viernes, 7 de diciembre de 2018


De Cosas de Negros, libro de Vicente Rossi (1926)


Estoy incluyendo algunos fragmentos del libro "Cosas de negros", publicado por el periodista uruguayo Vicente Rossi en 1926. Se basa en experiencias del autor en Montevideo de fines del siglo XIX. En él se da testimonio del origen del candombe y el tango entre las comunidades afro-montevideanas de esa época. Realicé algunas adaptaciones al texto para facilitar la lectura. Estará constituido por unos 10 artículo reproducidos de dicho libro que es un clásico de la bibliografía montevideana, que ha tenido reducida difusión..

De los candombes y festifidades de negros montevideanos
En la banda oriental del Plata, los candombes, en su mejor época, alcanzaron a celebrarse todos los domingos, considerándose grandes fiestas Año Nuevo, Navidad, Resurreccion y San Benito, y excepcional el dia de Reyes, en que se lucía toda la pompa circunstancial. En esta conmemoraciòn y en Año Nuevo se verificaban recepciones de los representantes de la raza africana, por las autoridades civiles y eclesiásticas. La inevitable influencia de la ley de Evolución, que transforma y elimina, marcó el primer descenso al ser suprimidos los candombes domingueros, quedando reducidos a los ya citados días especiales. Las autoridades recibían todavía a la delegación africana, por respetar la costumbre en obsequio a la util y humilde raza, pero gradualmente perdió su importancia esta ceremonia, que presidieron antes, con previa preparación, el presidente del pais y el obispo diocesano, y fue degenerando hasta el menor protocolo, por el jefe de policía y un clérigo en misa de dos pesos. Las últimas recepciones oficiales se celebraron durante el gobierno de Latorre: la pequeña columna de negros cruzaba las calles a los acordes de su modesta banda de música, y seguida de la inevitable escolta de curiosos; a la cabeza el rey, lamentablemente vestido de general criollo, no porque el traje no fuera auténtico, puesto que lo era, si bien algo averiado, sino porque el pobre negro viejo, bichoco y juanetudo, descoyuntado por el trabajo y por los años, iba enfundado en el relumbrante atavío, que lloraba a gritos la ausencia de otro dueño y el estiramiento y marcialidad que sus costuras requerían. Es de extrañar semejante libertad en el vestir, por muy rey que fuese el negro rey, si se tiene en cuenta que en aquellos tiempos un militar de alta graduación era casi siempre un providencial, un temible mandarín, y en consecuencia objeto de profundo respeto su indumentaria. Sin embargo el hecho tiene su lógica explicacion: los morenos, abundante y excelente elemento militar, legion de bravos cuyas proezas en los campos de batalla no repercutieron en el escalafon, salvo rara casualidad, y con los que todavía era conveniente a los gobiernos conservar buenas relaciones, recibían en el grado nominal de general aplicado a su rey de raza una alta distinción colectiva que ellos aceptaban sinceramente. Aquellos reyes no eran auténticos. No hay noticia de que los traficantes ofrecieran en sus ventas un rey, ni siquiera un príncipe, por motivos bien explicables: los esclavos se obtenían de las tribus en connivencia con sus propios jefes, que no tenían inconveniente en intercambiar los súbditos por baratijas o mercaderías de su predileccion, negocio estupendo para el cristiano negrero; jefes o reyes no convenía exportar, por el peligro de que hicieran valer su influencia entre los esclavos, con grave perjuicio de los clientes y descrédito del exportador. Cuando los jefes de un pueblo o tribu se negaban al tráfico, el cristiano negrero fomentaba la guerra, echando sobre aquel pueblo tribus enemigas que después le vendían los prisioneros. La ocurrencia de organizarse politicamente por sus naciones para sus candombes les sugirió la institucion de esos reyes no dinásticos, decorativos, y a imitación de los que gobernaban a los blancos. Y qué ejemplar leccion para éstos! Nunca una reina o rey africano defraudó la confianza que en él depositó su pueblo. Hacían de majestades en las fechas de recepciones y candombe, pero en los demás dias del año vivían incorporados a la labor común, olvidados completamente de su elevado cargo, atareados en las más humildes ocupaciones para ganarse el "bendito pan de cada dia". cruzaban las calles con la gravedad de sus parientes, los cabildantes de los virreinatos, gravedad tanto mas cómica cuanto mas solemne. Este último monarca que visitó oficialmente a las autoridades fue el de los Congos, nación la mas profusa en el Plata; se llamó ese rey "Catorce-menos-quince", por acuerdo popular, curioso apodo que tuvo su origen, segun era fama, en que habiéndole regalado alguien un reloj de bolsillo, aparato que no entendía, siempre que se le pedía la hora, sacaba el "tacho", lo consultaba y daba invariablemente "las catorce menos quince", sin que se sospechara entonces que con semejante disparate se hacía precursor de la nueva esfera que el gobierno uruguayo fue el primero en adoptar en el Plata, cuarenta años despues. Durante la época del gobierno de Santos, recibió éste en las fechas de costumbre la delegación de los últimos africanos; no sumaban la docena. Simples visitas sin séquito y sin ruidos, de tradición y coma, y de especial reconocimiento a la protección que aquel gobernante les dispensaba (siempre por la lealtad que solo de ellos se obtenía). Famosa fue la escolta presidencial de Santos, formada de negros criollos de imponente presencia, hermoso pelotón de aguerri-dos soldados que habría envidiado el ex kaiser alemán, tan creido de que sus guardias de opereta eran los mejores del mundo.
Un ejemplo: el rey que se cita en el párrafo siguiente era de profesión "matador de tigres" o sea vaciador de aguas servidas, desde la colonia hasta la instalación de los "pozos negros".
Notas
Isidro de María, en su Montevideo antiguo, hace mención del mismo y lo vincula a los mata-tigres, recordando a dos de ellos, llamados Perico y Nicolás, en "Los locos del Hos-pital" (1822-1826).
José Luis Lanuza en su detallado libro Morenada, Emecé, Buenos Aires, 1946, traza algunas "Estampas montevideanas" siguiendo a Rossi, y recuerda al último rey de los congos, 

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