1)
Historia geológica de los hidrocarburos y su utilización económica
y social
Durante
largos períodos de tiempo, millones de años transcurridos, mucho
antes de la aparición de la especie humana, en la superficie
terrestre había numerosas surgencias de hidrocarburos, gaseosos,
líquidos y viscosos. Emanaban fluidos hidrocarbonosos en las
fumarolas y volcanes de barro a los que se agregaban los escapes de
gases de las erupciones volcánicas y de las emisiones submarinas
hipertermales.
Esto
ocurrió desde el comienzo de la historia planetaria hace 4,000
millones de años. Gradualmente los hidrocarburos emitidos se
incorporaron a la atmósfera, a la hidrósfera y a las capas
superiores de la corteza. Se combinaron con el oxígeno y otros
elementos formando CO2,
agua, carbonatos y otros compuestos químicos ricos en carbono. Ese
proceso continuó durante las sucesivas eras geológicas hasta épocas
recientes e incluso continúa en la actualidad.
Cuando
se desarrollaron las primeras sociedades humanas organizadas hace
unos 10,000 años las comunidades que las componían se las
ingeniaron para utilizar estas surgencias con diversos fines
prácticos. Gases carbonosos y petróleos líquidos fueron usados
para quemar y producir calor; las breas y bitúmenes eran útiles
para cementar o impermeabilizar casas y embarcaciones. Al principio
el uso de hidrocarburos era local, solamente relacionado con la
presencia de afloramientos y las necesidades comunitarias. Luego se
extendió a las zonas urbanas de los primeros estados. Había
surgencias en diversos sitios del planeta: en la cuenca mesopotámica
de los ríos Tigris y Eufrates, en Egipto, en India, en China y en
otras regiones.
En los
siglos XVIII y XIX, cuando se construyeron y difundieron los primeros
motores, se procuraron obtener combustibles apropiados para permitir
su funcionamiento. Al principio se utilizaron la leña y el carbón
(vegetal y mineral) para hacer funcionar las máquinas a vapor, y más
adelante, a partir de 1886, cuando comenzaron a propagarse los
motores a explosión, se emplearon combustibles líquidos,
fundamentalmente petróleo y derivados. Estos combustibles se
impusieron pues su extracción, transporte y manipulación resultaba
más sencilla. Más tarde comenzaron a utilizarse los hidrocarburos
líquidos de mayor refinación, en particular gasolinas, naftas y
querosenos. Progresivamente estos combustibles tomaron preeminencia
frente a otras fuentes de energía minerales y orgánicas.
Concomitantemente, y aprovechando su versatilidad, el petróleo crudo
fue utilizado como materia prima para nuevos productos.
En la
segunda mitad del siglo XX este proceso se aceleró. Se produjo un
vigoroso crecimiento económico basado en la globalización del
comercio internacional y en la aplicación generalizada de los
derivados del petróleo para muchos propósitos. A partir del
petróleo crudo se manufacturaban solventes, aceites, ceras,
pinturas, neumáticos, plásticos, diversos tipos de envases,
shampús, muebles, telas, vestimentas, carrocerías de automóviles y
embarcaciones y una larga lista de productos análogos. Gradualmente
la mayor parte de las sociedades se tornaron dependientes de la
disponibilidad de hidrocarburos líquidos.
La
disponibilidad de recursos hidrocarbonosos depende de muchos
factores. Una condición básica es la existencia de yacimientos
geológicos apropiados de donde se puedan extraer petróleo y gas
natural. Sin embargo, no basta con poseer yacimientos importantes
conocidos y factibles de extracción, sino que además deben ser
refinados en complejas instalaciones industriales y distribuidos a
nivel regional o global. Se requiere que los petróleos y gases sean
transportados a los sitios de procesamiento o consumo que
frecuentemente se encuentran muy distantes requiriendo el tendido de
costosos y vulnerables oleoductos o gasoductos y la utilización de
costosos buques petroleros o metaneros para su traslado. El
procesamiento de los crudos implica disponer de refinerías
apropiadas que muchos países petroleros no poseen. A ello se agrega
el establecimiento y operación de las redes de distribución
necesarias para llevar el combustible a las estaciones de gasolina
locales. Estas redes están compuestas por oleoductos y gasoductos
locales, barcazas y buques petroleros y metaneros de cabotaje,
transportes ferroviarios y camiones-tanque.
2)
Costos y precios
El
precio del combustible al consumidor debería estar relacionado con
el costo operativo del circuito de búsqueda, extracción,
transporte, industrialización y comercialización de los
hidrocarburos y sus subproductos derivados, pero no es así. La
cotización de los hidrocarburos, en particular del petróleo, no
está determinada por los costos reales de su extracción y
procesamiento, sino que es muy superior. En los hechos los aumentos
de precios están sobre todo vinculados a factores políticos y a las
estrategias comerciales de las empresas y países petroleros.
Los
precios de los barriles de petróleo experimentaron su primer fuerte
suba a raíz de la constitución efectiva de la OPEP (Organización
de los Países Exportadores de Petróleo) y el embargo petrolero de
1973 (como consecuencia de la Guerra de Yon Kippur entre Israel y los
países árabes). Antes de 1973 el precio del barril era de U$S 3.00
y pasó a U$S 12.00 luego del embargo. Esta suba obligó a
implementar restricciones y políticas de conservación en los EEUU
que era el principal consumidor de crudo del mundo. Otro ascenso de
precios tuvo lugar cuando estalló la guerra entre Irán e Irak en
1980. En ese momento el precio del barril subió rápidamente hasta
un pico de 67 dólares para luego descender estabilizándose en U$S
20-25 (o sea el doble que antes de la guerra). Hubo un nuevo aumento
durante la Primera Guerra del Golfo (invasión de Kuwait por el
régimen iraquí y posterior invasión de los EEUU y aliados a Irak)
cuando llegó a U$S 30 el barril. En los años posteriores el precio
disminuyó a menos de U$S 20, sobre todo a raíz de los incrementos
de producción decididos por OPEP. Volvió a aumentar como
consecuencia de las guerras de Afganistán, y sobre todo, la Segunda
Guerra del Golfo, alcanzando U$S 60 en el año 2006. Nuevas guerras y
conflictos (revolución Libia, conflicto de EEUU con Irán, rebelión
en Siria) ocurridos en los últimos años (2009-2012), a los que se
agregó el crecimiento económico de China e India, continuaron
influyendo en el ascenso de los precios que en la actualidad (2012)
han sobrepasado largamente los U$S 100 dólares el barril. Como se
puede observar los aumentos de precio del barril de petróleo están
más vinculados a la situación político-económica internacional
que a su escasez.
Sin
embargo esta supuesta escasez es esgrimida como argumento para
explicar el encarecimiento de los hidrocarburos. En los hechos este
precio, que ya es alto por las circunstancias políticas antes
enumeradas, está además sobrevaluado debido a la creencia
generalizada de que las existencias de hidrocarburos están llegando
a su fin. Esta creencia se basa en un paradigma polémico, el origen
fósil de los hidrocarburos.
3)
La teoría biogénica
En
esta hipótesis genética (paradigma biogénico) el petróleo y el
gas natural se formarían a partir de la acumulación de organismos
(fósiles) en condiciones geoquímicas reductoras en las cuencas
sedimentarias continentales y de las plataformas oceánicas. Tanto es
así, que en el vocabulario común los hidrocarburos son denominados
“combustibles fósiles”.
Las
cuencas sedimentarias son discontinuas ocupando menos de la mitad de
las superficies continentales y plataformas. El espesor de las
secuencias sedimentarias que en ellas están contenidas es unos de
pocos kilómetros. Consecuentemente los volúmenes sedimentarios
existentes efectivos están limitados a una capa superficial muy
delgada (menos de 10 km) en un planeta que tiene un radio de 6,380
km. A su vez, sólo algunas cuencas contendrían depósitos de
hidrocarburos y éstos estarían exclusivamente en ciertos estratos.
Basada en estas afirmaciones la teoría biogénica sostiene que las
existencias de crudos y gas natural son limitadas y que su
agotamiento es inminente. Debido a esta creencia se piensa que los
combustibles “fósiles" deben ser catalogados como "recursos
no renovables”. Los volúmenes relativamente escasos, el carácter
no renovable de los depósitos y su función “imprescindible” a
nivel mundial, explicarían y justificarían en gran medida el
aumento constante de los precios.
4)
La teoría abiótica
La
teoría abiótica o abiogénica parte de un paradigma completamente
diferente. Los hidrocarburos son abundantes a nivel galáctico y
planetario pudiéndose deducir que en nuestro planeta también lo
son. Las observaciones astronómicas obtenidas a través del estudio
de las rayas de absorción luminosa en las nubes de polvo y gas de la
galaxia y en los cuerpos del sistema solar (planetas, satélites,
cometas, meteoritos) permitieron comprobar la abundancia de los
hidrocarburos. Obviamente, estos compuestos hidrocarbonosos no se
originaron a partir de organismos fósiles. La pregunta que se nos
aparece es: ¿Porqué habrían de serlo en La Tierra?
La
teoría abiogénica, que consideramos tiene en cuenta en forma mucho
más adecuada los datos de la realidad, sostiene que el
petróleo, el gas natural y las formaciones carbonosas asociadas son
de origen mineral y sus existencias son prácticamente inagotables en
el corto plazo.
5)
Los datos de la realidad
Los
conocimientos obtenidos a partir de las exploraciones espaciales
recientes, con imágenes y mediciones aportadas por las sondas
interplanetarias, incluyendo los datos del telescopio espacial Hubble
y de los nuevos telescopios de base terrestre, permiten mirar a
nuestro planeta y los procesos que en él ocurren con una óptica
diferente. La información obtenida hasta el presente muestra el
parentesco de los diversos cuerpos del Sistema Solar y la similitud
de los procesos que les dieron origen.
De
acuerdo a estos nuevos datos, tiende a confirmarse la teoría de la
formación en frío y por aglomeración de planetas, planetoides y
cometas. También se comprueba que el calentamiento de estos cuerpos
ocurrió, a posteriori
de su constitución inicial, por efecto de la contracción
gravitatoria y la radioactividad de ciertos elementos. En todos ellos
se ha constatado gran abundancia de carbono, generalmente bajo la
forma de hidrocarburos u óxidos de carbono.
De la
información disponible se deduce también que la estructura interna
de los astros antedichos fue originalmente heterogénea, y que, si
bien se pueden haber producido procesos de homogeneización, muchos
componentes de la heterogeneidad original debe estar aún presentes
en el interior de los cuerpos planetarios.
Uno de
los principales procesos del dinamismo interno de estos astros parece
ser la desgasificación. Ésta implica el ascenso gradual de ciertos
elementos o compuestos relativamente livianos, que asumen estado
gaseoso en rangos de presión y temperatura subsuperficiales y
superficiales. Las principales moléculas que forman parte de las
envolturas gaseosas de los planetas son de nitrógeno, de metano, de
dióxido de carbono y de agua. El nitrógeno es relativamente
abundante a nivel astronómico y por lo tanto al contraerse y
calentarse el interior se exuda hacia el exterior formando
«atmósferas nitrogenadas» en aquellos cuerpos en que la masa y
gravedad son suficientes para retenerlas. Debido a su carácter
químicamente estable no se combina mayormente en su ascenso o en su
estancia en la atmósfera.
El
carbono y sus compuestos hidrogenados, por el contrario, suelen tener
un comportamiento químico mucho más activo, particularmente en
presencia de algunos (tal vez todos) minerales oxigenados, como son
los óxidos metálicos y los sulfatos. Las fracturas producidas en el
interior de los astros planetarios por la compresión y
calentamiento desparejo y por las mareas astronómicas, solares y
planetarias, facilitan el ascenso.
Al
combinarse con el oxígeno, el metano o CH4
(que es la molécula más común en los interiores planetarios)
genera CO2,
CO y H2O,
dependiendo de la disponibilidad de oxígeno. Los fluidos carbonosos
así formados se inyectan en las masas sólidas generando presiones
laterales en las fracturas, ensanchándolas y lubricándolas. De esa
forma se posibilita el movimiento de los bloques rocosos, con
producción de sismos y eyecciones de gases.
Los
gases emitidos pueden permanecer en la superficie de los planetas más
masivos formando parte de la atmósfera (o combinados con las
formaciones superficiales sólidas) o escapar de la atracción
gravitacional dispersándose en el espacio interplanetario en los
cuerpos más pequeños. Normalmente, en la superficie sólida de los
planetas el agua se congela o transforma en vapor (rara vez
permanece en estado líquido, una excepción es precisamente La
Tierra), el dióxido de carbono se congela o queda en estado gaseoso,
mientras que el metano puede pasar a cualquiera de los tres estados
(gaseoso, líquido o sólido) dependiendo de la temperatura y la
presión reinante.
En los
planetas mayores del Sistema Solar, Júpiter, Saturno, Urano y
Neptuno, la atmósferas están formadas de hidrógeno, hidrocarburos
(principalmente metano), nitrógeno y otras sustancias en menor
cantidad. Los porcentajes de metano varían entre un mínimo de 0.1 %
en Júpiter y 5% en Urano. Venus mantiene una atmósfera de gran
densidad compuesta por dióxido de carbono (96.5 %) que puede
interpretarse como metano oxidado, nitrógeno (2.5%) y dióxido de
azufre (0.015%), con cantidades muy pequeñas de argón, monóxido de
carbono y helio. Marte, que tiene una masa bastante menor que La
Tierra y Venus, conserva una atmósfera de densidad relativamente
baja (la presión atmósférica es 150 veces menor que la terrestre).
Está compuesta sobre todo por dióxido de carbono (95.32%) que
también se puede interpretar como el producto de la oxidación del
metano. Hay además 0.13% de oxígeno, 0.07% de monóxido de carbono
y 0.03% de vapor de agua. Un caso particular se puede observar en
Titán, el mayor satélite de Saturno, que tiene una atmósfera de
gran densidad. La atmósfera de Titán está compuesta por 98.4 % de
nitrógeno y 1.6% de metano. En resumen, se comprueba que los gases
principales de los planetas mayores son el hidrógeno y el helio,
mientras que en los planetas menores y satélites mayores son el
nitrógeno, el dióxido de carbono y el metano.
La
atmósfera de La Tierra tiene una densidad menor a la de Venus y
mayor que la de Marte. Su composición es nitrogenada (78.08% de N),
con una importante proporción de oxígeno (20.95%). La presencia de
dióxido de carbono (0.0360%) es escasa y el metano aparece en
concentraciones muy pequeñas (aproximadamente 0.00017 %). Se
considera que la mayor parte del carbono atmosférico y oceánico
terrestre se ha inmobilizado bajo la forma de carbonatos. Esta
composición puede ser explicada lógicamente a través de las
teorías de la desgasificación planetaria, del origen mineral del
petróleo y gas y de la ocurrencia de procesos de oxidación en las
capas subsuperficiales de los cuerpos planetarios. Algunos autores
(Thomas Gold, 1999) atribuyen al metabolismo de poblaciones
hipertermobacterianas subterráneas la ocurrencia de dicho proceso.
6) Antecedentes
de la hipótesis abiótica
La
hipótesis abiótica, que sostiene el origen mineral de los
hidrocarburos, es muy antigua. A fines del siglo XIX, Dmitri
Mendeleev, padre de la química moderna, afirmaba que el petróleo y
el gas eran de origen mineral y provenían de las profundidades de la
tierra. En tiempos posteriores, varios geólogos rusos
(particularmente Nikolai Alexandrovitch Kudryavtsev en 1951) y
ucranianos (Emmanuil Chekaliuk en 1967) continuaron desarrollando la
hipótesis con datos experimentales orientando las búsquedas
petroleras en la Unión Soviética en ese sentido. Basada en esta
hipótesis la URSS se convirtió en el primer productor mundial de
hidrocarburos en la década de 1980. Recientemente, el astrofísico
austriaco Thomas Gold replanteó la teoría abiótica incluyendo
varios elementos innovativos desarrollando una verdadera revisión
paradigmática del tema expresada en su reciente libro “La biosfera
profunda y caliente”.
En
base a los autores rusos y ucranianos mencionados y a los trabajos de
Thomas Gold, se puede sostener que NO hay suficientes elementos
científicos como para seguir afirmando a rajatablas que el petróleo
y el gas son de origen fósil. Existen numerosos yacimientos de
petróleo contenidos en rocas ígneas y metamórficas inexplicables
con la teoría “fósil”. Los yacimientos petroleros no se agotan
de acuerdo a las previsiones. Extrañamente, parecería que los
reservorios se “recargan” desde las profundidades. La composición
química de los hidrocarburos es contradictoria con un origen
orgánico (p.ej. su elevado contenido en helio que no existe en los
restos biológicos). Hay muchos otros argumentos y datos en el mismo
sentido que desarrollaremos en artículos sucesivos.
7)
Conclusión
Todos
estos elementos tienden a mostrar que la teoría del origen “fósil”
es, por lo menos, insatisfactoria. De acuerdo a la visión de los
geólogos rusos y ucranianos antes mencionados y de Thomas Gold, el
petróleo y el gas resultan de la desgasificación geológica del
planeta que comenzó hace 3,000 millones de años y continúa en la
actualidad. Los volúmenes de petróleo y gas existentes
constituirían un porcentaje muy elevado de la masa del planeta, con
volúmenes muchísimo mayores a los estimados actualmente (tal vez
cientos o miles de veces mayores). En otras palabras, a todos los
efectos de nuestra arrogante civilización humana, las existencias de
petróleo y gas serían inagotables.
Esto quiere decir que el gas y el petróleo no se van a acabar (por lo menos en los próximos miles de años) y que las principales limitantes para las sociedades humanas podrían ser sus impactos ambientales en la atmósfera, pero no el agotamiento de las “reservas”. Estos impactos incluirían el aumento del dióxido de carbono (que podría dar lugar a un posible efecto invernadero, cosa que aún no está probada) y la disminución del porcentaje de oxígeno contenido en el aire (hecho mucho más grave aunque sus efectos no parecen inminentes).
Otra consecuencia de la teoría es que pueden existir acumulaciones o emanaciones petroleras y gasíferas en TODA la superficie del planeta. Por supuesto que hay zonas donde la presencia de fracturas y trampas estructurales permiten o permitieron la acumulación de grandes volúmenes de hidrocarburos y allí se encuentran los yacimientos más grandes y accesibles. Sin embargo, es dable esperar la surgencia de hidrocarburos en TODAS las zonas fracturadas de la corteza, especialmente en la periferia de las regiones montañosas, en las zonas de fallas, en los bordes continentales, y por supuesto en todas las cuencas sedimentarias que permitieron el entrampamiento de los hidrocarburos ascendentes (por ejemplo, en las cuencas del Golfo en el Medio Oriente).
8)
Consecuencias prácticas de la adopción de la hipótesis abiótica
Las
consecuencias de esta revisión paradigmática son inmensas. En
primer lugar, las reservas efectivas de hidrocarburos se
multiplicarían por un factor de 100, 1000 o aún mayor. Su
explotación estaría sobre todo limitada por las posibilidades
tecnológicas y económicas de su extracción. Puede haber petróleo
o gas en los escudos graníticos, en los fondos basálticos de los
océanos, en las zonas volcánicas y en áreas sedimentarias hasta
ahora consideradas estériles. Los métodos de búsqueda y las
tecnologías requeridas para la explotación deberán ser revisadas
cuidadosamente. El cambio del enfoque y el desarrollo de nuevas
tecnologías pueden dar lugar a un aumento importante de la
producción de hidrocarburos en muchos países y lugares, y
consecuentemente a una reducción de los precios. Esta posibilidad
generará resistencia de las grandes corporaciones y países
petroleros. Durante mucho tiempo han sido subsidiados por el resto
del mundo. Este "privilegio"
llegaría a su fin en el momento que se internalice social y
económicamente el paradigma abiótico.
9)
Las preocupaciones ambientales continúan
De
todas maneras las preocupaciones ambientales que existen por el
elevado consumo de hidrocarburos continuarán e incluso podrán
incrementarse. Deberá estudiarse rigurosamente el impacto del
incremento del CO2
atmosférico, cuyas consecuencias sobre la biósfera y temperatura
global no están demostradas. Deberá tenerse en cuenta el efecto que
la extracción continuada de fluidos puede tener en la estabilidad de
la corteza terrestre, en particular la vulnerabilidad sísmica de las
diferentes regiones del planeta. En fin, toda una nueva línea de
pensamiento e investigación deberá gestarse. Este ensayo tiene como
fin alertar acerca de las posibilidades, pero también de los
desafíos y riesgos de la adopción de este nuevo enfoque acerca de
los efectos reales y potenciales de la acción antrópica sobre la
superficie del planeta, y los contraefectos que estos cambios pueden
tener sobre las propias sociedades humanas.
Danilo
Antón, marzo 3, 2012
dantonster@gmail.com
59829004439
o 59899344471
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