martes, 20 de noviembre de 2018

Nicholas Georgescu-Roegen: el fundador de la economía ecológica 
Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994) fue durante la primera parte de su vida académica un economista “ortodoxo”. Recién a los 59 años (en 1965), presentó un trabajo en donde proponía repensar la economía analítica, y 6 años más tarde, en 1971, publicó su trascendente libro titulado: “The Entropy Law and the Economic Process”5
Básicamente la revisión económica propuesta por Georgescu, se basa en el “rediseño” del diagrama de flujo del proceso económico utilizado hasta entonces en los tratados de economía. 
En éstos, los procesos económicos estaban habitualmente representados por un flujo circular, que iba desde las industrias a los hogares y viceversa, sin entradas ni salidas. De acuerdo a Georgescu, este diagrama circular servía en cierta medida para analizar los intercambios, pero fallaba miserablemente como instrumento para estudiar la producción y el consumo en forma apropiada. En el diagrama ortodoxo se representaba la economía como un circuito en que el mantenimiento y el reemplazo tenían lugar internamente, sin dependencia del ambiente. Era, sostenía el autor rumano, como si estudiáramos el aparato circulatorio de un animal, sin mencionar el aparato digestivo, en este enfoque económico ortodoxo, el aparato circulatorio pasaba a ser, una especie de máquina de perpetuo movimiento. 
Sin embargo, en la vida real, los animales tienen sistemas digestivos conectados al ambiente en ambos extremos. Continuamente toman materia con baja entropía y la evacúan con alta entropía. Por definición, los organismos no pueden reciclar sus propios residuos finales. 
En la economía “industrialista” se tenía en cuenta tan sólo el aparato circulatorio. Esto ocurría tanto en la economía marxista como en la neoclásica. 
La conclusión a que llegaba Georgescu, era que los textos económicos revisados debían basarse en un diagrama diferente: el flujo de materia y energía debía provenir de las fuentes ambientales, pasando a través de las industrias y hogares, y evacuarse al ambiente por una boca de salida o “environmental sink”. Por un lado entran las materias primas (básicamente, recursos naturales) y por el otro salen los residuos degradados. 
Decía Georgescu que, si bien era imaginable una economía sin flujo circular (por ejemplo, una economía de campesinos autosuficientes en donde no hubiera intercambio), no podía existir una economía que careciera de este flujo entrópico. 
Las ideas de Georgescu no podían ser aceptadas por la oligarquía económica mundial, tenían demasiadas implicaciones para los circuitos económicos que mantenían los estamentos de poder. El concepto de flujo entrópico es mucho más que la mera modificación de un simple diagrama, en realidad es como un caballo de Troya. Una vez que se le acepta entre las tapas del libro, sus implicaciones atacan todos sus capítulos y conceptos6. 
El flujo circular “mecanicista” es reversible y no cualitativo. Se basa en los mecanismos de las ganancias y el auto-interés. Al utilizar la mecánica como instrumento de análisis, los fenómenos económicos se presentan como si fueran reversibles y desprovistos de “calidades”. 
Por el contrario, el flujo entrópico es cualitativo e irreversible. 
De acuerdo a la visión entrópica, la economía es un sistema abierto que extrae energía y materia utilizable del ambiente y lo retorna bajo la forma de residuos inutilizables. Por su parte el sistema global, en lo referente a la materia, puede ser considerado como un sistema cerrado, porque intercambia cantidades insignificantes de materias con el espacio circundante. Con relación a la energía, en cambio, el sistema es abierto, al recibir radiaciones solares y emitir ondas térmicas (McMahon y Mrozek, 1997)7.

El flujo entrópico 
La entropía es la medida de la diferencia cualitativa entre recursos útiles y residuos inútiles. El cambio entrópico que se produce al pasar de los primeros a los segundos es cualitativo e irreversible. 
Por esa razón, los modelos mecanicistas no son adecuados para analizar los flujos económicos, que, como todos los demás procesos naturales, están sujetos a la segunda ley de la termodinámica. 
Agregaba Georgescu que el flujo entrópico, necesario para mantener el proceso económico, induce necesariamente cambios cualitativos en el mismo ambiente del que depende, porque lo que a él se devuelve es cualitativamente distinto de lo que de él se extrae. A medida que el ambiente cambia, la economía debe adaptarse. En ese sentido puede considerarse como un proceso de “coevolución”. 
El modelo aritmético (aritmomórfico) no sirve, pues no puede lidiar con conceptos dialécticos que incluyen penumbras que evolucionan. Para poder englobar estos conceptos cambiantes se requiere utilizar enfoques dialécticos. 
De acuerdo a la visión circular de la economía, la producción consistiría en “ordenar” bloques indestructibles con el fin de obtener ganancias, mientras el efecto del consumo sería “desordenar” dichos bloques, destruyendo su capacidad para brindar utilidad. En ese esquema de la economía, la producción tomaría los bloques desordenados nuevamente y los reordenaría. De esa forma, el ciclo podría continuar indefinidamente. 
Esto no es contradictorio con la primera ley de la termodinámica (de la conservación de la materia y energía), pero sí lo es con la segunda ley: la ley de la entropía. 
En el “tratado económico” mecanicista los recursos naturales y el ambiente son un “anexo”. En el libro revisado a la luz del flujo entrópico, ellos constituyen la esencia del análisis. 
Otra diferencia entre ambos tipos de enfoques es la que se relaciona con el crecimiento ilimitado. De acuerdo al libro ortodoxo, el crecimiento puede continuar indefinidamente, pues el valor de cambio abstracto no tiene dimensión física. Las “anomalías” ambientales que se producen, tales como agotamiento de los recursos o degradación del ambiente, son meramente definidas como “externalidades”, que se ubican fuera del circuito económico. 
El enfoque del flujo entrópico es totalmente diferente. El crecimiento económico se encuentra con importantes barreras físicas: el vaciamiento de recursos, la degradación ecológica, la polución. 
En las economías agrarias tradicionales estas diferencias de enfoques no tienen mayor trascendencia pues dependen de la luz solar que es una fuente abundante de recursos de baja entropía. 
Las economías industriales, en cambio, son dependientes de fuentes de baja entropía que son bastante escasas (combustibles fósiles y minerales) y se focalizan en la acumulación de valor de cambio abstractos o sea de “deudas” (o sea, como decía Soddy, de los cerdos “negativos”). 
En la visión entrópica de la economía, la polución y vaciamiento son consecuencias esperables y no externalidades sorprendentes como en el diagrama de flujo circular. 
Por supuesto, se reconoce la posibilidad de la adaptación tecnológica. Pero aún cuando ella ocurre, ambos enfoques se hacen notar. 
Las nuevas tecnologías pueden ser concebidas para lograr simplemente más producción (beneficiando el presente a expensas del futuro) o más calidad de vida (beneficiando el futuro y el presente a la vez). 
En la ideología económica ortodoxa se piensa que los bloques de recursos naturales sólo tienen valor por que la sociedad se los agrega. Georgescu señalaba que la naturaleza también les agrega valor y que ese valor es lo que verdaderamente diferencia los recursos de los residuos. 
Filosóficamente, ambos sistemas conceptuales presentan también profundas diferencias, en el diagrama de flujo circular existe una armonía intergeneracional y una mano amiga, en el diagrama de flujo entrópico existen los elementos para el conflicto intergeneracional y una zancadilla potencial. 
Los países pobres no podrán salir de la pobreza simplemente dando vuelta más rápido las ruedas de su diagrama circular. Más bien deberán redistribuir sus riquezas, controlar su población, repensar el ritmo y forma de utilización de sus recursos. 
En la actualidad, las cuentas nacionales de los países se calculan de acuerdo a los principios de la economía del flujo circular. Se tiene en cuenta la depreciación de los bienes artificiales, pero se olvida la depreciación de los recursos naturales. 
Un país podría agotar sus minas, cortar sus bosques, erosionar sus suelos y terminar con la vida silvestre y pesquerías, mientras sus cuentas nacionales registran crecimiento y prosperidad. 
Al analizar el flujo entrópico es importante prestar atención al capital natural que produce ese flujo vital. De acuerdo a Georgescu, el capital y el trabajo son agentes que transforman el flujo de recursos naturales en un flujo de productos. Pensar que el capital es un buen sustituto de los recursos, sostiene el economista rumano, es como imaginar que se puede hacer una casa igual de grande con el doble de serruchos y la mitad de la madera. Del mismo modo, el concepto de población óptima debe ser reanalizado. En vez de preguntar ¿cuánta población? debemos preguntar: ¿cuánta población? ¿por cuánto tiempo? y ¿en qué recursos se ha de basar? 
Esas preguntas aún están ausentes de los análisis económicos contemporáneos. 
Hace más de treinta años que Georgescu presentó su visión revolucionaria de la economía. Sus puntos de vista no han sido rebatidos. A falta de buenos argumentos, los economistas ortodoxos han preferido ignorarlos. 
Sin embargo, las ideas de Georgescu cada vez aparecen más sólidas y congruentes. Si bien murió sin ser reconocido plenamente, su obra ha pasado a ser una referencia impostergable para modificar los enfoques y políticas económicas cuyo carácter insostenible se hace cada vez más evidente. 
 Reproducido del libro Sequía en un mundo de agua, D.Antón, Piriguazú Ediciones.

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