martes, 16 de junio de 2020

El Año Nuevo del Sur


7Las comunidades humanas desde tiempos muy antiguos supieron que la naturaleza era cíclica. Que los fenómenos naturales se repetían luego de un lapso de tiempo determinado. Comprendían que todos los seres que habitaban el mundo dependían de esos ciclos, Y también sabían que el ritmo de esos cambios dependía del sol. Del sol, de ese astro que brillaba más que nada, que iluminaba, que entibiaba, calentaba o quemaba según el lugar y la época del año, que al fin de cuentas era la razón de ser de la vida y si no se le respetaba podía ser la causa de la muerte. Centrándose en el sol los pueblos buscaban interpretar porque este astro se movía en la bóveda celeste sin cesar, todos los días, desde siempre que había memoria. Que fuerza lo impulsaba? Porque, en la plenitud del día, a veces llegaba alto en el cielo y brillaba más fuertemente y en otros momentos quedaba mucho más abajo, sin tanta fuerza, y brillaba más débilmente. A esos días en que el sol llega a su punto más alto en el mediodía los pueblos le dieron gran importancia, le pusieron nombre y le rindieron homenajes.
 Los griegos le llamaron solsticio o el sol quieto porque se quedaba varios días en esa misma posición., Ese período era el tiempo del crecimiento vegetal, en que había más calor y más luz. Solían ser tiempos de abundancia. Por eso a ese fase de la vida se la llamaba reiterando el vocablo griego solsticio de verano Un tiempo después de ocurrido ese solsticio y pasado muchos días se produce un cambio en la carrera del sol que afecta todas las actividades humanas. Vienen los tiempos de poca luz, de menor temperatura y de poca producción vegetal. A esos días en que el sol sube poco y alumbra débilmente también se le llamaba y llama solsticio, pero como es tiempo de invierno se le dice solsticio de invierno. Al período entre dos solsticios de verano o de invierno sucesivos se les denomina año. Hoy sabemos que en ese período entre dos solsticios análogo se termina un recorrido elíptico de la Tierra alrededor del sol. Bueno, para todos los pueblos los solsticios eran momentos importantes. Trataban de referenciar en el tiempo ese momento, el de mayor brillo o el de menor brillo. Porque esas eran las referencias del tiempo que les ayudaban a sembrar, cosechar, prevenir o dar la bienvenida a la llegada de las aves migratorias, prepararse para el frìo o para el calor. Fue por eso que muchos pueblos celebraban sus ceremonias en esas fechas. Eran ceremonias que festejaban al sol cuando comenzaba a subir nuevamente en el cielo aumentando la luz, el calor, época en que las plantas crecían y los animales retozaban. Algunos de esos pueblos pensaron que el año empezaba cuando el sol volvía a subir de su punto más bajo, extremo, en el cielo. O sea el momento en que se interrumpía esa retirada del sol que podía verse como una posible amenaza para la vida, Pero, no, se repetía el ciclo y el sol volvía a renacer, es decir recomenzar su periplo ascendente como siempre lo había hecho. En su homenaje al sol a veces pedido ayudado por ofrendas, diversas religiones crearon sus propias leyendas que muchas veces se superpusieron y sincretizaron a lo largo del tiempo. En muchos países de Europa al solsticio de invierno celebrado por generaciones le cambiaron sus nombres legendarios y terminaron llamandole Navidad para que estuviera acorde con el relato de las autoridades religiosas del momento. Y el nombre, respaldado por la autroridad religiosa y por supuesto también la autoridad política, se pegó a la agenda ritual de la mayor parte de los países europeos y otros que recibieron su influencia. Eso pasaba en el hemisferio norte. En las tierras del norte del planeta. Allí a ese solsticio se le llamaba navidad. No coincidía en el tiempo, había un pequeño defasaje de 4 días, pero en la dinámica del sol quieto, que en ese momento se mueve muy poco, este defasaje no se nota. Al origen del año, que nosostros llamamos primero de enero le pasó algo semejante. En épocas romanas era también el origen del año en el movimiento del sol pero también sufrió un defasaje que terminó siendo de unos 10 días. Pero recordemos que el solsticio, la navidad y al año nuevo civil son todos una variación en el tiempo del solsticio de invierno. Todo ello en el hemisferio norte. Mucho tiempo después, cuando la gente proveniente de Europa vino a dar a las tierras del sur, a lo que llamamos continente americano, con motivo de la colonización se trajo consigo esas ideas de los ciclos del tiempo, la idea fija del solsticio de invierno, de la navidad inmodificable y otras fechas emparentadas en sus historias mitológicas o legendarias. Pero allí aparece una especie de contradicción. Para empezar, digamos que los pueblos nativos del sur también habían sufrido un proceso análogo. Ellos también homenajeaban y aún homenajean al sol renaciente en su propio solsticio de invierno. La contradicción era y es que los solsticios de invierno en el norte y en el sur no ocurrían el mismo tiempo. En el calendario que desarrollaron los europeos en su propio continente los días del solsticio ocurrían al fin de ese mes del almanaque que llamamos diciembre. En el sur, ese no era el momento del solsticio de invierno. Era, por el contrario, el tiempo del solsticio de verano. No era la fecha del sol débil y renaciente sino del sol completo y brillante, eran los días de luz y calor, de vida animal y vegetal, de comidas y luces. Pero los europeos y las sociedades criollas que los sucedieron continuaron con sus ceremonias en fechas cambiadas, aunque no tuvieran nada que ver, mantuvieron e incluso continuaron adoptando tradiciones del frío, de la nieve, de la poca luz, del recogimiento nocturno, incluyendo árboles exóticos y extravagantes personajes que andaban en trineos tirados por unos cuantos renos. Pero es importante que reconozcamos que en el sur los pueblos nativos tenían sus propias ceremonias. Algunas las conocemos. Como los mapuches que festejaban y festejan el solsticio de invierno al que llaman We Xipantu y los quechuas y aymaras que lo denominan Inti raymi. Pero la mayoría de las autoridades y sociedades criollas los ignoraron y los continúan ignorando. Siguen festejando navidades absurdas, con árboles de navidad imposibles, sus personajes legendarios más absurdos todavía, comidas que no se ajustam a la estación del calor. Y gastan mucho dinero comprándose regalos repitiendo aquellas viejas ceremonias que ahora está completamente fuera de lugar . Hasta le adjudicaron un santo al solsticio del sur para oscurecer su verdadera esencia. Hacen todo esto para esconder la naturaleza colonial que persiste en sus creencias y actitudes. Fuera de tiempo, de lugar, de epoca del año, fuera de contexto. En vez de homenajear al sol renaciente como lo hicieron naturalmente todos los pueblos de todos los tiempos, lo esconden tras figuras y relatos extranjeros y ajenos. Y bueno. A nosotros nos resta por decir que el solsticio hay que festejarlo cuando corresponde. Ese momento es el comienzo del invierno, en los días finales del mes quer los romanos llamaron junio. En ese momento hay que festejar el solsticio, el año nuevo. Son los instantes en que hay que festejar al sol que renace, el nuevo ciclo que empieza, A esas ceremonias que debemos recuperar se les puede poner algunos de los antiguos nombres, We Xipantu o Inti Raymi u otras denominaciones nativas. En realidad no impórta tanto el nombre, como la conciencia de que al identificarnos con el solsticio de invierno, con el sol renaciente nos identificamos la naturaleza y con el cielo. Reconociendo que en el momento en que lo hacemos estamos labrando las sendas de la tierra fecunda, los caminos de la vida nueva y las luces de la verdad.

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