lunes, 4 de enero de 2021

El cambio climático: hechos y ficciones

D.A.


Durante los últimos años se ha extendido la teoría de que se está produciendo un cambio climático a nivel global que estaría modificando las condiciones ambientales planetarias intensamente con graves riesgos para las civilizaciones humanas.

Esta afirmación no introduce ningún elemento nuevo. Los climas planetarios han “cambiado” durante toda la historia geológica y, por supuesto, siguen cambiando. Se encuentran numerosos testimonios sedimentarios y fosilíferos que representan los vestigios de los diversos climas que se han sucedido desde tiempos primigenios. En cuanto al tipo de cambio que se estaría produciendo y su intensidad, considero que no tenemos elementos todavía para definirlo. En todo caso, los cambios que se han producido (aún no confirmados) parecen pequeños frente a las grandes modificaciones climáticas que ocurrieron en la historia planetaria. El cambio que se identifica ahora estaría provocado por la emisión de dióxido de carbono proveniente de la combustión de hidrocarburos lo cual implicaría un aumento de la temperatura atmosférica planetaria.

Al mismo tiempo, se señala que, debido a dicho calentamiento, se generan profundos cambios climáticos a nivel global con fusión de los hielos polares y ascenso continuado de los niveles oceánicos creando una grave amenaza para las zonas costeras. Esta teoría ha provocado una alarma generalizada a muchos niveles desencadenando decisiones políticas y económicas internacionalesl y de muchos gobiernos.

Sin embargo, cuando se analizan los datos rigurosos este modelo teórico no parece confirmado por la realidad. En los hechos, en los datos meteorológicos, ese aumento generalizado de la temperatura no parece tan obvio. Disponemos de un conjunto de series térmicas ubicadas en las más variadas localizaciones geográficas, excluyendo los datos de zonas urbanizadas que deformarían los resultados, que no muestran ningún aumento claro de la temperatura.

La fusión generalizada de glaciares no ha sido demostrada. Hay varios trabajos científicos que concluyen que ni en la Antártida ni en Groenlandia se ha producido una disminución de los volúmenes congelados.

Con relación a los niveles marinos, que se supone estarían ascendiendo, sucede algo similar. Hay muchas incertidumbres. Las oscilaciones periódicas que producen las mareas y vientos, así como el dinamismo de los bloques continentales que están permanentemente hundiéndose o elevándose por motivos tectónicos y geológicos varios, impiden obtener certezas. Por otra parte, las cifras de elevación del nivel oceánico que se manejan no excederían los 2 milímetros anuales y la información recogida en las islas bajas del Pacífico tiende a mostrar una relativa estabilidad de los niveles marinos en dicha región.

Por su parte, el aumento del CO2 en la atmósfera, que ha sido registrado durante las últimas décadas, es en realidad poco significante al considerar las cifras globales atmosféricas (menos de dos millonésimos por año), existiendo discrepancias acerca de su rol efectivo como gas invernadero frente a otros factores que parecen más importantes como la presencia de vapor de agua y condensaciones en nubes y los aerosoles naturales y antrópicos.

Resumiendo podemos decir que las temperaturas de la atmósfera muestran aumentos en las zonas urbanizadas (que es una pequeña parte del área planetaria) y prácticamente ninguna en el resto de la superficie terrestre. Tampoco se ha contabilizado un balance negativo del volumen de agua inmobilizada como hielo en las zonas polares. Por el contrario hay quien sostiene, con datos serios, que la cantidad de hielo está aumentando. Los supuestos incrementos de los niveles marinos a nivel global tampoco han sido demostrados, alejando la alarma de presuntos riesgos catastróficos en las zonas costeras.

En los hechos, lo que sí ha quedado expuesto es la persistencia de una campaña mediática, impulsada por intereses económicos y políticos, tendiente a demostrar que se aproxima un desastre para la humanidad debido al consumo exorbitante de combustibles de origen mineral. Para evitar caer en errores en el futuro a la hora de tomar las decisiones y definir las estrategias, la humanidad necesita apoyarse más en los datos de la ciencia y menos en los conveniencias coyunturales de carácter económico o político.

De "Cambio climático: hechos y ficciones", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.

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