Los gitanos en España, crónica de una discriminación histórica
En España viven 750.000 gitanos, el 40% en Andalucía. Y
en contra de lo que muestran los ‘realities’, cada vez más son abogados,
químicos, ingenieros, maestros, enfermeros, informáticos… Derribando
tópicos.
Mi abuelo tenía un galgo y salía a cazar con él. Era la
única manera de que su familia comiera carne. Vivían en cuevas. Mi madre nació
en un camino, ‘como las cabras’, contaba mi abuela. También decía que había
tenido nueve hijos y no había ‘desgraciado’ a ninguno».
Antonio Campos, actor teatral, está orgulloso de sus
ancestros. «Eran gitanos canasteros, salieron adelante haciendo cestas de
mimbre. Tenían una cultura de su entorno impresionante y casi no necesitaban
dinero para sobrevivir. Se apañaban con lo que encontraban, como indios
arapahoes. Con inventiva y capacidad de adaptación, y conociendo muy bien las
posibilidades del lugar. En cierto modo, pienso que no hay tanta diferencia
entre aquellas cuevas y el garaje de Bill Gates».
La historia de las tres últimas generaciones de la
familia Campos dibuja una radiografía muy precisa de cómo ha evolucionado el
pueblo gitano en España. Desde la marginalidad a la normalidad. Es una hoja
de ruta del camino recorrido, que no ha sido poco. Y también de lo que queda
por recorrer. «A nosotros no nos ha faltado nada. Somos hijos de las escuelas
públicas y los hospitales públicos. Quizá hemos vivido una excepción histórica.
Ojalá eso no se esté acabando. Sería una pena muy grande para los que vienen
detrás. Cuando monto una obra en un instituto, siempre se lo digo a los
chavales. no os dais cuenta de que sois unos privilegiados. Gente de vuestra
edad está en la guerra, en las fronteras… Y vosotros os estáis cultivando.
Aprovechad la oportunidad».
El índice de desempleo entre los gitanos es muy superior
al del resto de la población: alcanza el 37,5% por ciento
El último informe Foessa calcula en unas 750.000 personas la
población gitana que vive en España. Una población, además, muy joven, con una
media de edad inferior a los 16 años. Y una tasa de natalidad más alta que la
del conjunto de la población, aunque la diferencia se está reduciendo. El 40
por ciento reside en Andalucía. Otras comunidades con fuerte implantación son
Cataluña, Valencia, Madrid, Castilla-La Mancha y Murcia. También han llegado
romaníes de Bulgaria y Rumanía, sobre todo desde 2002, cuando se eliminó el
visado, y 2007, cuando estos países se adhirieron a la Unión Europea. Están
menos integrados que los españoles.
Los nuevos retos
La primera piedra de toque es la educación. «Hace 30
años podía ser difícil que los niños gitanos fuesen a la escuela», explican
desde la Fundación Secretariado Gitano (FSG). «Hoy, casi la totalidad están
escolarizados. Y cada vez más jóvenes continúan estudiando, y ahora son
abogados, maestros, ingenieros, informáticos, médicos, enfermeros… Pero existen
todavía graves problemas, como las altísimas tasas de abandono escolar en la
educación secundaria. Solo uno de cada cinco alumnos gitanos termina la ESO.
«Mi hermana es la primera mujer de la familia que tiene una carrera. Ha
terminado Educación Infantil y está opositando. Mis primos, sin embargo, se dedican
a la venta ambulante y a coger ajos, caracoles…», cuenta Antonio Campos.
El índice de desempleo entre las personas de etnia gitana
(37,5 por ciento) es muy superior al del resto de la población (22,7), y se
ha multiplicado por tres desde que empezó la crisis. Además, el porcentaje de
estas personas que viven en hogares con un sustentador principal en paro de
larga duración se ha multiplicado por seis, pasando del 5 por ciento en 2007 al
30 en 2013. Por otra parte, las estrictas normativas que regulan las
actividades económicas consideradas como tradicionales por la población gitana
la venta ambulante, la recogida de chatarra y cartones, o el temporerismo
merman notablemente sus ingresos económicos.
El 88 por ciento de las personas gitanas reside en una
vivienda normal. Solo el 4 por ciento lo hace en chabolas
Pero conviene matizar, en contraposición a un estereotipo
muy extendido, que la población gitana tiene una alta tasa de actividad. «Las
personas gitanas han trabajado siempre y, aunque por su baja tasa de ocupación
en empleos por cuenta ajena (solo el 37 por ciento, en comparación con el 83 de
la población asalariada española), esta realidad es poco reconocida», subraya
el informe Foessa. La venta ambulante concentra casi el 40 por ciento de esta actividad.
El gitano normalmente trabaja por cuenta propia. el 35 por ciento frente al 16
del total de la población ocupada. O colabora con la actividad económica
familiar (el 26 por ciento).
Hastío ante los estereotipos
En cuanto a la vivienda, también hay que desmontar tópicos.
El 88 por ciento de las personas gitanas residen en una vivienda normalizada;
solo el 4 por ciento en chabolas, y otro 8 por ciento en viviendas muy
deterioradas. En los años 90, el chabolismo y las infraviviendas eran lo
habitual para una de cada tres familias gitanas. No obstante, persisten el
problema del alto grado de ocupación de las casas, la precariedad de los
equipamientos y el deterioro.
La mayoría de ellos conviven a su vez diariamente con
personas no gitanas, y esta interacción es más intensa que en otros países
europeos. El Eurobarómetro revela que el 39 por ciento de la población
española afirma tener amigos gitanos, frente al 17 por ciento de media en la
Unión Europea. Eso no quiere decir que el rechazo social se haya erradicado.
Una encuesta del CIS señaló que al 60 por ciento le importaría mucho o bastante
tener como vecinos a personas gitanas. Y aunque se dan casos de discriminación,
no hay un racismo declarado y abierto, como sucede en algunos países
centroeuropeos, como Hungría, donde el partido ultra del Jobbik ha logrado el
segundo puesto en las elecciones practicando redadas contra asentamientos
gitanos, a quienes acusa de ser culpables de la inseguridad y de copar los
servicios sociales.
Por eso, los colectivos gitanos ven «con preocupación,
hastío e impotencia» los realities televisivos que se sirven de técnicas
engañosamente documentales para pintar con brocha gorda la sociedad gitana en
España. «Estas prácticas contribuyen a la solidificación de los
estereotipos y los prejuicios hacia cientos de miles de personas corrientes, de
carne y hueso, que luchan por salir adelante como las demás», se lamentan.
Antonio Campos puntualiza. «Algunos se han dedicado a vender drogas, a vivir
por encima de sus posibilidades para tener una pantalla de plasma… Sin embargo,
para el pueblo gitano, la felicidad siempre se ha centrado en estar con la
familia. Hay una manera de vivir gitana que se hereda genéticamente,
comportamientos que nadie enseña. Eres feliz trabajando con tus manos y ganando
un dinero, lo justo para vivir. Y reuniéndote con tu familia para asar unas
chuletas en la lumbre y cenar bajo el cielo estrellado. Y no necesitas más. No
querer abarcar más te da una tranquilidad muy grande».
Juan José Santiago, 22 años: está opositando para
guardia civil
«Estoy opositando para la Guardia Civil. ¿Gitano y
guardia civil? ¡Por qué no! Tiene que haber de todo. En el
cuartel de Albacete ya hay uno. No se puede vivir apartado de la sociedad. Pero
es el primer año que oposito y se presentan 44.000 para 1700 plazas; así que me
lo tomo como una preparación. Haber terminado el bachillerato me da puntos. Soy
el mayor de cuatro hermanos.
Mis padres son ambos gitanos, pero mi padre nos inculcó que había que estudiar, que de la venta ambulante ya no se puede vivir. Nunca he tenido problemas por ser gitano, ni en el colegio ni en el instituto. Mis amigos son todos payos».
Mis padres son ambos gitanos, pero mi padre nos inculcó que había que estudiar, que de la venta ambulante ya no se puede vivir. Nunca he tenido problemas por ser gitano, ni en el colegio ni en el instituto. Mis amigos son todos payos».
Sarai Piqueras, 21 años: estudia enfermería en Cuenca
«Vivo con mis padres. Mi padre no es gitano, mi madre sí. Mi
hermano ha terminado Ingeniería. Saqué matrícula de honor en el bachillerato,
quería estudiar Medicina, pero me quedé a las puertas porque me bajó la nota en
selectividad. Ahora me gusta la enfermería y no quiero cambiarme a pesar de que
me convalidan muchas asignaturas. Lo que más me gusta es el quirófano y
psiquiatría, donde atiendes a mucha gente joven con drogodependencias. Me
implico. Mi padre es pastor evangélico, pero antes que la religión nos
enseña valores. Tengo novio, payo. Si nos casamos, será una ceremonia muy
sencilla».
Antonio Amador, 36 años: abogado
«Tengo bufete propio con un socio. Estudié Derecho y luego
hice un máster en comercio exterior y otro en consumo. En mi familia somos
todos gitanos. Un tío mío es ingeniero, otro podólogo… Mi abuela, que murió en
noviembre pasado con 92 años, tenía una biblioteca con más de mil libros. Ella
no estudió, pero pintaba y leía todos los días hasta que perdió la vista. Fue
la primera de la familia que se puso Internet. Y nos inculcó a los
nietos el gusto por la lectura y la importancia de labrarse una educación».
Lydia Vargas, 26 años: estudió magisterio
«Trabajo dando clases de apoyo a niños. Estoy muy contenta
porque al final todos han aprobado. Tengo dos hermanas. La mayor hizo un grado
de administrativo. Jerez es una ciudad donde hay mucha población gitana y, además,
muy mezclada. Nunca he tenido problemas de integración. Aunque es verdad que en
la facultad se ven menos gitanos. Alguna vez oyes algún comentario, pero es
algo muy esporádico. Por eso los realities hacen tanto daño: alimentan
los estereotipos. Para mí son vergonzos. No nos representan».
Antonio Campos, 36 años: productor teatral
«Vi a Els Joglars y me pareció tan mágico que dejé los
estudios para ser actor de teatro. Empecé
de modelo, pero ganaba más dinero de albañil. A veces desfilaba en Madrid por la noche y, por la mañana temprano, estaba en la obra. Estuve así dos años. Trabajé de chófer en una editorial y eso me dio muchos contactos. Hoy soy productor cultural. Por necesidad. Un actor no puede estar pendiente de que suene el teléfono, así que gestiono mis propios proyectos. Lo haces todo. Y tienes que venderlo. Es un poco como la venta ambulante. Coges la furgoneta y haces bolos. Con 28 años puse en pie mi primera obra y hoy tengo en cartel El Buscón. Soy autodidacta, pero me estoy planteando el acceso a la universidad para mayores de 25. Llevo a mis hijas a exposiciones, a museos, a ver obras… Quiero despertar su inquietud cultural».
de modelo, pero ganaba más dinero de albañil. A veces desfilaba en Madrid por la noche y, por la mañana temprano, estaba en la obra. Estuve así dos años. Trabajé de chófer en una editorial y eso me dio muchos contactos. Hoy soy productor cultural. Por necesidad. Un actor no puede estar pendiente de que suene el teléfono, así que gestiono mis propios proyectos. Lo haces todo. Y tienes que venderlo. Es un poco como la venta ambulante. Coges la furgoneta y haces bolos. Con 28 años puse en pie mi primera obra y hoy tengo en cartel El Buscón. Soy autodidacta, pero me estoy planteando el acceso a la universidad para mayores de 25. Llevo a mis hijas a exposiciones, a museos, a ver obras… Quiero despertar su inquietud cultural».
Familia Fernández
Los Fernández Pantoja vienen de una estirpe de
cantaores que inauguró el abuelo Fernando Fernández Monje, Terremoto. Pero
entre sus descendientes hay todo un abanico de profesiones. un químico, un
maestro, una auxiliar de enfermería, un estudiante de Derecho, un empleado de
una empresa de publicidad…
Por Carlos Manuel Sánchez
Publicado por El Cuaderno de un Gitano
Referencia:
http://www.xlsemanal.com/actualidad/20160821/gitanos-sobradamente-preparados.html
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