Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994) fue durante la
primera parte de su vida académica un economista “ortodoxo”. Recién a los 59
años (en 1965), presentó un trabajo en donde proponía repensar la economía
analítica, y 6 años más tarde, en 1971, publicó su trascendente libro titulado:
“The Entropy Law and the Economic Process”5.
Básicamente la revisión económica propuesta por Georgescu,
se basa en el “rediseño” del diagrama de flujo del proceso económico utilizado
hasta entonces en los tratados de economía.
En éstos, los procesos económicos estaban habitualmente
representados por un flujo circular, que iba desde las industrias a los hogares
y viceversa, sin entradas ni salidas. De acuerdo a Georgescu, este diagrama
circular servía en cierta medida para analizar los intercambios, pero fallaba
miserablemente como instrumento para estudiar la producción y el consumo en
forma apropiada. En el diagrama ortodoxo se representaba la economía como un
circuito en que el mantenimiento y el reemplazo tenían lugar internamente, sin
dependencia del ambiente. Era, sostenía el autor rumano, como si estudiáramos
el aparato circulatorio de un animal, sin mencionar el aparato digestivo, en
este enfoque económico ortodoxo, el aparato circulatorio pasaba a ser, una
especie de máquina de perpetuo movimiento.
Sin embargo, en la vida real, los animales tienen sistemas
digestivos conectados al ambiente en ambos extremos. Continuamente toman
materia con baja entropía y la evacúan con alta entropía. Por definición, los
organismos no pueden reciclar sus propios residuos finales.
En la economía “industrialista” se tenía en cuenta tan sólo
el aparato circulatorio. Esto ocurría tanto en la economía marxista como en la
neoclásica.
La conclusión a que llegaba Georgescu, era que los textos
económicos revisados debían basarse en un diagrama diferente: el flujo de
materia y energía debía provenir de las fuentes ambientales, pasando a través
de las industrias y hogares, y evacuarse al ambiente por una boca de salida o
“environmental sink”. Por un lado entran las materias primas (básicamente,
recursos naturales) y por el otro salen los residuos degradados.
Decía Georgescu que, si bien era imaginable una economía
sin flujo circular (por ejemplo, una economía de campesinos autosuficientes en
donde no hubiera intercambio), no podía existir una economía que careciera de
este flujo entrópico.
Las ideas de Georgescu no podían ser aceptadas por la
oligarquía económica mundial, tenían demasiadas implicaciones para los
circuitos económicos que mantenían los estamentos de poder. El concepto de
flujo entrópico es mucho más que la mera modificación de un simple diagrama, en
realidad es como un caballo de Troya. Una vez que se le acepta entre las tapas
del libro, sus implicaciones atacan todos sus capítulos y conceptos6.
El flujo circular “mecanicista” es reversible y no
cualitativo. Se basa en los mecanismos de las ganancias y el auto-interés. Al
utilizar la mecánica como instrumento de análisis, los fenómenos económicos se
presentan como si fueran reversibles y desprovistos de “calidades”.
Por el contrario, el flujo entrópico es cualitativo e
irreversible.
De acuerdo a la visión entrópica, la economía es un sistema
abierto que extrae energía y materia utilizable del ambiente y lo retorna bajo
la forma de residuos inutilizables. Por su parte el sistema global, en lo
referente a la materia, puede ser considerado como un sistema cerrado, porque
intercambia cantidades insignificantes de materias con el espacio circundante.
Con relación a la energía, en cambio, el sistema es abierto, al recibir
radiaciones solares y emitir ondas térmicas (McMahon y Mrozek, 1997)7.
El flujo entrópico
La entropía es la medida de la diferencia cualitativa entre
recursos útiles y residuos inútiles. El cambio entrópico que se produce al
pasar de los primeros a los segundos es cualitativo e irreversible.
Por esa razón, los modelos mecanicistas no son adecuados
para analizar los flujos económicos, que, como todos los demás procesos
naturales, están sujetos a la segunda ley de la termodinámica.
Agregaba Georgescu que el flujo entrópico, necesario para
mantener el proceso económico, induce necesariamente cambios cualitativos en el
mismo ambiente del que depende, porque lo que a él se devuelve es
cualitativamente distinto de lo que de él se extrae. A medida que el ambiente
cambia, la economía debe adaptarse. En ese sentido puede considerarse como un
proceso de “coevolución”.
El modelo aritmético (aritmomórfico) no sirve, pues no
puede lidiar con conceptos dialécticos que incluyen penumbras que evolucionan.
Para poder englobar estos conceptos cambiantes se requiere utilizar enfoques
dialécticos.
De acuerdo a la visión circular de la economía, la
producción consistiría en “ordenar” bloques indestructibles con el fin de
obtener ganancias, mientras el efecto del consumo sería “desordenar” dichos
bloques, destruyendo su capacidad para brindar utilidad. En ese esquema de la
economía, la producción tomaría los bloques desordenados nuevamente y los
reordenaría. De esa forma, el ciclo podría continuar indefinidamente.
Esto no es contradictorio con la primera ley de la
termodinámica (de la conservación de la materia y energía), pero sí lo es con
la segunda ley: la ley de la entropía.
En el “tratado económico” mecanicista los recursos
naturales y el ambiente son un “anexo”. En el libro revisado a la luz del flujo
entrópico, ellos constituyen la esencia del análisis.
Otra diferencia entre ambos tipos de enfoques es la que se
relaciona con el crecimiento ilimitado. De acuerdo al libro ortodoxo, el
crecimiento puede continuar indefinidamente, pues el valor de cambio abstracto
no tiene dimensión física. Las “anomalías” ambientales que se producen, tales
como agotamiento de los recursos o degradación del ambiente, son meramente
definidas como “externalidades”, que se ubican fuera del circuito
económico.
El enfoque del flujo entrópico es totalmente diferente. El
crecimiento económico se encuentra con importantes barreras físicas: el
vaciamiento de recursos, la degradación ecológica, la polución.
En las economías agrarias tradicionales estas diferencias
de enfoques no tienen mayor trascendencia pues dependen de la luz solar que es
una fuente abundante de recursos de baja entropía.
Las economías industriales, en cambio, son dependientes de
fuentes de baja entropía que son bastante escasas (combustibles fósiles y
minerales) y se focalizan en la acumulación de valor de cambio abstractos o sea
de “deudas” (o sea, como decía Soddy, de los cerdos “negativos”).
En la visión entrópica de la economía, la polución y
vaciamiento son consecuencias esperables y no externalidades sorprendentes como
en el diagrama de flujo circular.
Por supuesto, se reconoce la posibilidad de la adaptación
tecnológica. Pero aún cuando ella ocurre, ambos enfoques se hacen notar.
Las nuevas tecnologías pueden ser concebidas para lograr
simplemente más producción (beneficiando el presente a expensas del futuro) o
más calidad de vida (beneficiando el futuro y el presente a la vez).
En la ideología económica ortodoxa se piensa que los
bloques de recursos naturales sólo tienen valor por que la sociedad se los
agrega. Georgescu señalaba que la naturaleza también les agrega valor y que ese
valor es lo que verdaderamente diferencia los recursos de los residuos.
Filosóficamente, ambos sistemas conceptuales presentan
también profundas diferencias, en el diagrama de flujo circular existe una armonía
intergeneracional y una mano amiga, en el diagrama de flujo entrópico existen
los elementos para el conflicto intergeneracional y una zancadilla
potencial.
Los países pobres no podrán salir de la pobreza simplemente
dando vuelta más rápido las ruedas de su diagrama circular. Más bien deberán
redistribuir sus riquezas, controlar su población, repensar el ritmo y forma de
utilización de sus recursos.
En la actualidad, las cuentas nacionales de los países se
calculan de acuerdo a los principios de la economía del flujo circular. Se
tiene en cuenta la depreciación de los bienes artificiales, pero se olvida la
depreciación de los recursos naturales.
Un país podría agotar sus minas, cortar sus bosques,
erosionar sus suelos y terminar con la vida silvestre y pesquerías, mientras
sus cuentas nacionales registran crecimiento y prosperidad.
Al analizar el flujo entrópico es importante prestar
atención al capital natural que produce ese flujo vital. De acuerdo a
Georgescu, el capital y el trabajo son agentes que transforman el flujo de
recursos naturales en un flujo de productos. Pensar que el capital es un buen
sustituto de los recursos, sostiene el economista rumano, es como imaginar que
se puede hacer una casa igual de grande con el doble de serruchos y la mitad de
la madera. Del mismo modo, el concepto de población óptima debe ser
reanalizado. En vez de preguntar ¿cuánta población? debemos preguntar: ¿cuánta
población? ¿por cuánto tiempo? y ¿en qué recursos se ha de basar?
Esas preguntas aún están ausentes de los análisis
económicos contemporáneos.
Hace más de treinta años que Georgescu presentó su visión
revolucionaria de la economía. Sus puntos de vista no han sido rebatidos. A
falta de buenos argumentos, los economistas ortodoxos han preferido ignorarlos.
Sin embargo, las ideas de Georgescu cada vez
aparecen más sólidas y congruentes. Si bien murió sin ser reconocido
plenamente, su obra ha pasado a ser una referencia impostergable para modificar
los enfoques y políticas económicas cuyo carácter insostenible se hace cada vez
más evidente. Reproducido del libro Sequía en un mundo de agua, D.Antón, Piriguazú Ediciones.
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