jueves, 12 de abril de 2018

Fragmento de la novela "De todas partes vienen"
El país de las moñas azules
¡Ponéte la túnica que ya son las 7 y tengo que ir a trabajar!   dijo lo madre a Ruben mientras terminaba de calentar la leche de la mañana. Sin muchas ganas Ruben obedeció a su madre.
Una vez que su madre le ajustara la moña azul, finalmente Ruben salió para la cercana escuela sin ningún apuro.
Ramona De Luzía vivía sola en un pequeño apartamento del Barrio Palermo de Montevideo con su hijo desde que el padre había partido con destino incierto. Su niño conservó el apellido de su madre.
Por referencias familiares, Ramona sabía que un antepasado suyo, algo así como un tatara-tatarabuelo, que había nacido como esclavo, había sido un héroe en épocas pasadas. Había pasado mucho tiempo pero varias generaciones atrás era él quien había llegado con su familia a ese mismo barrio 
Ramona trabajaba como enfermera en una clínica de la Unión y no estaría en casa para recibir a su hijo cunndo volvíera del colegio. Durante cuatro horas el niño habría de permanecer en la casa de una vecina que lo cuidaba hasta su llegada a cambio de unos pocos pesos. 
A la  misma hora, cerca del pueblo de Paso de la Cruz en el Departamento de Río Negro, salía Sebastiana de su casa en el Palmar Grande en una  yegua rosilla que le quedaba reservada para ir a la escuela en tiempos de clase. 
Sebastiana era la más pequeña de cuatro hijos de la familia Perdomo y la única que quedaba en la escuela luego que sus dos hermanos mayores comenzaran a trabajar en una forestal cercana. La otra hermana estaba estudiando en el liceo de Young, quedándose en la casa de unos primos. 
Sebastiana montaba a caballo. Ella no lo sabía pero su tatarabuela Rosalía Cambeiro, a quien apodaban “la gallega”, era quien había decidido instalarse en los alrededores de Algorta hacía mucho tiempo. Su  abuela, que también se llamaba Rosalía, le había enseñado a montar. Se bajó del caballo, lo ató a un poste que oficiaba de palenque, se acomodó la túnica, rehizo el nudo de la moña azul y se dispuso a comenzar el nuevo año escolar. . 
En una escuela del Barrio Artigas entre las calles Instrucciones del Año XIII y Andresito, en la ciudad de Salto, comenzaba nuevamente el año escolar. Túnicas y moñas azules se arremolinaban a la entrada del colegio. 
Gonzalo Ciprieste y su hemana menor, Lurdes, llegaban corriendo, justo a tiempo en el momento que sonaba la campana indicando la entrada a clase. 
Gonzalo y Lurdes eran hijos de Martina y Julián,  un matrimonio del interior del departamento que hacía un par de años que se había mudado a la capital departamental. Tanto Martína como Julián sabían que provenían de una estirpe india y estaban orgullosos de ello. 
Si hubieran conocido sus antepasaados habrían sabido que pertenecían al linaje guaraní de los Arapí, que poblaban el país desde hacía mas de dos siglos, cuando en el campo oriental no habían llegado los europeos.
Anteriormente Julián trabajaba en una plantación de naranjas cerca de Villa Constitución. En la ciudad estaba aprovechando su habilidad defendiéndose tanto en carpintería como en herrería y ya había logrado algunas changas más o menos permanentes. Su esposa, Martina, preparaba comidas para afuera y comenzaba a establecer una pequeña clientela..
Doña Olga se levantó temprano para prepararle el desayuno a sus dos nietos, Tatiana y Vladimir. Su hija, Natalia, madre de los niños había fallecido víctima de una enfermedad prolongada que terminó con su vida cuando Tatiana apenas tenía tres años. A los pocos años de su muerte el marido de Natalia,, Luciano Favre, se había casado nuevamente y formado otra familia. Los niños quedaron con su abuela en la casa de ésta en la calle Turquía  en la Vílla del Cerro, 
(continúa)
De la novela "De tidas oartes vienen", D.Antón, Piriguazú Ediciones.



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