domingo, 20 de mayo de 2018

La Naturaleza despreciada: las religiones del desierto
  

Existe  un cierto paradigma “civilizatorio” que lleva a la desnaturalización o frivolización de elementos naturales y culturales de carácter sagrado. Este carácter sagrado de cosas, plantas y animales es el resultado de desarrollos culturales que permiten su utilización sostenible ecológica, social e individualmente.
Desde cierta  perspectiva, la espiritualización de los  elementos de la naturaleza proporciona un instrumento eficaz individualmente y trasmisible intergeneracionalmente para su uso apropiado.
En muchos casos la pérdida u olvido de dicho carácter espiritual llevó a su vaciamiento de contenido. Abundan los ejemplos históricos sobre este fenómeno. La coca, elemento básico y sagrado en la cultura andina, fue frivolizada en “cocaína”; el tabaco, planta sagrada de las primeras naciones de América se transformó en uno de los mayores vicios de la historia; similares procesos se dieron lugar con otras sustancias de origen natural: el café, que de eje natural de las culturas etíopes y yemenitas pasó a transformarse en una adicción prácticamente universal; la yerba mate planta utilizada con fines ceremoniales por los guaraní en forma medida se volvió hoy una bebida de amplio uso para muchas ocasiones en las sociedades criollas de los países del Cono Sur de Sudamérica. Otros elementos naturales de amplia frivolización incluyen las “colas”. Las “colas” se elaboran (elaboraban) a partir de la nuez de kola. La nuez de kola es el fruto de un árbol de la familia Sterculiaceae, el Kola vera. El fruto del Kola vera es de color rosado-rojizo, del tamaño de una pelota de golf y la consistencia de una manzana verde. Crece en los bosques de Africa Occidental y Guineana. Está incorporado a la cultura tradicional de dichos países desde tiempos antiguos. Se muerde un trozo que se mastica por un rato hasta que se traga. Se le utiliza como supresor del hambre y del sueño y estimulante.  Es más un hábito que un alimento, similar a tomar café o fumar.  Debido a su intenso sabor amargo es necesario acostumbrarse de niño. Para los adultos que nunca la consumieron se hace difícil comenzar el hábito. Al igual que otros productos naturales originados en sociedades tradicionales, la cultura de la kola está profundamente impregnada de elementos espirituales. La kola se usa, no solamente para disimular el cansancio o el sueño, sino también como un elemento central en los rituales y sistemas espirituales de los pueblos de las costas de Guinea.
En tiempos recientes, y como consecuencia de la expansión del capitalismo salvaje en Estados Unidos a comienzos del siglo diecinueve, la nuez de kola se comenzó a usar para fabricar refrescos. En algunos casos en bebidas que incluían una “mezcla” de jarabes de Kola y de Coca (hoja sagrada de las primeras naciones andinas). El éxito de estas bebidas “Kola- coca” que incluye entre otras a la Coca Cola llevó a que la industria conociera un “auge explosivo”. Los proveedores de la materia prima principal(la Kola) estaban en Africa Occidental y durante muchos años la industria estadounidense de los refrescos dependió de dichos paìses. Los principales exportadores eran Ghana, Costa de Marfil, Sierra Leone, etc. El principal mercado importador eran los Estados Unidos. En los últimos años la producción decayó pues se lograron desarrollar fórmulas químicas artificiales sustitutivas del fruto real. En la década de 1990, el mercado mundial de las colas asciende a más de 3,000 millones de dólares mensuales54 .
A pesar de que habitualmente no se trata el tema, el caso de las colas constituye uno de los ejemplos más claros y “globalizados” de “desnaturalizaciön” de un producto natural. El producto natural fue transformado para crear un producto artificial que generara adicción. Al principio la combinación kola- coca era una receta infalible para crear adictos. Más tarde fue necesario eliminar la coca debido al uso inadecuado que se hizo de la coca en las sociedades centrales. El refresco remanente fue modificado para mantener su carácter adictivo, incluyendo kola y otras substancias que daban los efectos buscados. El carácter secreto de las fórmulas y las sumas millonarias que se han manejado a todos los niveles permitió evadir los controles bromatológicos que afectan a otras sustancias en muchos países. No cabe duda que el consumo de las colas es uno de los vicios más generalizados de la sociedad moderna. Sin embargo en ningún lugar se la trata como tal. En América, la kola se introdujo como una desnaturalización importada. Tal vez corresponda reintegrarla a los elementos culturales africanos que se implantaron en el continente para que vuelve a tener sentido como elemento de las nuevas culturas del siglo veintiuno. 
Se dice que la moda, ciertos sectores sociales, el mundo de las finanzas, en fin, en todos los lugares en donde hay dinero en exceso hay mucha frivolidad. En realidad, se llega a las actitudes frívolas de muy diversas maneras, más allá de aquellas habitualmente etiquetadas como “frívolas”.
Podríamos decir que frivolidad es lo contrario de la espiritualidad. La falta de espiritualidad conduce más tarde o más temprano a actitudes y comportamientos frívolos.
Además de las plantas, todos los actos esenciales de la vida, como son la alimentación, el sexo, el vestirse, tienen potencial para ser frivolizados o desnaturalizados. Ya no nos vestimos para protegernos del frío, sino para mostrar cuan pudientes somos, cuan jóvenes o hasta que punto nos conformamos con los estándares preestablecidos de prestigio.
El baño de calor (sauna de los finlandeses o temascal de los pueblos mexicanos) fue originalmente una ceremonia sagrada de comunión con la madre tierra y con los otros miembros del grupo. Aparte de su uso actual por motivos de salud, en muchas situaciones se le utiliza como entretenimiento o como una forma de prestigio.
Las mbaracá de los guaraní y otros grupos indígenas americanos fueron originalmente (y aún son) formas de registrar visiones  espirituales y se utilizan con un profundo sentido espiritual. Las “maracas” de las orquestas de salsa aparecen como una gruesa frivolización de las mbaracá ceremoniales.

La frivolización de la palabra
La palabra también puede ser frivolizada. A veces uno dice “el mayor de los gustos en conocerlo” simplemente para cumplir con un formulismo social que en su caso extremo es un acto mecánico, sin contenido, frío, en fin, frivolizado. Debe haber pocas cosas más frivolizadas que los estereotipos y eslóganes de ciertos discursos políticos. Esta frivolización de la palabra puede ser muy dañina en los niños. Los niños tienen  mentes literales que los llevan a tomar las palabras por su valor literal. Sin embargo, los adultos han tendido a frivolizar la palabra dificultando la comprensión infantil y por ende su educación y formación. A ello se agregan otros tipos de falsificaciones o representaciones erróneas como la ironía y los eufemismos. La ironía es una forma de “hablar a contrapelo” a propósito con el fin de hacer notar ciertos aspectos que se consideran criticables de los individuos y de las sociedades. Los niños pequeños no admiten la ironía de la que los adultos hacen gala permanentemente. Los eufemismos son formas no irónicas de llamar una cosa por otro nombre, debido a que por una razón u otra, no se desea utilizar el nombre verdadero.

Luchando contra la civilización
La lucha contra las frivolizaciones y desnaturalizaciones es ardua. Estas asumen demasiadas formas y maneras. Se introduce en la cultura alimenticia, en la literatura, en la música, en la religión, en los comportamientos sociales, e incluso a nivel de las relaciones familiares y personales.
Debido a su número y a sus características que las hacen difícil de identificar es difícil de darles la batalla una por una. Más bien hay que buscar el desarrollo de criterios que permitan identificarlas para eliminarlas o atenuar sus efectos cuando existan o para prevenir su adopción por individuos y sociedades cuando exista peligro de expansión.
Acerca de los pueblos llamados “primitivos”
Los conceptos de primitivismo y atraso son parte de una noción lineal del desarrollo histórico de las sociedades. De acuerdo a esa visión, claramente dominante en el marco conceptual de la sociedad industrial, las sociedades evolucionan de lo inferior a lo superior, de los simple a lo complejo, de lo menos avanzado a lo más desarrollado. Ello se aplicaría a todos los niveles, en el campo de la tecnología y la producción, en el campo de la organización social y politica, en el campo de la religión y en otros campos. Dicho enfoque es el resultado de la aplicación de un marco ideológico específico: el paradigma industrial y sus derivados filosóficos (i.e. el positivismo).
En el paradigma industrial, “progreso”, “adelanto”, “desarrollo” o “civilización”  son equiparados con la intensidad de la intervención social en la naturaleza independientemente de la “calidad” de dicha intervención. No importa que sea una intervención destructiva, que elimina ecosistemas y especies, que contamina las aguas o destruye los sistemas productivos sostenibles pre-existentes. Lo que importa es la “intensidad” y la “durabilidad” de la intervención.
En este absurdo enfoque, un pueblo “civilizado” es el que elimina más eficientemente los componentes naturales del ecosistema sustituyéndolos por elementos artificiales En ese sistema ideológico particular, se definen las sociedades “primitivas” o “atrasadas” como aquellas que menos intervienen o modifican en menor grado los ecosistemas naturales. Las sociedades “avanzadas” por el contrario, producen modificaciones mucho más profundas producto de su mayor tecnología y eficacia.
En ese sentido, un grupo que construye sus viviendas con componentes naturales poco modificados, por ejemplo, ramas, cueros o barro, es más primitivo o atrasado que otro que las construye de piedra o cemento. Del mismo modeo, los sistemas de producción agrícola que destruyen los ecosistemas naturales pre-existentes y establecen cultivos mono-específicos de variedades uniformes son considerados avanzados y los sistemas agrícolas de alta diversidad productiva que preservan el medio natural son definidos como “atrasados”.

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