El conflicto que enfrenta los gobiernos de Uruguay y Argentina parece ilógico e irracional a mucha gente. No obstante, para quien conoce la historia de la formación de estos países no debe llamar la atención. En realidad se ve como un episodio más de una vieja historia de rivalidades y confrontaciones que tiene profundas raíces económicas y políticas.
El Uruguay es el producto de una segregación política en una frustrada confederación de provincias virreinales españolas. Paraguay se había separado tempranamente. Tenía buenas razones históricas (Asunción fue la vieja capital desplazada por Buenos Aires), culturales, e incluso lingüísticas.
El caso de la Provincia Oriental fue diferente. Su independencia tuvo relación con la disputa entre las Provincias Unidas y el Imperio de Brasil por estas praderas fértiles, la inconveniencia económica que significaba el puerto de Montevideo para los intereses portuarios de Buenos Aires, y la sustentabilidad política (eso no era obvio pero se comprobaría después) de este pequeño país, del Estado Oriental, que al fin se constituyó como República formalmente en 1830.
Pasados 176 años, la República Oriental del Uruguay ha sobrevivido invasiones, golpes de estado, revoluciones armadas, dictaduras y guerras civiles (a menudo con apoyo extranjero).
Las antiguas provincias del Sur se unieron bajo la éjida y control portuario de Buenos Aires para formar la República Argentina, aunque mantuvieron una porción de poder variable en diferentes momentos de su historia.
Y así llegamos al 2006. Los argentinos y sus provincias por un lado, y los Orientales- Uruguayos, por el otro.
Las relaciones del Uruguay con la Argentina se han dado a dos niveles.
A un cierto nivel, con el gobierno central asentado en Buenos Aires, con el cual, alternativamente, han sido cordiales o más bien ásperas.
En otro nivel, las relaciones con las Provincias, particularmente con las provincias cercanas, como Entre Ríos, Corrientes, Misiones y en menor grado, Santa Fe y Córdoba, últimamente un tanto descuidadas.
En épocas artiguistas todas estas provincias se unieron con la Provincia Oriental para formar la Liga Federal.
Los antecedentes muestran que Artigas fue traicionado por sus propios lugartenientes, en particular, Francisco (Pancho) Ramírez, entrerriano de Arroyo de la China (hoy, Concepción del Uruguay). Pancho Ramírez dió vuelta sus tropas para combatir al veterano caudillo.
Artigas pidió ayuda a los correntinos y misioneros y volvió a la lucha.
Al fin fue derrotado.
Parece cierto que la traición no paga. Luego de un fugaz intento de establecer una República Entrerriana, apenas 8 meses después del destierro de Artigas, Ramírez fue derrotado por Estanislao López, Gobernador de Santa Fe y antiguo aliado. Dos meses después terminó su vida en una batalla con los cordobeses de Juan Bautista Bustos en la localidad de Río Seco.
Se cuenta que su cabeza le fue enviada como trofeo al General Estanislao López, quien la habría embalsamado y colocado en su escritorio.
A veces la historia se repite. Ya no como drama sino como comedia. A lo sumo, comedia dramática.
Con un argumento ambiental que ya suena hueco e hipócrita, en estos meses que corren, algunos entrerrianos (pocos) se han organizado para cortar el paso en el Río Uruguay con el efecto real de bloquear (otra vez) a la Banda Oriental. Consiguieron, al igual que Ramírez, el apoyo de las autoridades de la capital federal. Con ayuda de la Gendarmería, la Aduana y otras instituciones estatales han obstruido el paso de los turistas, de los viajeros y del comercio.
Hay indicios que procurarán impedir nuestros intercambios con Chile. Buscarán aislarnos de Paraguay. Como en 1864 y 1965 lo hicieron con Bernardo Berro (con el protagonismo del Imperio de Brasil)..
A esta non-santa alianza de fuerzas anti-orientales todavía les quedan unos recursos más en su embate agresivo. No sabemos cuáles serán, pero conociendo los antecedentes no debemos ser demasiado optimistas. La prepotencia se auto-alimenta.
La Banda Oriental, hoy Uruguay, ha reaccionado con mesura.
Sus dirigentes, sus intendentes, sus ministros, sus líderes políticos, sus mejores intelectuales, como Don Mario Benedetti y tantos otros, la población en general, al igual que en tiempos de Don José y de Juan Antonio, se han puesto firmes para defender la soberanía particular de los orientales. Con libertad no ofendo ni temo.
Esperamos, deseamos, que la agresión se termine pronto. Que cunda el buen sentido.
Pero también, por si acaso, debemos estar preparados para otras eventualidades. Que no sabemos cuales serán.
Tal vez una continuación o una ampliación del bloqueo. Tal vez alguna otra ofensiva que preferimos no imaginar.
Frente a ello el gobierno uruguayo tendrá que definir sus estrategias.
Algunas son obvias. Otras no lo son tanto.
En primer lugar, hay que comprender que el agresor no incluye toda la sociedad argentina. Hay muchas provincias que, como en tiempos de Artigas, pueden ser aliadas nuestras en tiempos de adversidades, como Corrientes y Misiones. Tal vez Santa Fe y Córdoba. La Salta del viejo general Güemes, el Chaco, Formosa.
Nosotros, verdaderamente, en la Federación Argentina NO somos extranjeros. Podemos hablar de igual a igual. De provincia a provincia.
También, como en cualquier otro conflicto, hay que aislar al agresor. Para empezar, consolidar nuestra estrecha relación con el primo-hermano gaúcho de Rio Grande (y, con mucho cuidado, con el gigantesco poder central allá en Brasilia).
Esta alianza con el mundo gaúcho implicará olvidar algunas disputas económicas (por ejemplo, el arroz). Hay que tener paciencia. Vamos a encarar un asunto a la vez.
Buena idea del Presidente Tabaré de reafirmar nuestra vieja hermandad con los chilenos, con los bolivianos, y sobretodo con nuestros queridísimos y sufridos hermanos de sangre paraguayos (que bastante sufrieron por defender la soberanía oriental en tiempos del Mariscal López).
Y además, en tanto que estado independiente, debemos conseguir otros aliados en cualquier lugar del mundo, ofreciendo comercio y amistad (no es necesario ofrecer nada más).
Rusia, China, Estados Unidos, México, la Unión Europea, son naciones o bloques poderosos que pueden darnos una mano llegado el momento.
Y también las organizaciones internacionales, las Naciones Unidas, la OEA, el Mercosur, Aladi, todos los foros donde se pueda presentar la causa del país agredido.
Esperemos que esto no sea más que una falsa alarma. Que se abran los puentes. Que quede todo en paz y tranquilidad. Que podamos ir y venir a Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Misiones sin que nadie nos lo impida ilegítimamente. Esperemos que así sea.
Pero si así no lo fuera. Los uruguayos, que en nuestras tripas seguimos siendo orientales, no vamos a ceder nuestros derechos soberanos gratuitamente.
A los argentinos les decimos que sepan elegir los enemigos. Existen causas justas y reales que esperan la unión de los pueblos latinoamericanos. Este es el momento.
Recuerden que la República Oriental del Uruguay es un país independiente porque supo pelear por la libertad hasta la muerte cuando así fue necesario.
Con una mezcla de orgullo y de pesar le decimos a Don José, que tal vez nos mira desde su espacio distinto, que en Uruguay, en la Banda Oriental, “sigue dando criollos, muy buenos criollos el tiempo”.
Danilo Anton, 2006, danton@chasque.net
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