Uruguay
2016: Pensando el país
DaniloAntón
La crisis que está
viviendo el Uruguay, que se expresa en la segregación social, en el
estancamiento productivo, en la ineficiencia del sistema educativo,
en el aumento de la inseguridad, sobre todo en los barrios
marginales, en el desarrollo de modalidades políticas clientelístas,
nepotistas y gerontocráticas, es sobre todo ética y existencial.
Si bien tiene componentes
económicos, que son los que se han manifestado en los últimos
tiempos, su raíz es mucho más profunda.
La rotación de partidos
políticos permitió algunos avances que deben destacarse, sobre todo
en materia de derechos humanos, de revisión del pasado reciente y de
otras formas de liberalización permitieron cierto progreso social.
Pero desde el punto de
vista existencial los uruguayos todavía mantenemos un escepticismo
incambiado acerca de nosotros mismos y una visión minimalista acerca de nuestra significación histórica y geográfica.
Se trata de un pueblo cuyo futuro se presenta como indefinido y difuso. Un país con la economía devastada, con poca gente, con la población envejecida, la juventud desilusionada, una nación llena de incertidumbres acerca del futuro. Una sociedad que se considera pequeña, insignificante.
Se trata de un pueblo cuyo futuro se presenta como indefinido y difuso. Un país con la economía devastada, con poca gente, con la población envejecida, la juventud desilusionada, una nación llena de incertidumbres acerca del futuro. Una sociedad que se considera pequeña, insignificante.
Y no es así.
Las causas de esta
situación fueron múltiples.
El Uruguay surgió como
resultado de una invasión violenta a los territorios de varias
naciones nativas que los poblaban desde hacía mucho tiempo. Gran
parte de dichos pueblos fueron exterminados, otros esclavizados o
expulsados de sus tierras. Sus descendientes mestizos fueron
discriminados, despreciados, borrados de la historia.
La economía natural y
diversa que incluía la pesca, los cultivos, la recolección y la
caza ponderada, fue sustituida por la explotación indiscriminada del
ganado cimarrón. Las autoridades coloniales y luego las criollas,
distribuyeron la tierra ajena en forma burocrática y arbitraria a
propietarios ausentes y colonos, echaron a los pobladores nativos y
criollos pobres, y dieron lugar a una estructura de tenencia de la
tierra irracional, ineficiente e injusta
Al ser exterminada la
población nativa, se esfumó la memoria, se desvanecieron los
conocimientos acerca de la naturaleza, se perdieron los mitos, los
antepasados famosos, los episodios y anécdotas de la tierra,
aquellos que justifican la existencia de las naciones.
Se desarrolló un país
que renegó, y luego olvidó, sus antiguos conocimientos, gestas y
epopeyas. A tal punto que incluso los propios descendientes mestizos
negaron y aún muchos niegan su origen nativo.
A ello se agregó, a
fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, la importación forzada de esclavos africanos. Estos inmigrantes contra su voluntad
fueron desterrados de sus países y culturas, obligados a vivir en
una tierra que no conocían, a trabajar sin otras opciones en los
trabajos que se les asignaran, generalmente los más extenuantes.
.La propia independencia
de la República Oriental del Uruguay vino como dictado extranjero.
Los orientales lucharon para formar parte de la gran nación de las
Provincias del Sur, e incluso el máximo líder, José Artigas,
propulsó una confederación de todos los pueblos de la región, de
la cual el país fue excluido sistemáticamente.
Con el tiempo, debido al
enfoque colonial y extranjerizante, y a diversas situaciones
históricas en otras partes del mundo, la población de la Banda
Oriental se fue modificando.
Durante los diferentes
períodos históricos, generalmente huyendo de la miseria y de las
guerras, fueron llegando al territorio oriental miles de inmigrantes
de Europa y del Cercano Oriente. Ellos trajeron una mezcla de sus
propias maneras de ser, valores y leyendas, aportaron sus rebeldías
y nostalgias, que de alguna manera terminaron impregnando las formas
de pensar y actuar, utilizando algunos elementos autóctonos y otros
incorporados con posterioridad.
Muchos colonos europeos
trajeron su cultura agrícola que se instaló en algunas zonas del
país, Canelones, Colonia y Litoral Sur del río Uruguay permitiendo
el desarrollo de un país agropecuario al oeste de la república.
A pesar de estas
limitantes originales, y utilizando los nuevos aportes, los criollos
mestizos, africanos, mulatos, zambos, y los inmigrantes europeos y
árabes acriollados, fueron dando forma a una cultura original que
integró los diversos saberes y principios para generar nuevas
identidades adaptadas con mayor o menor éxito a la naturaleza de la
tierra.
La élite política
desarraigada del trabajo agrícola y de la historia multiétnica,
hizo lo posible para impedir dicho desarrollo. Las culturas criollas,
gauchas y afro-uruguayas fueron discriminadas, desprestigiadas,
confinadas a posiciones marginales. Los agricultores de origen
europeo lograron hundir sus raíces y a través del trabajo agrícola
se integraron en la sociedad criolla sintética emergente. Durante
algunas décadas se logró establecer una base agrícola
relativamente eficaz, acompañada de una tecnificación parcial de
las actividades ganaderas.
Las élites políticas
también actuaron con indiferencia o con comportamientos
expropiatorios o burocráticos con relación a la cultura y
producción rural.
A la fuerza se impusieron
actitudes despreciativas del trabajo del campo.
Se creó un país
hiper-urbanizado y patológicamente centralizado, se promovió el
vaciamiento de la campaña, llegando a la situación absurda actual
en donde una numerosa población urbana pretende nutrirse de los
productos y alimentos proporcionados por un campo agobiado y
desierto.
La élite política no
parece comprender que la sociedad uruguaya contemporánea depende de
la producción agropecuaria para mantener una voluminosa población
improductiva que vive en las ciudades, alimentar un estado
burocrático patológicamente abultado, pagar las crecientes deudas
públicas al exterior y a los bancos y proporcionar ganancias al
sistema financiero.
El mercado interno es
pequeño y continúa disminuyendo cada día. Se limitan las
posibilidades de sobrevivencia de la industria nacional. En el país
de la lana cierran las últimas fábricas textiles. En Uruguay ya no
se produce vidrio, ni jabón, ni cerámica, ni fósforos, ni duraznos
en almíbar. Se importan ajos y cebollas de China o de España. Al
mismo tiempo disminuyen los productores agropecuarios. Aumenta el
desempleo en todas partes. Los jóvenes emigran sustrayendo la mano
de obra que sería necesaria para mantener a la creciente población
envejecida.
A través de la creación
de zonas de libre mercado y aperturas comerciales, que se plantearon
como panaceas, se fueron asfixiando amplios sectores productivos,
fundamentalmente industriales, de la economía nacional. El Estado se
ató cada vez más a un sistema financiero global que obtiene sus
beneficios a través de un continuo sangrado de la producción y
trabajo de las sociedades dependientes.
El Uruguay está sometido
a los vaivenes de los precios internacionales de sus productos cuyos
niveles están totalmente fuera del control de los productores y del
gobierno
Baja el precio de los
cereales, del arroz, de la carne, de la lana, y cada vez resulta más
complejo comprar el petróleo y las maquinarias necesarias para la
producción industrial competitiva, y para pagar las regalías por la
utilización de la tecnología y de las marcas.
Al mismo tiempo el país
se ha endeudado. Hoy debe cerca de 30,000 millones de dólares que
continúan creciendo día a día. Son 10,000 dólares por habitante.
Tan sólo el pago de los
intereses representa una porción muy elevada de los recursos
financieros nacionales. Se procura atrasar los pagos pero la carga
financiera amenaza el futuro de esta generación y de la próxima.
Aprovechando este momento
de vulnerabilidad, y desde el propio gobierno, se promueven
operaciones de extranjerización (llamadas “privatizaciones”) de
los bienes y empresas nacionales. De a poco se busca ir entregando el
control de los componentes productivos y financieros del sistema
económico al capital transnacional.
Las ganancias que
aquellos proporcionaban a la sociedad uruguaya, pasan a ser drenadas
al exterior con el rótulo de “beneficios” o “transferencias”
que las sucursales locales vuelcan hacia sus sedes empresariales
fuera del país.
El empobrecimiento
continúa. Las políticas de los grupos dominantes no hacen más que
acentuar este proceso.
Es claro que esta
situación no es sostenible. Sólo puede terminar en la muerte por
inanición de la economía, en la desilusión colectiva irreversible,
en definitiva, en la extinción de la nación.
Mientras este proceso
continúa acelerándose sin salida a la vista, se mantiene una
ilusión ideológica representada por una historia nacional
fraudulenta que escamotea los verdaderos componentes de la antigua
cultura criolla.
El más grande de los
gauchos, José Artigas, creador de uno de los proyectos políticos
multiétnicos más visionarios de la historia americana, fue
“desgauchado”, transformado en una imagen de bronce, más
parecida a la de un emperador romano, que a la de su verdadera
naturaleza de rebelde libertario, que se atrevió a desafiar a los
imperios y se rodeó de charrúas y minuanes, indios tapes, africanos
cimarrones y criollos insurrectos.
El verdadero Artigas, su
enfoque multicultural, su ideología federalista, la visión
profundamente democrática, fueron escondidos.
La contradicción es
clara. Un país unitario y centralista que pretende reverenciar,
hipócritamente, al más grande de los federalistas. Una sociedad
culturalmente racista y discriminadora que ha adoptado como su máximo
adalid al viejo caudillo de las tolderías gauchas.
Al mismo tiempo que se
continúan pronunciando discursos elogiosos a José Artigas, la
clase dominante continúa quitándole el poder a las comunidades
locales. Las autoridades departamentales tienen una jurisdicción
muy limitada y están sometidas en gran medida a las decisiones del
gobierno nacional que controla la mayor parte de los recursos
financieros, los recursos naturales y sociales de los territorios
departamentales.
Hubo intentos
descentralizadores que encontraron una férrea oposición de la clase
política. El primer gobierno departamental de Tabaré Vázquez de
1990 en Montevideo procuró crear Juntas Locales electivas a nivel
barrial pero fueron derogadas en el parlamento, con mayoría
oficialista de los Partidos Nacional y Colorado. En 1995 se aprobó
una nueva constitución, fundamentalmente para incluir el balotaje e
impedir el triunfo del Frente Amplio, cosa que se postergó por 10
años más. Afortunadamente, en ese momento a través de la
insistencia de ciertos líderes políticos, en particular el
Intendente de Rocha, Irineu Riet Correa se incluyeron elementos de
descentralización política autorizando la creación de un tercer
nivel de gobierno y separando en el tiempo las elecciónes nacionales
de las departamentales. El propio intendente Riet Correa procuró
descentralizar en forma real el departamento de Rocha, asignando a
las diferentes juntas locales departamentales la administración de
sus propios recursos, generando una oposición generalizada de los
partidos políticos nacionales así como de los sectores
departamentales de estos mismos partidos, así como del sindicatos
municipal local. El intento fracasó a pesar de los esfuerzos por
avanzar en la descentralización local en Rocha y en otras partes.
Sin embargo, algunos años
después, ante la indiferencia de la mayoría de los actores
políticos de los tres partidos, en forma agónica, al fin de período
de gobierno, el Dr. Tabaré Vázquez impulsó una nueva ley que
creaba 91 gobiernos locales municipales autónomos y electivo en
todas las poblaciones con determinada significación demográfica.
Finalmente a través de otra ley se constituyeron municipios en 112
núcleos urbanos de todo el país.
Este nuevo nivel si bien
implica un gran avance formal y psicológico para las poblaciones
locales, que pueden por fin, elegir sus propias autoridades, no tiene
recursos propios dependiendo en lo económico de la buena voluntad de
las juntas departamentales y de los intendentes.
A pesar de este progreso,
los departamentos han perdido gran parte de su autonomía efectiva.
Las principales decisiones sobre temas importantes, incluso sobre
temas departamentales, se toman en Montevideo. Para las Intendencias
Departamentales quedan meramente algunos temas territoriales y la
gestión urbana.
Las autoridades
municipales (del tercer nivel de gobierno) no tienen aún bien
definidas ni sus competencias ni sus jurisdicciones.
El gobierno controla
todos los aspectos financieros (incluso, en gran medida de las
propias finanzas departamentales). También gestióna todos los
aspectos de la educación, de la salud, de la previsión social, de
los servicios de agua y energía, minería, ríos y arroyos, puertos
y la construcción y mantenimiento de las principales rutas, y por
supuesto, la mayor parte de la recaudación.
Como consecuencia de esta
situación, la población uruguaya ha crecido dependiente de un
sistema centralizado y ha perdido confianza en sus propias
capacidades.
La gente ha olvidado que
los principales factores productivos son locales y no dependen del
“mercado global”, ni del dictado de ninguna autoridad financiera
o burocrática.
Nos están vendiendo un
proyecto de futuro global dirigido a transferir el control del mundo
a unos pocos multibillonarios y empresas transnacionales, sin patria
ni bandera, haciendo cada vez más dependientes a los pueblos.
El curso actual de la
economía mundial nos está llevando a la destrucción del planeta y
de la vida, en nombre del crecimiento económico y el “mercado”.
Sabemos que este camino
no nos conduce a ninguna parte.
Existen otras opciones
más allá del mundo financiero irreal y alienado con el que
pretenden controlarnos ciegamente.
La buena tierra, el sol y
la lluvia, la capacidad de trabajo de la gente todavía existen y son
suficientes para proporcionar alimentos, energía y vestimentas a la
población sin necesidad del visto bueno de nadie.
La diversificación
productiva optimizando la utilización de los recursos locales y
nacionales y la descentralización política y social permitirán
destrabar el enorme potencial que existe por todas partes, una vez
que las comunidades y los individuos se decidan a liberarlo.
Para ello basta mirar
hacia el pasado y nutrirse de las enseñanzas que José Artigas
impartió cuando propuso un país basado en la soberanía particular
de los pueblos, el modelo federal.
Es necesario crear
instrumentos para potenciar la capacidad productiva de la gente y que
asegure que la producción nacional pueda moverse libremente, sin el
parasitismo de los intermediarios inescrupulosos y especuladores.
Hay que crear nuevos instrumentos de cambio, redes de trueque,
unidades monetarias comunitarias y locales, liberar las enormes
fuerzas sociales reprimidas por el estrangulamiento burocrático y
financiero.
Se trata de repensar la
historia, la economía y la vida a la luz de la historia verdadera y
de las necesidades cambiantes de un mundo globalizado y agresivo.
Debemos confiar en la
capacidad de los pueblos y de los barrios para resolver sus propios
problemas, para crear sus propias riquezas y definir sus propios
destinos, recordando las palabras de Don José que hoy se aplican más
que nunca:
Nada debemos esperar
sino de nosotros mismos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario