Moctezuma II: el nuevo Tlatoani de los aztecas
En el año cristiano de 1502 los pueblos mexicanos
eligieron un nuevo supremo sacerdote, décimo Tlatoani de la dinastía azteca de
México.
Su nombre era Mohtecuhzoma Xocoyotzin, que luego habría de ser conocido
como Montezuma o Moctezuma II.
Los aztecas habían llegado al "gran valle entre
las montañas" hacía menos de dos siglos, emigrando desde las tierras
áridas del norte. Se establecieron en una isla del lago de México, construida a partir de productivas y trabajosas chinampas (suelos flotantes) donde edificaron su ciudad capital, a la que denominaron Tenochtitlán". A
partir de esta base lacustre lograron imponer su dominio en casi todos los
estados y comunidades vecinas e incluso hicieron llegar su influencia a
tierras alejadas, en la dirección de las mesetas, hacia los valles de los ríos
y sobre las costas de los mares. Los pueblos que habitaban el Valle de México
tenían una historia rica y antigua. Durante muchos siglos construyeron ciudades
y monumentos y desarrollaron una gran diversidad de sistemas de producción y
de cultivos. Igual que otros pueblos americanos, su vida se desenvolvía en un
marco religioso y ceremonial complejo y místico. Era el mundo de Quetzalcoatl,
la serpiente emplumada, maestro de las artes y de la cultura, que protegía a
los cultivos y a las gentes y de su esposa, nuestra madre Tonintzin. Al
consolidar su dominio sobre las tierras lacustres mexicanas, los aztecas
procuraron destronar el viejo Dios y en su lugar imponer a su propia divinidad:
Huitzilopochtli.
El Dios azteca Huitzilopochtli había sido representado original-mente
con la imagen de un colibrí, ser delicado y suave. Luego de la invasión del
valle, el Dios comenzó a pedirles sacrificios humanos, y así, la pequeña ave se
transformó en algo muy diferente. Los pueblos tributarios debían aportar sus
propias víctimas para los sacrificios que solicitaba él. Más tarde, Sahagún
describiría a Huitzilopochtli como una especie de "Hércules" azteca.
Quetzalcoatl quedó relegado a un segundo plano. Debido a ese origen impostado,
la clase sacerdotal mexicana conservaba un temor oculto de que en algún
momento podría aparecer el antiguo señor de los espíritus, Quetzacoatl, a
pedirles una rendición de cuentas.
La invasión de ejércitos que venían de màs allá del mar
Fue entonces cuando llegó Hernán Cortés con
su expedición espa-ñola de aventureros obsesivos. Al desembarcar cerca de la
población nativa de Cempoala, Cortés y los suyos se enteraron" de que
existía un imperio rico y poderoso en un valle de las montañas al que rendían
tributo los pueblos de la costa, y hacia allí se dirigieron. El camino hacia
México fue accidentado. Los españoles debieron enfrentarse a la resistencia
nativa en varias oportunidades pero, aprovechándose de su caballería, los
perros guerreros y sus mejores arma-mentos, fueron venciendo uno a uno los
escollos. Finalmente, al llegar al valle de México, donde los esperaba
Moctezuma, ya habían logrado constituir un numeroso ejército, incluyendo varios
miles de aliados de la nación de los tlaxcaltecas'.
"Al frente venían cuatro
hombres a caballo guiando a los otros...Constantemente se daban vuelta,
avanzando y retrocediendo...entrando en las calles laterales, examinando las
casas, constantemente mirando hacia las azoteas. Sus perros hacían lo mismo,
corrían adelante.., oliendo y jadeando... Adelante sólo, venía uno que llevaba
su bandera... Detrás de él venían los hombres con las espadas de hierro; iban
con las espadas desenvainadas, relampagueando. En sus hombros... tenían escudos
de madera y cuero. Luego en un escuadrón venían los caballos, llevando hombres
en sus espaldas. Estos caballos...sudaban copiosamente, el sudor fluía como
agua y la espuma de sus bocas goteaba sobre la tierra. Y al final, dirigiendo
desde atrás, venía su capitán, quien parecía ser el equivalente de nuestro
comandante de guerra, el tlacateccatl".
No hay comentarios:
Publicar un comentario