De Cosas de Negros, libro de Vicente Rossi (1926)
Estoy incluyendo algunos fragmentos del libro "Cosas de negros", publicado por el periodista uruguayo Vicente Rossi en 1926. Se basa en experiencias del autor en Montevideo de fines del siglo XIX. En él se da testimonio del origen del candombe y el tango entre las comunidades afro-montevideanas de esa época. Realicé algunas adaptaciones al texto para facilitar la lectura. Estará constituido por unos 10 artículo reproducidos de dicho libro que es un clásico de la bibliografía montevideana, que ha tenido reducida difusión..
De los candombes y festifidades de negros montevideanos
En la banda oriental del Plata, los candombes, en su mejor
época, alcanzaron a celebrarse todos los domingos, considerándose grandes
fiestas Año Nuevo, Navidad, Resurreccion y San Benito, y excepcional el dia de
Reyes, en que se lucía toda la pompa circunstancial. En esta conmemoraciòn y en
Año Nuevo se verificaban recepciones de los representantes de la raza africana,
por las autoridades civiles y eclesiásticas. La inevitable influencia de la ley
de Evolución, que transforma y elimina, marcó el primer descenso al ser
suprimidos los candombes domingueros, quedando reducidos a los ya citados días
especiales. Las autoridades recibían todavía a la delegación africana, por
respetar la costumbre en obsequio a la util y humilde raza, pero gradualmente
perdió su importancia esta ceremonia, que presidieron antes, con previa
preparación, el presidente del pais y el obispo diocesano, y fue degenerando hasta el menor protocolo, por el jefe de policía y un clérigo en
misa de dos pesos. Las últimas recepciones oficiales se celebraron durante el
gobierno de Latorre: la pequeña columna de negros cruzaba las calles a los
acordes de su modesta banda de música, y seguida de la inevitable escolta de
curiosos; a la cabeza el rey, lamentablemente vestido de general criollo, no
porque el traje no fuera auténtico, puesto que lo era, si bien algo averiado,
sino porque el pobre negro viejo, bichoco y juanetudo, descoyuntado por el
trabajo y por los años, iba enfundado en el relumbrante atavío, que lloraba a
gritos la ausencia de otro dueño y el estiramiento y marcialidad que sus
costuras requerían. Es de extrañar semejante libertad en el vestir, por muy rey
que fuese el negro rey, si se tiene en cuenta que en aquellos tiempos un
militar de alta graduación era casi siempre un providencial, un temible
mandarín, y en consecuencia objeto de profundo respeto su indumentaria. Sin
embargo el hecho tiene su lógica explicacion: los morenos, abundante y excelente
elemento militar, legion de bravos cuyas proezas en los campos de batalla no
repercutieron en el escalafon, salvo rara casualidad, y con los que todavía
era conveniente a los gobiernos conservar buenas relaciones, recibían en el
grado nominal de general aplicado a su rey de raza una alta distinción colectiva
que ellos aceptaban sinceramente. Aquellos reyes no eran auténticos. No hay
noticia de que los traficantes ofrecieran en sus ventas un rey, ni siquiera un
príncipe, por motivos bien explicables: los esclavos se obtenían de las tribus
en connivencia con sus propios jefes, que no tenían inconveniente en intercambiar
los súbditos por baratijas o mercaderías de su predileccion, negocio estupendo
para el cristiano negrero; jefes o reyes no convenía exportar, por el peligro
de que hicieran valer su influencia entre los esclavos, con grave perjuicio de
los clientes y descrédito del exportador. Cuando los jefes de un pueblo o tribu
se negaban al tráfico, el cristiano negrero fomentaba la guerra, echando sobre
aquel pueblo tribus enemigas que después le vendían los prisioneros. La
ocurrencia de organizarse politicamente por sus naciones para sus candombes les
sugirió la institucion de esos reyes no dinásticos, decorativos, y a imitación
de los que gobernaban a los blancos. Y qué ejemplar leccion para éstos! Nunca
una reina o rey africano defraudó la confianza que en él depositó su pueblo.
Hacían de majestades en las fechas de recepciones y candombe, pero en los demás
dias del año vivían incorporados a la labor común, olvidados completamente de
su elevado cargo, atareados en las más humildes ocupaciones para ganarse el
"bendito pan de cada dia". cruzaban las calles con la gravedad de sus
parientes, los cabildantes de los virreinatos, gravedad tanto mas cómica cuanto
mas solemne. Este último monarca que visitó oficialmente a las autoridades fue
el de los Congos, nación la mas profusa en el Plata; se llamó ese rey
"Catorce-menos-quince", por acuerdo popular, curioso apodo que tuvo
su origen, segun era fama, en que habiéndole regalado alguien un reloj de
bolsillo, aparato que no entendía, siempre que se le pedía la hora, sacaba el
"tacho", lo consultaba y daba invariablemente "las catorce menos
quince", sin que se sospechara entonces que con semejante disparate se
hacía precursor de la nueva esfera que el gobierno uruguayo fue el primero en
adoptar en el Plata, cuarenta años despues. Durante la época del gobierno de
Santos, recibió éste en las fechas de costumbre la delegación de los últimos
africanos; no sumaban la docena. Simples visitas sin séquito y sin ruidos, de
tradición y coma, y de especial reconocimiento a la protección que aquel gobernante
les dispensaba (siempre por la lealtad que solo de ellos se obtenía). Famosa
fue la escolta presidencial de Santos, formada de negros criollos de imponente
presencia, hermoso pelotón de aguerri-dos soldados que habría envidiado el ex
kaiser alemán, tan creido de que sus guardias de opereta eran los mejores del
mundo.
Un ejemplo: el rey que se cita en el párrafo siguiente era
de profesión "matador de tigres" o sea vaciador de aguas servidas,
desde la colonia hasta la instalación de los "pozos negros".
Notas
Isidro de María, en su Montevideo antiguo, hace mención del
mismo y lo vincula a los mata-tigres, recordando a dos de ellos, llamados
Perico y Nicolás, en "Los locos del Hos-pital" (1822-1826).
José Luis Lanuza en su detallado libro Morenada, Emecé,
Buenos Aires, 1946, traza algunas "Estampas montevideanas" siguiendo
a Rossi, y recuerda al último rey de los congos,
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