral, con el objetivo de definir las industrias esenciales para erradicar interrupciones futuras. Los tres países también tendrían que comprometerse a robustecer los vínculos de las pequeñas y medianas empresas, algo que está muy presente en la agenda nacional de López Obrador.
Esta propuesta de mayor integración de las economías de América del Norte es algo que preocupa e interesa mucho a Washington y que sin duda fue un guiño de cordialidad para Biden como anfitrión. Pero también tiene un par de componentes claves para México: el migratorio y el laboral. Todos sabemos que la gran ventaja comparativa de China con otras economías es su mano de obra especializada y barata. A EE.UU. y Canadá les hace falta esa mano de obra que México puede proporcionar. Por ese motivo, López Obrador expuso que hay que estudiar la demanda de mano de obra y abrir ordenadamente el flujo migratorio. Sería un ganar-ganar para México y Estados Unidos.
Aunque estas premisas son viables, es obvio que la sugerencia no es tan fácil de aceptar, sobre todo para el electorado republicano estadounidense, que sería el más reticente. En el corto plazo, una regulación de los migrantes mexicanos y la apertura del segundo mercado laboral más grande del mundo tendrían un impacto positivo y directo en la economía mexicana y los derechos humanos. A mediano plazo el más interesado tendría que ser EE.UU., ya que ve como su capacidad de competencia ante China decae lenta pero constantemente, además de estar expuesto a choques externos en las cadenas de suministro, tal como ocurrió con la crisis sanitaria.
No es fácil decidir en cuestiones de geopolítica ya que algunas disposiciones tienen incidencia por varios años, probablemente hasta décadas. Pero también queda claro que México no se quedará expectante a que EE.UU. tenga la última palabra con un beneficio unilateral. López Obrador pone esta carta sobre la mesa, pero con el as bajo la manga que representa la construcción del Tren y Corredor Transistmico, ese nuevo canal de Panamá que comunicará el Atlántico con el Pacífico y donde el mayor beneficiario e inversor a mediano plazo podría ser China.
Aunque estas premisas son viables, es obvio que la sugerencia no es tan fácil de aceptar, sobre todo para el electorado republicano estadounidense, que sería el más reticente. En el corto plazo, una regulación de los migrantes mexicanos y la apertura del segundo mercado laboral más grande del mundo tendrían un impacto positivo y directo en la economía mexicana y los derechos humanos. A mediano plazo el más interesado tendría que ser EE.UU., ya que ve como su capacidad de competencia ante China decae lenta pero constantemente, además de estar expuesto a choques externos en las cadenas de suministro, tal como ocurrió con la crisis sanitaria.
Javier Buenrostro
https://actualidad.rt.com/opinion/javier-buenrostro/410931-reunion-america-norte-bloque-china-lopez-obrador
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