lunes, 2 de diciembre de 2019

Te, café, tabaco, chocolate, azúcar refinada:
sustancias que sirven para aumentar la productividad y la competencia en la sociedad industrial
La revolución  industrial modificó radicalmente las pautas y comportamientos de las sociedades humanas. La rutina del trabajo era antinatural. Los horarios del trabajador industrial comenzaban temprano en la mañana y culminaban luego de la puesta del sol.  Las jornadas de 10 o 12 horas eran frecuentes.
Por otra parte, el tipo de organización operativa exigía que el operario estuviera a la orden seis días a la semana. 
Para incrementar la productividad se promovía la competencia entre los empleados y obreros.
Todas estos requerimientos son muy difíciles de cumplir. Los seres humanos tienen una fisiología que les impide mantener la atención por períodos prolongados, no disfrutan de la competencia permanente, y requieren descansos en forma regular.
Para lograr que los trabajadores cumplieran al pie de la letra las “obligaciones” industriales era necesario promover aquellos aspectos de su personalidad y conducta que facilitaran este tipo de actitud.
Concomitantemente con el desarrollo de la sociedad industrial, aparecieron, y no por casualidad, varios compuestos que reunían las condiciones buscadas.
Ellos debían ser estimulantes, ayudar a mantener la atención por períodos prolongados, crear una cierta agresividad social controlable, ser económicas, para que su acceso fuera generalizado, y ser funcionales, es decir que su comercialización debía ser adaptable a las reglas del mercado, y finalmente, ser moderadamente adictivas..
Los productos industriales que mejor cumplieron estos requisitos fueron el café, el té, el chocolate, los cigarrillos y el azúcar refinada.
A ellos se agregaron los alcoholes destilados, cuyo consumo fue promovido dentro de ciertos límites por los poderes industriales en desarrollo.  Si bien las bebidas alcohólicas fuertes no son muy útiles para los fines inmediatos del trabajo industrial, son en cambio estupefacientes que sirven para rebajar la autoestima,  y por lo tanto muy apropiados para mantener bajo dominio a la población trabajadora.
Las otras sustancias psicoactivas que se consumían desde tiempos históricos como el opio y el cannabis,  y otras que se desarrollaron  a fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, como la morfina, la heroina, el LSD y los derivados del cáñamo suelen generar comportamientos totalmente opuestos a los buscados. 
En casi todos ellas hay una disminución de la agresividad y un apagamiento del ego. Algunas de estas sustancias producen un adormecimiento agradable. En algunos casos los individuos prefieren aislarse, en otros se sienten más fraternos y sociables. Otras generan visiones de integración a la naturaleza, estimulan la imaginación, la solidaridad entre los seres humanos y la sexualidad no represiva.
Todas estas conductas van contra el «grano» de la cultura industrial
Cualquiera de estas limitantes era suficiente para que estas sustancias fuesen prohibidas y por lo tanto reprimidas, y así ocurrió.
El prohibicionismo se aplica a las sustancias que promueven un apagamiento de la agresividad como opio y cannabis, pero no a las sustnacias estimiulantes que ayudan a trabajar con más ahinco y productividad. 
Extraido de "Pueblos, Drogas y Serpientes", D.Antón, Piriguazú Ediciones.

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